04. Sed de gloria y venganza

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Sergio despertó por los rayos de sol que se colaron por los ventanales de su habitación. Al principio le costó reconocer dónde estaba, la cabeza le daba vueltas y le era difícil enfocar lo que había a su alrededor.

—Pensé que nunca despertarías...

Se quejó alto cuando escuchó aquella voz. Sentía que cualquier ruido, por más mínimo que fuera, haría explotar su cabeza. Pestañeó repetidas veces hasta que logró enfocar la lámpara de su mesita de noche. Entonces, no muy lejos de ella, vio que Lewis lo miraba con una sonrisa divertida.

—Buenos días, ¿cómo te encuentras? —preguntó Lewis con el afán de molestar. Cómo era de esperarse, Sergio volvió a quejarse.

—Baja la voz...

—No puedo creer que te hayas bebido dos botellas enteras de tequila, Checo. ¿En qué demonios estabas pensando?

Sergio achinó los ojos, al tiempo que intentó enderezarse un poco para recargar la espalda sobre la cabecera de la cama.

—Me siento muy mal —dijo con voz ronca, pasándose una mano por la frente—. ¿Qué hora es?

—Poco más de las doce de la tarde. ¿Pero sabes qué es lo que más me sorprende? —Sergio emitió un pequeño «mmm» para que continuara—. Que ni siquiera te has preguntado por qué estoy aquí.

Sergio dejó de presionarse las sienes. Era cierto, ¿qué hacía Lewis Hamilton en su habitación? ¿Por qué estaba en México?

—Yo... Creí que estaba ebrio y que no eras real.

Lewis soltó una risita.

—Eres un desastre.

—Haré la pregunta entonces —Sergio se tomó unos momentos para continuar. Quería morirse—. ¿Qué haces aquí?

—Antes de responderte, toma —Lewis le acercó un vaso con agua y dos pastillas—. Son analgésicos, te ayudarán. La señora que trabaja aquí también te trajo el desayuno.

Sergio miró con sufrimiento la mesa de servicio que sostenía Lewis en su regazo. En ella habían huevos revueltos; un plato extra con trocitos de plátano, fresa y melón; y una taza de café.

—Realmente no tengo hambre, con esto está bien —respondió, al tiempo que recogía las pastillas de la mano de Lewis para llevárselas a la boca; luego cogió el vaso para beber un poco de agua e hizo una mueca cuando las tragó.

—Te hará bien comer algo. Ah, también te trajo algo de suero para que te lo bebas al terminar.

—Gracias —dijo Sergio cuando se pasó las pastillas, dispuesto a ignorar la propuesta de desayuno, pero cuando Lewis le pasó la mesa de servicio, hizo una mueca de desagrado.

—En verdad no tengo hambre. Creo que dormiré un poco más.

—Has dormido por más de doce horas. ¿Acaso estás loco? —Lewis lo miró sorprendido.

—De verdad estoy cansado.

Antes de que Sergio consiguiera recostarse de nuevo en la cama, Lewis le colocó la mesa de servicio plegable en las piernas y lo obligó a mantenerla ahí.

—Come, por favor —al ver lo poco cooperador que estaba, decidió agregarle un incentivo—. Si lo haces, te contaré por qué estoy aquí.

—Creo que tengo mis sospechas —Sergio picoteó la comida con su tenedor—. Pero está bien, lo intentaré.

A pesar de lo rejego que estaba Sergio al principio, se comió absolutamente todo. Aquello le hizo sospechar a Lewis que llevaba bastantes horas sin comer, mas no dijo nada al respecto. Esperaría a que Sergio tuviera la iniciativa de hablar sobre lo que había pasado y luego intentaría persuadirlo de más cosas, como por ejemplo, de la propuesta de Toto.

King of the streets || Chestappen § Chewis Where stories live. Discover now