14. Verdades que duelen

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—Me alegra que estés mejor, Checo. Estuviste en buenas manos —dijo Toto cuando vio a sus dos pilotos llegar juntos al circuito.

La lluvia amenazaba con cubrir la ciudad de Spielberg. Los radares meteorológicos indicaban que era probable que el circuito terminara siendo víctima de una lluvia ligera, pero el viento era tan inestable que no podían saberlo con certeza. Toto estaba atento a todo eso, mirando las pantallas y pensando en todas las probabilidades para esa tarde; y el ver que sus pilotos habían llegado a tiempo era una preocupación menos.

—Gracias, Toto. Así fue —Sergio sonrió amable cuando el jefe del equipo le palmeó el hombro; luego miro a George, quién estaba leyendo unos papeles no muy lejos de donde estaban—. Hola, George.

—Hola, Checo —saludó de vuelta George, sin molestarse en mirarlo. Eso desconcertó a Sergio, aunque asumió que debía estar concentrado en lo que estaba haciendo y que por eso apenas y podía hablar.

—¿Tienes buenas vibras para la qualy de hoy? —le preguntó Lewis a Toto, mirando las pantallas.

—Hay probabilidades de que llueva, pero confío en que las cosas irán bien.

—Perfecto...

—Iré a cambiarme para estar listo —anunció de pronto Sergio, palmeando el hombro de Toto para no importunarlo más—. ¿Vienes, Lewis?

—Claro que sí —respondió Lewis sonriente,  apresurándose a envolver una mano alrededor de los hombros de Sergio para comenzar con una nueva conversación.

Toto se les quedó mirando un breve momento, soltando un profundo suspiro. Después miró a George, quien también los estaba viendo alejarse con bastante interés.

—¿Estás celoso? —bromeó para molestarlo, pero cuando George se giró y lo miró con enfado, carraspeó—. Iré por agua. Ahora vuelvo.

George frunció los labios y luego volvió a mirar hacia donde habían desaparecido los otros dos. Claro que estaba celoso, pero no en el sentido romántico. Él había jurado que Sergio no iba a poder presentarse ese fin de semana porque estaba muy enfermo y ahora estaba ahí, listo para la práctica libre y la qualy.

—Todo para nada —murmuró, enrollando las hojas que tenía en las manos y golpeando suavemente una silla que tenía al lado.

Cuando Toto le notificó a primera hora de la mañana que Sergio estaba mejor, lejos de alegrarse por él, le dolió el estómago. Aquella había sido su primera oportunidad para volver a la pista y se había esfumado en menos de doce horas. Sin embargo, él no había sido el único que se había molestado con la situación. En cuanto supo la noticia no tardó en hacérselo saber a Jos, quien también mostró su descontento al decir que Sergio era un bastardo con suerte. Eso sí, después de despotricar y maldecir un buen rato, trató de tranquilizar a George con palabras falsas de aliento, diciéndole que ya llegaría el momento adecuado en el que por fin podría volver a brillar. Que la justicia divina existía y que Sergio pronto desaparecía de sus vidas.

George agradeció eso. Estaba arrepentido de haber creído que Jos era un mal hombre. Quizás era un poco duro y su pasado no ayudaba mucho a su imagen, pero en el fondo sabía que era una buena persona, pues era el único que se acercaba a él para preguntarle cómo estaba y charlar un rato, cosa que Toto y sus amigos no hacían.

«Ya llegará mi momento» pensó, repitiendo en su cabeza las palabras de Jos y regresando la mirada a lo que estaba leyendo.

***

—Dicen por ahí que el traje oscuro resalta tus atributos. ¿Será cierto? —Lewis se hizo hacia atrás para mirar el trasero de Sergio, recibiendo un golpe inmediato en el brazo a modo de reprimenda.

King of the streets || Chestappen § Chewis Where stories live. Discover now