43 - Ella

0 0 0
                                    

Esa mañana de sábado el otoño marcó presencia. Sopló un viento fresco lo que hizo que varios árboles se desprendiesen de sus hojas secas.

Por suerte, para el mediodía el viento calmó, pero dejó hojas por todos lados.

Avancé por las calles teñidas de naranja hacia la esquina de siempre. Allí me esperaba con un atuendo campestre y una canasta de picnic.

Llegué a su encuentro con una sonrisa.

—¿Te estas riendo de mi?

—Para nada, fue una linda sorpresa.

—Y espera a ver lo que traigo en la canasta –me dijo pasando un brazo sobre mis hombros para acercarme a él mientras caminábamos–. El otoño ha venido con todo, ¿no lo crees?

La cercanía me había anulado por completo.

—Si –fue lo único que logré decir.

Entonces él alejó su brazo y avanzamos con una pequeña distancia entre ambos.

Pero deseé que volviera a acercarse, volver a tener contacto, volver a sentir aquello que sentí y hacerlo perdurar un poquito mas.

Llegamos al parque y elegimos un lugar donde el sol nos calentara un poco. Él abrió la canasta y sacó una manta de allí, que tendimos en el césped.

—Espero que la comida te guste, me he levantado temprano para prepararla.

—¿Has cocinado tu?

Asintió.

—Es uno de mis tantos dones que estaban un poco apagados con el viaje. Espero que la falta de práctica no haya influido.

Había hecho sándwiches, afirmando que el pan también era casero. Me sorprendió y después de probarlo, inició la duda.

—Esta muy rico, ¿seguro que el pan es casero también?

—¿Acaso dudas de mi palabra?

—Es que está muy rico. Me gusta mucho.

Me observó con una sonrisa luminosa lo que hizo que detuviera mi actividad degustativa.

—¿Qué pasa?

—Me gustas mucho.

Corazón de hojas (Amor de estaciones #2)Where stories live. Discover now