CAPITULO|04

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Y es por tu obediencia y empeño que Dios revela propósitos en tu vida.

04|La galaxia, las estrellas y tú.

NARRADOR, TERCERA PERSONA.

Aunque la chica se metía con él en público, para Isaac era una simple tontería que carecía de importancia. Probablemente, sus comentarios le afectaban, pero siendo honesto; era capaz de aguantar mucho más. 

Y es que no podía quejarse, cada vez que veía a la chica sonrojarse le parecía la mejor vista de todas, nunca antes había visto nada igual. En su mirada veía el cielo, las nubes y toda la galaxia. Estaba sombrío, pero incluso podía ver destellos que pedían ayuda. Pendían ser tocados por Jesús. 

—¿En qué piensas? —le preguntó la chica muy interesada por saber que era a lo que tanto le estaba dando vueltas. 

Y no era por ese simple motivo, tal vez la forma en que la miraba influyó ante su curiosidad. 

—El cielo es increíble. Me hacen darme cuenta del gran artista que es Dios. 

—Ah —Respondió, con un tono de decepción.

Por otro lado, la chica era azotada por el salvaje viento del anochecer. Y por cuestión de segundos una descabellada idea se instaló en sus pensamientos, pero tan rápido como llegó, la desechó. 

No podía ser tan atrevida. 

—¿Sabías cuantas estrellas hay en el cielo? — Volvió a hablar captando momentáneamente su atención. 

La chica negó soltando una pequeña sonrisa de boca cerrada al verlo negar igualmente como ella. 

—De hecho, nadie sabe cuantas estrellas hay en el cielo. Solo el que las creó. —añadió Isaac tomando un suspiro.

—Suelo pedirle deseos a las estrellas que nunca se cumplen. 

—Uhm —murmuró como si se hubiera dado cuenta de la falla.

—¿Qué? —interpretó la chica con la ceja levantada.

—Podrías pedirlo nuevamente a quién las creó, tal vez, cambie el resultado. 

Sara se encogió de hombros para mirar brevemente las estrellas de las que el chico tan emocionado estaba hablando. Sin duda no era por curiosidad que apartara la mirada, la chica estaba totalmente intimidada ante el chico. Era difícil de explicar, pero también era muy difícil dejar de sentirlo. 

No podía llamarle amor, pero tampoco podía dejar pasar por alto aquel sentimiento. No sabía si su forma de ser, le llamaba la atención, o el hecho de que no le importará que pudiera tener doble personalidad sin un dedo señalando sus acciones. 

Aunque le lastimaba, él seguía ahí. 

Como si la respuesta le hubiera hecho cambiar de opinión, negó con una sonrisa de labios cerrados y dejó que los rizos tuvieran libertad y jugarán con el aire. 

—La verdad nunca le he dado importancia al cielo, mucho menos a las estrellas y su galaxia —mantuvo la mirada en el punto que observaba  el cielo porque sabía que en las iris del chico lo único que conseguiría es reproché por la absurda mentira que le estaba diciendo. 

UN LLAMADO PARA VOLVER A CREER [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora