CAPITULO|24

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*SOLO FALTA EL EPILOGO*

"Dios ha sido ese padre que en algún momento de mi vida necesité tener".

24| Dios ha sido bueno.

NARRADOR TERCERA PERSONA

Ambos se quedan expectantes a cada movimiento, mirada y reacción. Isaac y Sara, tenían esa sensación de que no habían pasado ni un día separados.

Todo se sentía igual, e incluso hasta mejor que las veces anteriores. 

El aire de primavera se paralizaba cada vez que alguno intentaba decir alguna palabra. Aunque tenían cinco minutos desde que se habían reencontrado. Ninguno había tenido esa necesidad por querer romper el agradable silencio que, para ellos, era el perfecto compás entre sus respiraciones e intenciones de revivir viejos y agradables tiempos. 

En los que solo eran ellos dos.

En los tiempos en los que Jesús les daba paz.

Aunque Isaac estaba sumamente nervioso, no quería romper el silencio, que los bañaba. No podía encontrar una palabra que pudiera representar lo que estaba sintiendo. Aunque claramente sus palabras hacían eco dentro de su corazón, cuando se trataba de Sara, él siempre tenía algo para decir.

El simple hecho de sentir la presencia de la chica, su corazón subía y bajaba,  alterado.

Dios lo volvió a hacer. La rescató. 

Y les dio la oportunidad de volverse a ver.

Aunque el desierto parecía secarle, Dios le dio ese viento de vida. Cuando Dios toca una vida no es necesario decirlo. Los cambios lo demuestran, su forma de ver la vida cambiaba de una manera sobrenatural. Así era Sara, ella podía gritarlo al mundo, sin ni siquiera abrir los labios. 

Era asombroso.

Era mágico.

Se llamaba Jesús.

Su testimonio podía verse reflejado hasta en la forma natural en la que lo miraba con amor. Con dedicación, paciencia y esperanza de querer un cambio para la vida de alguien más. 

Aunque todo parecía igual, ella estaba cambiada, ambos lo estaban.

Sara, en cambio, tenía mucho que decir, sin embargo, ella le daba el tiempo de reaccionar. Esas mariposas en su estómago no querían cesar y aunque intentaba estabilizar su pulso, este se alteraba mucho más. 

Sabía que si decía algo, se trabaría toda. 

Decidió optar por el silencio, acompañada de Isacc, siempre tenia buen resultado.

Con la mirada, recorría cada una de sus facciones. 

Su nariz.

Su cabello castaño. 

Sus mejillas sonrojadas. 

Y esa sonrisa. Esa sonrisa cálida que tanto amaba. Era tan pura cómo él, reflejaba calma y tranquilidad. Esa sonrisa le daba seguridad y le motivaba a querer mantenerla por siempre. Él hacía que las pequeñas cosas valiosas que Dios había creado, se reflejarán en la forma tan natural en la que las observaba. Definitivamente, él era un digno seguidor de Jesús.

UN LLAMADO PARA VOLVER A CREER [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora