CAPITULO|08

5.7K 582 109
                                    

Me duele, no tengo el control, acabo de permitir un muy grave error.

08|Amarte como nadie lo ha hecho. 

NARRA ISAAC.


—Perdón...

—¿¡Qué comsumiste, qué!?

Debería de haber evitado todo.

Soy un estupido.

—Unas bolsas —balbucea—, dos y unas pastillas.

¿Se había intentado matar?

¿Qué había pasado con lo que hablamos?

¿Me engañó?

Juliette estaba a punto de sufrir una sobredosis y yo no podía perdonarme lo estúpido que había sido. Tenía tanto tiempo intentando ayudar a alguien..., alguien que no quería dejarse ayudar. 

—Acabé todo mi sufrimiento.

—Comenzaste con el mío —dije aguantando las ganas de llorar.

Era su forma de ver la vida, la que la hacía retroceder.  La que no le dejaba superar cosas que le habían pasado. 

La tenía a mi lado tan vulnerable, tan extraviada en sus pensamientos. Estaba completamente desorientada, sin una brújula como guía. Sus mejillas estaban sin color, sus uñas estaban tornándose moradas. Mis llamados para mantenerla conmigo se perdían entre sus alucinaciones. 

El miedo comenzaba a escalar, oraba por ella, le rogaba a Dios porque no comenzara a convulsionar, sentía que moriría, sentía que se iría sin poder conocer de Dios, conocerlo como lo conozco yo. 

—Sara, tienes que mantenerte aquí —dije esperando una respuesta. No llegó, solo un gemido de dolor. Eso me alteró. 

La atmósfera en el auto había cambiado y no sé en qué momento había dejado de orar. ¿Qué me estaba pasando? Mis emociones se estaban interponiendo entre lo que debía hacer. 

No solía salirme de control, tomaba todo con calma, le dejaba las riendas de mi vida a Dios, se las tendía a Dios sin que pudiera importarme nada. Dejaba que el perfume se derramara y se extendiera. 

Sin embargo, las ganas que tenía por llegar al hospital me obligaron a aumentar la velocidad del automóvil. Sabía que era una velocidad peligrosa, pero, tenía la certeza de que Sara, comenzaría a tener una salvaje respuesta ante lo que había consumido. 

—Necesito ayuda —Su comentario llamó mi atención. 

—Perdón... No sé qué hacer —golpeé el volante del auto con frustración. No podría llegar a tiempo.

—Necesito que me ayudes... Sé que he sido la peor, pero ayúd... —antes de que pudiera finalizar lo que estaba diciendo, su cuerpo comenzó a sacudirse de una manera aterradora. Por instinto llevé mi mano hacia su corazón, pero no alcanzaba el volante.  

Consumido por el miedo y por no saber qué hacer, quité las manos del volante. La carretera era firme, así que no moriríamos. »Pensé, pero no me sentía muy seguro de ello. 

UN LLAMADO PARA VOLVER A CREER [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora