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El insoportable calor










¿Cuánto tiempo llevaba en Berck? Calculaba qué unos nueve días, poco más de una semana. Era de mañana, así que él sol no se encontraba tan fuerte a comparación de las tardes en la finca, Ereth le estaba enseñando a hacer sus nuevos quehaceres para ayudar en la finca, le indicó cómo limpiar los establos de los caballos mientras él los sacaba y metía a la mayoría al corral, dejando afuera a uno de pelaje marrón rojizo, luego, le dijo lo que tenia que hacer con la comida y agua, así él llenar el suministro de los caballos mientras Ereth arreaba a las vacas.

Poco a poco, fue haciendo todo según las ordenes de su primo, colocó las pacas de heno en un lugar especial para que comiecen los caballos, así como fue llevando de a uno bidones de agua para vaciarlos en su bebedero. Al finalizar estaba sudado y algo cansado, era su primer día y ya podía entender por qué su primo prefería usar franelillas a una franela. Dejó los bidones en el almacén y tomó un respiro en un canco cerca del corral de los caballos. Algunos estaban en movimiento, otros simplemente parados sin hacer nada y otros mordisqueaban las plantas que salía entre la arena. Había uno en especial, parecía ser el más imponente de todos, con su pelaje y crin tan negra como la noche, era el más aislado y estaba al fondo, como si no quisiese llamar la atención, aunque esto no funcionaba pues era el único negro de todos.

---Cansado--- afirmó Ereth con una sonrisa bromista, llegando en su caballo, luego de dejar a las vacas en su corral.

---El sol que empieza a hacer tampoco ayuda--- suspiró. Su franela tampoco, jamás había tenido la necesidad de tener esa clase de ropa fresca, si bien aveces salia a jugar algún deporte con sus amigos, una simple franela bastaba, pues el clima de Corona no era tan caluroso. No podía creer que hiciese tanto calor que sentía que su franela le azaba.

---Si quieres quitatela, mañana iremos a comprarte ropa más fresca--- su primo se bajó del caballo y le dijo que lo llevara a los establos mientras él se encargaba de los demás ---. Se llama Rompecráneos.

Le dio las riendas y fue hacia el corral. Hiccup llevó a Rompecráneos hacia el bebedero, sabía que muy probablemente tendría sed y su intuición no le falló. Ereth fue explicándole cómo sacarle el equipo de montar mientras metía a los demás caballos y así lo hizo, dejando más cómodo a Rompecráneos.

---Muero de hambre--- comentó Hiccup, guardando el equipo en su lugar.

---Yo igual, deben ser como las dos de la tarde, mamá nos regañara si no vamos pronto. "Tienen que comer, han estado toda la mañana bajo el sol y eso no les hace bien"--- imitó a su madre con una voz levemente chillona y mandona.

Ambos caminaron a la cada e Hiccup sintió la gloria cuando el fresco aire del ventilador le dio cuando entró.

---¡Hiccup, hijo, estas rojo!--- exclamó su tía Grace, escandalizada ---. Mijo, quítese esa franela, esta en su casa--- se volvió a su hijo, que se había escabullido en la cocina ---. Ereth Junior  Haddock, más te vale no hayas tocado la comida con tus manos sucias--- lo miró de forma severa, mientras su primo se encogía levemente. Realmente era gracioso ver a alguien tan grande y fuerte como él encogerse ante su madre que era varios centímetros más pequeña, aunque seguía siendo intimidante ---. Vayan a lavarse, los dos. Hiccup, ponte algo más cómodo, cielo.

Volvió a la cocina en lo que ellos se lavaban las manos. Antes, Hiccup fue a su cuarto, cerró las cortinas (por mera constumbre) y se quitó la franela. Buscó en el closet algo más fresco, pero realmente no tenía franelillas, a excepción de esa que usaba como trapo para limpiar la pintura del escritorio de su cuarto en la ciudad. Resignado, abrió el cajón donde guardaba sus cosas de arte y se colocó esa franelilla. Parecía un carnaval, llena de pinturas de colores por todos lados y algunos rotos por ahí. Se lavó las manos y su comida ya esperaba en la mesa redonda que había en un rincón de la sala.

---Gracias, tía Grace--- dijo antes de sentarse y comenzar a comer.

---No me agradezcas, hijo, estas en tu casa--- besó la cabeza de su hijo, a modo de despedida y fue a su cuarto con una revista en la mano.

---Probablemente pienses que es mucho, pero comelo todo, necesitas engordar un poco para que no se te compliquen tanto los quehaceres--- observó Ereth con preocupación.

La franelilla dejaba más al descubierto su flacucho y pequeño cuerpo. Sabía que lo decía con preocupación, pero no podía evitar sentirse mal el recordarlo. Habían varios factores que jugaban en su contra, no sólo el echo de que no comía del todo bien, comenzando por que él era prematuro, hasta sus malos hábitos.

Sonrió, rió y dijo que tendría en cuenta su consejo. ¿Qué más debía hacer? ¿Ofenderse por qué su primo le recordaba algo que no quería? No, él no lo sabía, y prefería que no lo supiese, estaba mejor así, sin muchas personas que supieran de su inseguridad.

CampoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora