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Tiempo con Ereth










---Sé que te gusta más la idea de pasar las mañanas con tus amigos, o incluso con cierta camarera en cierto lugar de empanadas--- le guiñó el ojo con una pequeña sonrisa ---. Pero hoy estarás conmigo mientras compramos algunas cosas.

---¿Y eso por qué?--- preguntó Hiccup, algo confundido.

---Te necesito, hermano--- se limitó a decir encogiendose de hombros.

Ereth Junior manejó la camioneta por la carretera hasta llegar al pueblo. Pasaron por varias calles hasta llegar al centro de Berck, donde estaba la mayoría de comercio y donde era más probable encontrarte con lo que buscabas. Fue difícil estacionar el vehículo en algún lugar, no porque hubiesen más carros en los puestos, sino porque habían algunas tiendas callejeras, de esas que son en un carrito y simplemente no podían taparlas por la camioneta porque el dueño se enojaba.

---Ven--- Ereth le hizo una seña para que lo siguiese, mientras salia de la camioneta.

Cruzaron la calle. Hiccup miraba a Ereth como si este estuviese loco, por el simple echo de cruzar sin siquiera ver a los lados, por cruzar tan lento y tranquilo como si estuviste en una pasarela.

---Cierra esa boca, que te entran las moscas--- bromeó.

Y no lo decía solo a broma, justo al lado había una pescaderia hedionda llena de moscas y una señora con cara de pocos amigos, que tenía en las manos una bolsa amarrada a un palo, paseandola de un lado a otro con su mano para espantar las moscas. Sabía que esto sonaría más que sifrino, pero simplemente le dieron ganas de vomitar.

Al primer local al que entraron fue a una tienda de ropa de segunda mano, habían dos accesos, el primero era de ropa de mujer, había un montón de maniquíes en la acera de mujeres bien delgadas y dotadas, con ropa pegada o pequeña, algo que en su ciudad se consideraría como "bulgar", mientras que en el segundo acceso había un montón de maniquíes grandes y musculoso y, desgraciadamente, esos bóxer horrorosos que exhibían en la vitrina como si fuese el último grito en la moda hacían que se les marcara demasiado ahí abajo. ¿Era normal sentir repulsión a eso?

---¿Qué talla eres?--- preguntó Ereth.

Realmente ni él sabía con certeza. Digamos, era considerado alto por el promedio de la gente, pero el echo de que tu familia midiese dos metros mínimos no era de mucha ayuda, así que alguien de su talla debía ser XL ¿no? Ahora, iba a ser otra cosa muy diferente si cualquier cosa que le pusiesen le iba a quedar más holgada que el carrizo.

---¿XL?

---Franelillas de esa talla. Hum, diría que también un par de bermudas frescas.

Al final Ereth le termino comprando tres franelillas, una blanca, otra gris y otra negra, así como dos bermudas con cordón en la cabera para ajustarlas. Las bermudas eran realmente horrendas, una era rosa fosorescente con palmeras negras y dos líneas amarillo chillón, la otra era verde lima y ya por eso le restaba menos mil puntos a su gusto.

(Esto es más de playa que otra cosa) quiso decir, pero no fue capaz ---Gracias por las cosas, no te hubieses molestado.

---No te preocupes, mano--- le revolvió el cabello de forma amistosa, mientras caminaban a otros locales ---. Has de cuenta que son una compensación por diecisiete años ausente.

Llegaron a una ferretería, donde Ereth le dijo al dependiente de la tienda que le llevara a ver los machetes. El señor los llevó a un pasillo lleno de utensilios de jardinería, palas, podadoras, etc. Cuando el dependiente los dejó solos, no, incluso antes, Ereth comenzó a tomar los machetes y menearlos por el aire con cuidado, observaba su calidad y cuál de todos los modelos se le hacía más cómodo de llevar.

---El otro está dejando de cortar bien--- explica ---, le hemos sacado tanto filo que esta más delgado que el papel, también. Lo necesitamos para cortar el monte o algunas frutas, ramas malas, etc. ¿Quieres cargar uno?

A ser sincero, siempre le dio curiosidad cómo se sentía cargar con uno, cada vez que iba a la ferretería e iban por el pasillo de herramientas para jardinería para comprar las pequeñas dijeras o mini palas de su madre, veía esa imponente herramienta y cómo su padre la manejaba con la mayor facilidad mientras su madre no veía. De pequeño la veía como un arma que podrían usar en su contra, pero ahora de grande... era lo más cercano que podría tener en su vida a una espada de lucha y no de decoración como la de su casa.

Tomó la que Ereth le estaba dando, él la cargaba con una sola mano, como si fuese un pequeño cuchillo el que le estuviese dando. Al tomarla él, tuvo que hacer un gran esfuerzo para que no se le cayese y, de inmediato, tomarla con ambas manos.

Ereth soltó una risita.

---Sé que nosotros los Haddock hacemos que se vea fácil, pero son algo pesadas--- dijo.

Hiccup sonrió de forma forzosa, mientras volvía a pasársela a su primo.

---Esta es cómoda, así que me llevaré esta--- comenzó a caminar a la caja ---. Te has portado bien, te compraré algo de la caja.

Para su suerte, no había cola en la caja, así que pagaron el machete rápido, con una bolsa de Pepito adicional. Volvieron a la camioneta y fueron de vuelta a la finca. Ambos se bajaron de la camioneta y fueron directo al depósito, donde Ereth reemplazó la vieja herramienta por la nueva.

---Oye, has estado toda la mañana conmigo, si quieres, luego de cortar el racimo de cambúr que quiere mamá puedes ir a donde quieras.

Hiccup sonrió, aceptando la propuesta. Fue a la cocina y salió por la puerta trasera de la casa, a un pequeño espacio donde habían algunos árboles frutales, entre ellos el de cambúr. Comenzó a cortar un racimo, aunque la tarea fuese realmente insignificante, sí se estaba esforzando un poco por cortarlo y no dañar la fruta en el proceso, además, la pequeña rama era casi tan gruesa como la parte acarotana del rollo de papel tualé.

Dejó el racimo en el mesón de la cocina junto al cuchillo, luego corrió a la moto que tenía estacionada fuera del pórtico de la casa.

CampoWhere stories live. Discover now