Capítulo tres.

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Desperté por la luz del sol que se colocaba a través de la ventana.

Abrí con molestia mis ojos, estaba en la sala, en el sillón. Me había dormido ahí, no recordaba muy bien como llegué ahí, solo recuerdo las hormigas en mi habitación y ya.

Me levante del sofá y un inmenso dolor corrió por mi cuello y espina dorsal, deteniéndose en mi glúteos.

Me queje del dolor, comenzando a caminar lento y con pasos torpes, no entendia por que me dolía tanto, pero supongo que es por que me dormí ahí sentado, y eso me afecto.

Lleve las maletas que tenia en la sala hacia mi habitación, ya no estaban las hormigas. Saqué mi ropa y la acomode en el closet que estaba ahí..

Esa casa lo único que no tenía era televisión, por que de ahí, no le faltaba nada. Todavía me asombra que este tan barata.

Luego de acomodar mi ropa y zapatos por colores, tome algunas prendas y me dirige al baño, que estaba pegado a la cocina. Tomé una ducha rápida, pues necesitaba llegar al trabajo ya.

Salí y me puse la ropa que escogí, una camisa negra que me quedaba grande y dejaba a la vista mis blancas y suaves clavículas, y un pantalón Jean, apretado pero no tanto. Pero si lo suficiente como para marcar mis glúteos.

Tome el celular y vi la hora. — ¡mierda! — exclame. Eran ya las siete con ocho minutos de la mañana, y la pastelería donde trabajaba abría a las seis y media de la mañana. Salí apresurado, tome las llaves que bangchan dejo colgando en la puerta ayer y salí.

Al salir vi muchos gatos en la calle, maullando en las puertas por comida, pero al parecer la gente aún no despertaba.

Los gatos negros corrieron a mi en cuanto me vieron, mientras los demás huyeron de mi. Raro.

Y no era que tuviera algo en contra de los gatos negros, no. Yo no era tan idiota como esa gente idiota y sin cerebro que odiaba a los gatitos negros, si son la cosa más hermosa del mundo.

Se restregaban en mis pies, con cuidado camine, para evitar pisarle la cola a alguno o alguna.

Una vez salí de ese ataque gatuno corrí hacia mi trabajo, pues estaba lejos y no podía tomar el autobús, porque hastag pobre. 

(...)

Estaba ya en el trabajo, atendiendo a los clientes, quienes no dejaban de llegar y pedir ordenes, unos para llevar y otros para comer ahí.

A diferencia de otros días hoy estaba un poco tranquilo.

Al llegar tuve que recibir un sermón por parte de mi jefe y también una amenaza con que si volvía a llegar tarde, me despedirán.

No era como si pagaran un millón ahí, pero si me despedían no tendría en que caerme muerto.

Seguí atendiendo a los clientes, quienes me miraban raro al verme cojear..

***

Eran ya las 2:00 pm, faltaba una hora para que el turno acabará y por fin pudiera irme a mi casa.

La pastelería estaba sin ningún cliente, por lo que mi amigo y yo nos sentamos a hablar en una de las mesas.

- dios mio Minho, me hubieras llamado, te hubiera invitado a pasar la noche en mi casa. — hablaba Felix.

- ya te dije que no me gusta molestar felix, además tu perro me odia. — felix soltó una gran carcajada al oír esto.

— mi perro ama a todos, simplemente tu olor a gato no le gusta. —

Fantasmas [Minsung ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora