Cambios no establecidos.

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Los rayos del sol anunciaban un nuevo día y con ello, el primero en despertar por lo molesto de los mismos ya que daban directamente a su cara, fue Raiden.

La cabeza le dolía considerablemente, haciendo que se cuestionara si había bebido demasiado anoche.

Conforme iba incorporándose, pudo notar que a su lado había una esbelta figura de proporciones bastante deseables a su vista, entre ellas, el perfecto espacio entre ese par de firmes pechos que podía verse gracias a la forma en la que le quedaba el kimono.

Iba a acercarse a sostenerla hasta que reparó en el hecho de que llevaba la misma vestimenta que el primer humano bajo el sol, Sasaki Kōjiro.

Palideció cuando vio la larga cabellera de la mujer exactamente igual a la del espadachín.

"Muy bien, bebí muchísimo anoche. Esto tiene una gran explicación pero volveré a despertar para corroborar que esto es un sueño. Uno muy retorcido"

Aunque, antes de regresar a dormir, tomó en una de sus manos uno de los enormes pechos del aparente Sasaki, maravillado con la suavidad del mismo pese a que seguía luciendo como una persona bastante mayor.

El cabello gris delataba su edad, pero no el físico.

"Si es un sueño no tengo que sentirme culpable de jugar con ellos un rato..."

Claro que sus esperanzas al igual que su extraño libido murieron cuando oyó un murmullo en chino y entonces supo que no estaba soñando, soltando espantado el redondo pecho que rebotó haciendo que la japonesa soltara un suave quejido de molestia por ello.

Raiden se talló los ojos con más fuerza ya que, frente a él, el famoso primer emperador Qin Shi Huang despertaba de su sueño. La ropa que había usado con anterioridad se resbalaba de su nueva apariencia, dejando a la vista del luchador dos perfectos senos junto a una pequeña cintura.

"Esto comienza a asustarme en lugar de excitarme"


-Maldición, no me había emborrachado tanto desde que lideré a mi ejército... -Si Raiden creía que las cosas no podían ponerse más extrañas, quedó atónito al ver al rey espartano siendo una mujer bastante curvilínea con un pecho imposible de no ver.

El sumo se frotó los ojos. Nada de lo que estaba viendo tenía sentido y su sangre se heló al ver a sus demás compañeros.

Con excepción de Nikola, el resto eran mujeres.

Él no diría nada si ninguno mencionaba algo, no quería pagar las consecuencias de lo que sea que hubiese pasado la noche anterior. De lo único que sintió alivio fue de saber que no se acostó con ninguno antes ni después de ello, en caso de que hubiera "interferencia divina" de por medio.

"Vivimos en un maldito lugar donde hay un grupo de dioses que deseaban nuestro exterminio. Es claro que lo que sea que haya pasado fue su culpa"


-Oye Raiden, pásame el vino para curarme la resaca

Leónidas soltó un bostezo. Era un soldado acostumbrado a beber como si no hubiese un mañana y solía curar sus malestares por ingesta de alcohol consumiendo más.

El aludido se quedó quieto con mirada de espanto, por lo que la ahora reina de Esparta se inclinó sobre él para llegar al vino.

No fue hasta que bajó la vista que pudo apreciar el enorme pecho colgando libremente que pegó un grito y con ello, el sumo supo que se encontraba en el infierno.

-¡¿POR QUÉ DEMONIOS GRITAS IMBÉCIL?! ARRUINAS MI SIESTA -Qin no lucía contento. Un rey no debía ser perturbado en su primer despertar y ya que aún se encontraba somnoliento, el grito femenino de Leónidas no fue bien recibido.

𝑺𝒉𝒐𝒘 𝑎𝒆 𝑳𝒐𝒗𝒆Opowieści tętniące ÅŒyciem. Odkryj je teraz