Desvaneciéndose en el gris

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"...No hay otro camino, no me dejes ir
No caves otra tumba hoy
Cometeré los mismos errores, nunca sabré
Quien era yo antes de desvanecerme en el gris..."

-The Grey, Bad Omens.


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Hera llevaba suspirando desde que regresó a su templo tras ver que su siguiente boda sería un trago amargo entre tanta variedad de lo que llevaba vivido, preguntándose internamente si debía oficiar esa unión o dejar que un cura lo hiciera puesto que se negaba rotundamente a cargar con la culpa de casar a Adán con el hombre que arruinó su vida y la de todo ser viviente que había tenido trato con él sentimentalmente hablando.


-El destino es una jodida perra y mira que yo sé de ellas porque soy una... -La diosa no necesitó mirar detrás de ella porque a su espalda, arrodillado y con la vista al suelo se encontraba Hermes, atento a cada palabra de la diosa y guardando silencio porque su trabajó allí era simple: oír a Hera, hacer lo que ella quisiera y valorar su vida lo suficiente como para no decir nada.


Si alguien le preguntaba al dios, prefería el trato de la ex esposa de su padre al que recibía de su tío Poseidón.

Aunque tampoco era algo que diría en voz alta porque entonces Hera sentiría que estaba siendo benevolente y por ello, cambiaría su convivencia para recordarle a todos quién era la diosa con corazón de hielo en el Olimpo.

Hera se quedó en silencio, deshaciéndose de su vestido para aparecer una fina bata de seda blanca aperlada sobre su piel, pasando sus dedos por las hebras doradas que conformaban su cabellera, mirando de reojo a Hermes que seguía mirando al piso, con una pequeña sonrisa entre sus labios puesto que sin necesidad de levantar la vista, conocía bastante bien la esbelta figura desnuda de la diosa más temida del panteón griego.

-No creí que Hera-sama fuera alguien a quien le importara un ser humano... -Hermes sabía de las concesiones que tenía la diosa con respecto a Adán, al punto que fue ella quién ayudaba al humano a proveer a su familia sin que él se diera cuenta tras su expulsión del Edén.


Los dioses les dieron la espalda pero ella fue incapaz de ello.

A ciencia cierta, nadie parecía conocer a Hera lo suficiente como para poder comprender las motivaciones de la diosa.

Ella actuaba de un modo enigmático que ni siquiera su amante en turno podía entender.


-Siempre estuve enamorada de Adán, por eso me pone furiosa saber que debo entregarle a Zeus un corazón tan puro y bondadoso como el de ella a un ser tan despreciable como él -Hermes alzó la vista cuando Hera le levantó el rostro, manteniendo esa sonrisa serena cuando se cuestionó en qué momento se había acercado tanto a él, dejando que ese iris dorado observara exactamente lo mismo que vio en días anteriores cuando su padre le mandaba a llamar -Dile a Afrodita que esta vez no me dé ninguna poción. Esa es mi pequeña venganza por todo el libertinaje al que me vi expuesta durante mi matrimonio con ese bastardo.


-Sí, Hera-sama -El dios se acercó valientemente para reclamar el extraño pago que Hera solía darle, ya que algo en él le decía que la diosa no estaría de humor para ir más allá de un beso, así que con cuidado de no ofenderla como en otras ocasiones, rozó sus labios saboreando el delicado gloss con sabor a granada de la mujer más extraña que había conocido.

𝑺𝒉𝒐𝒘 𝑴𝒆 𝑳𝒐𝒗𝒆Where stories live. Discover now