O6.

7.3K 583 112
                                    

Dejé que las burbujas trabajaran con la tensión que estaba atormentándome todos los músculos del cuerpo, tenía un rato ya con los ojos cerrados, dejándome llevar.

Al fondo sonaba After Hours, de The Weekend.

Era la quinta canción de él que se escuchaba, pero no había problema, pues Enzo preguntó si estaba bien antes de reproducir su playlist.

—No imaginé que fueras tan callada. —escuché a el chico decir luego de un largo silencio— Cuando Matías me contó sobre vos, soltó datos como si te conociera de toda la vida.

—No, no lo soy... —le respondí abriendo los ojos, e incorporándome.

—¿Tímida?

—Mmm...No, tampoco. —reí.

—¿No te caigo bien? —soltó sin más.

—Mmm... —musité un sonido fingiendo pensar mi respuesta.

—No, buenoooo....

Ambos reímos.

—Para nada, ni siquiera te conozco...yo creo que sólo...

—¡Ah, yo sé! —chasquea los dedos haciéndome sentir curiosidad por lo que diría—Yo te pongo nerviosa.

Mucho.

Pfff. —ruedo los ojos negando, y él suelta una risa.

—Es joda... Pero acá, hay una mucha gente a la que pongo así, sobre todo una chica. Ella a penas me ve, parece que viera a un monstruo. —me cuenta.

—¿Por qué lo dices?

—Se pone toda torpe y comienza a temblar.

Yo...¿Estás hablando de mí?

—... Para rematar... es mi fotógrafa. —se lamenta.

—Pobre...

—La entendés. —bromea de nuevo.

Suelto una risa un poco nerviosa, y después me animo a decir...

—Solo creo que me está costando adaptarme. No conozco a nadie de aquí, son amables conmigo, y todo eso, pero no sé... No me siento del todo cómoda sin alguien con quién pueda contar.

—¿Matías no es tu amigo? —pregunta. Enzo sabía la respuesta.

—Bueno... He charlado con él... Como una vez. Aunque sí, tienes razón, creo que él es lo más cercano a algo así como un amigo. —digo haciendo comillas con los dedos—. Ha sido el único que se ha interesado en acercarse.

Enzo guarda silencio unos segundos, y da un trago a su bebida.

—Te traigo a casa... Cargo tu bolso... Te invito a mi fiesta de jacuzzi... Estamos hablando por segunda vez, y no hay nadie más que esté interesado en hablarte a parte de Matías ... —dice fingiendo que eso le da un dolor, y pone su mano contra su pecho.

—No me digas, ¿Tú lo estás? —me atrevo a preguntar.

Clava su mirada en mí de nuevo unos momentos, es algo que parece le gusta hacer muy seguido. Los nervios regresan a mi cuerpo, pero aún así no dejo de verlo de regreso.

—Lía, ¿Sabes nadar?

.

—Una, dos... ¡Tres!

Me sumerjo deprisa en la piscina, e intentó apoyarme de la pared para ganar un poco de ventaja, pero de nuevo, la fuerza que hacía Enzo me quita velocidad. Y gana una vez más.

Al salir del agua bastante agotada, Enzo reposa en la orilla exagerando su tranquilidad.

—Tramposo. —me quejo lanzándole agua a la cara con mis dedos—. Mides como tres metros.

—Claro, eso es lo que diría una perdedora.—ahora él me lanza agua a mí.

—Última.

Enzo suelta una gran carcajada.

—¿No te cansas de perder?

—¿Ni ti cansis di pirdir? —lo imito poniéndome en posición para empezar, y seguido de mí, lo hace también.

—Uno...dos... Bien, esperaré cinco segundos aquí y después...

—¡Tres! —dije aprovechando su distracción, y esta vez. No hubo presión del agua.

Nadé desesperada hasta que mi cabeza topó contra los azulejos, y deprisa saqué las manos para alzarme.

—¡Gané, gané! —grité con emoción en cuanto vi a Enzo salir del agua.

—¡Sí, ganaste! —dice con evidente sarcasmo— Lo que no sabes, es qué tomé una re siesta en medio de la piscina.

Solté una carcajada, sin darme cuenta los nervios que me calcomanía hasta la voz hace rato, habían desaparecido.

Quizá era el agua, tal vez llevaba días muriendo de estrés, tal vez había tenido trabajo hasta para repartir, tal vez no había dejado descansar mi mente los último días... O tal vez solo la estaba pasando bien con él.

—Necesito ver mi teléfono. —digo saliendo de mi burbujita de diversión—. No dudo que ya me hayan enviado algún correo.—

—¿A ti también te joden con eso? —dice refiriéndose a los e-mails que llegan casi diario, sobre indicaciones, o cosas de trabajo. Y que para acabar, todos tenían que ser respondidos.

—También.

—Entonces creo que yo haré lo mismo.

Con ayuda de mis manos, apoyo mi cuerpo para intentar salir, pero la orilla queda a muy alta.

Intenté una vez más, pero a penas y lograba sacar mi pecho.

—Yo voy por allá. —digo nadando en dirección al jacuzzi.

—El cambio de temperatura te puede hacer daño, ven. —me detiene sujetándome de un brazo, y arrastrarme justo frente a él.

Y en un movimiento rápido, que no me permitió ni digerir lo que pasaba. Toma mi cintura con ambas manos, ellas casi me rodean por completo. Me alza, y por impulso pongo ambas manos sobre sus hombros, unos hombros grandes, y muy marcados.

Me coloca sobre la orilla, no lo suelto, y no me suelta tampoco.

Gracias a Dios el calor y la actividad que recién habíamos tenido, me tenía con las mejillas muy coloradas desde hace rato. Sino hubiera notado lo mucho que me hervía la cara, pues me tenía frente a la suya, mirándome.

—El reflejo del agua vuelve tus ojos mucho más claros... —dice concentrado.

—Bueno... No tanto, solo...

—¡Che, Enzo! —la voz de alguien adentrándose en el salón, nos hace separarnos de golpe.

¿Qué estabas pensando?, ¿Por qué no lo soltaste?

Me regañé, había actuado tan confianzuda. Enzo ni siquiera era mi amigo, solo era un chico amable, que encontré aquí de nuevo por casualidad.

A mí lado lo vi salir del agua en un solo movimiento. Rápido, y podría decir que hasta nervioso.

Segundos después, apareció quien estaba llamando a Enzo.

Y para su suerte, era Esteban.

Y... Estoy hablando solo de la suerte de Enzo.

.
.
.
.
.

JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora