34.

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Todos, incluso Enzo, sabemos con seguridad que si Lía hubiera estado frente a él como lo está ahora, y la situación fuera diferente, el chico no hubiera tenido mucho control.

Pero Enzo no era ningún necesitado, y sabía con sensatez cuando esos pensamientos no iban a la situación. Sabía respetar, separar los tiempos, y hacer las cosas con consentimiento.

Por eso en ese momento razonobana, en que si era capaz de controlar un instinto tan natural...

¿Por qué no fue capaz de no sentir atracción por la chica de su amigo?

Mientras observaba a Lía dentro de la tina, con el cabello mojado y pegado a su rostro, sin una sola de maquillaje encima, y viéndolo con un semblante como de agradecimiento por la atención, aceptó muchas cosas. Muchas cosas que fueron obvias desde el primer día que se topó con ella en los camerinos.

Enzo no sentía algo por Lía, al menos no algo muy profundo. Le gustaba, era una chica que le gustaría a cualquiera, pero Enzo empezaba a darse cuenta de que su atracción iba más allá de la superficialidad, iba más allá de lo linda que Lía pudiera ser, pues su personalidad tenía algo que lo envolvía, algo que lo llenaba de interés, que lo arrastraba a no poder envitar sentirse celoso de Matías. Por más que no quisiera aceptarlo.

Mientras veía con atención como gotitas de agua rodaban por su rostro, recordó el día que su amigo le contó que la besó, dijo detalladamente que Lía lo disfrutó tanto como él. Enzo no pudo evitar sentir celos, y mientras la observaba preguntarse, ¿Qué podría ofrecerle Matías que él no? Era bien sabido que de todos los chicos, Enzo y Felipe eran los que mejor besaban. Además de ser más carismático, tener más facilidad a la hora de seducir, bueno, igual y hasta más guapo.

Mientras el chico se adentraba en sus pensamientos, una parte de su cabeza pudo sacarlo de ahí, y reaccionar de inmediato cuando vio a Lía.

—¡Hey! ¡Lía! —tan rápido como pudo se arrastró hacía ella para acercarse a su rostro y tomarla de las mejillas— ¿Lía qué pasa? No... No, no te duermas.

A penas sintió la piel de la chica, pudo notar la temperatura corporal extremadamente baja que tenía, sus labios estaban pálidos, y la veía esforzarse por abrir los ojos.

—... La puta madreee, Lía. —gritó frente su rostro sacudiendo sus hombros, y empezando a alterarse—. No, no, Lía no te dejes caer, necesito sacarte de acá, ayúdame.

En un momento de desespero que no le duró mucho, recordó que los síntomas que la chica estaba presentando, eran los mismo que casi todos sus amigos ya habían tenido antes. Dificultad para mantenerse consciente, vómito, frío, todo eso que los había hecho terminar en un hospital, era lo que ocurría.

Una vez supo como eran las cosas, e centró en lo que haría, y con agilidad tomó una toalla de baño, para cubrir el cuerpo desnudo de la chica dentro de la tina, y sacarla de ahí.

Jamás miró demas, y se procuró de no tocar.

Lía era muy pesada, tampoco muy alta, pero era difícil sostenerla sin que se resbalara, o sin que la toalla de alzara.

Enzo volvió a tenerla entre sus brazos, y en medio del cuarto de baño, pensó en la forma más fácil para poder llevarla hasta al hospital más cercano.

¿Llamar a Matías para que me ayude?

No.

No quería hacerlo, Enzo sabía lo que tenía que hacer, así que no necesitaba mucha ayuda.

—... Lía, agarrate de mí. —pide sosteniendo sus manos con fuerza y colocándolas al rededor de su cuello—. No pasa nada linda, no te asustes.

En pequeños fragmentos de tiempo, la chica intentaba abrir como podía los ojos para ver qué pasaba, pero no duraba mucho. Solo escuchaba a Enzo darle indicaciones, y sostenerla con fuerza, con mucha fuerza.

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JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora