43.

1.4K 130 27
                                    

La palma de Enzo cubre casi la nuca entera de Lía. Gracias a eso tiene todo el control de su cabeza, así ambos se miran con atención en medio de aquella oscura habitación, que tiene miles de sentimientos a flote.

Sus respiraciones son tan aceleradas que chocan con fuerza entre sí, sus labios entre abiertos queriendo decirse tantas cosas. Los ojos de Lía hipnotizando a Enzo con descaro, mientras el tacto que él le brinda, la pone totalmente desconectada de la realidad.

Ni siquiera son conscientes de en que momento la conversación se convirtió en dicha escena. Pero decidieron correr el riesgo sabiendo la tentación que existe entre ambos. Dejándose llevar así por la oportunidad, y convertir un simple abrazo de ánimo, en un juego de miradas, que saben bien a donde empieza a llevarlos.

—Lía. —Enzo se atreve a murmurar su nombre luego de un largo rato de silencio.

Un silencio que buscaba, alguno de los dos dijera algo sobre lo que estaba ocurriendo.

Su voz detiene los latidos de su corazón.

Pero se deja llevar por esa tranquilidad que siente cuando Enzo desliza su otra mano hasta su mejilla, para acariciarla con cuidado, mientras la mira. Lía estaba casi segura de que está cayendo en una gran trampa de manipulación de la que no podía salir, y aunque por una parte tenía razón.

Por otra, está también frente a un Enzo que jamás en su vida había sentido lo que estaba sintiendo justo en ese momento.

—No, Enzo... Perdón. —su disculpa es forzosa, al igual que su 'No'.

De igual manera intenta retroceder con solo una idea clara en la cabeza. Y es que a pesar de lo que se había sabido de Matías recientemente, ellos seguían teniendo cierto compromiso, y no iba a hacer las cosas peor de lo que ya las había hecho.

—Lía... —musita bajito. Sostiene su rostro con algo de fuerza para evitar que se aleje demasiado, y sigue diciendo—. Llevas tanto tiempo... Dándole vueltas a todo esto...

Lo que Enzo menciona, es como una puerta secreta que se abre en la cabeza de Lía, haciéndola ver y conocer sentimientos e ideas que su mente ha bloqueado por mantener su moral, por mantener su postura sobre lo terrible que es... Sentir algo por el mejor amigo de Matías.

—Esto no está bien Enzo... —murmura cerca de su rostro. Sintiéndose tan débil entre sus brazos—. Estoy saliendo con Matías... Tú y yo no podemos tener nada, y probablemente después de esto... Después de Matías, siga siendo igual.

Aclara, y tiene razón. Pero en ese momento, le gustaría un poco no tenerla.

—No tenés que explicármelo con manzanas Lía... Tengo muy claro que lo querés. —suelta en un suspiro—. Y que él te quiere a vos.

—¿Y crees qué no te quiero a ti?

La pregunta suspende los ánimos en la habitación.

Enzo jamás esperó tener que responder algo así, jamás se planteó que Lía lo quisiera como tal.

Retrocede desconcertado, teniendo un millón de pensamientos que le atacan la mente al mismo tiempo, y el principal es que Lía, definitivamente no podía querer a alguien como él, nunca.

Con torpeza intenta formular algo para decir, pero falla.

—... Yo también siento que lo que hay entre tú y yo es algo distinto, Enzo... Algo que no había sentido antes. —confiesa—. Pero... no hay forma de que termine de convencerme.

Aunque su respuesta no fue ni un poco concreta, el corazón de Enzo se agitó. Pues Lía lo quería, y simplemente no podía creerlo.

—¿Cómo lo sabés si no me das la oportunidad ni de acercarme? —pregunta— ¿No tenés el valor?

Lía toma un largo respiro, el ambiente es tan bochornoso y tenso, que estaba empezando a asfixiarse. No sabe con claridad lo que piensa, y teme que de su boca salga algo demás.

—No sé que es lo que siento Enzo, no puedo asegurarte lo que siento por ti.

Niega retrocediendo, decidida a salir de ese lugar. Pues forma en que la mira empieza a generarle múltiples sentimientos, que no es capaz de soportar.

—Lía, dame una oportunidad. —cuando la chica pasa a su lado para ir hacia el corredor, aprovecha para detenerla por el brazo, dejándolos frente a frente, para seguir diciendo—. Solo una, y te juro que si no sentís algo más. Te dejo tranquila.

—Enzo, yo... —masculla. Aparta la mirada tartamudeando, hasta que la interrumpe.

—Una, Lía. —repite—. Antes de que sea definitivamente incorrecto.

—Esto no es un juego. Mucho menos un experimento para ver con cual de los dos me entiendo mejor. —mientras habla. El chico puede notar la inseguridad de su voz.

—¿Quién dice que quiero jugar con vos? —cuestiona. Cuidadosamente regresa ambas manos al cuerpo de Lía, poniéndolas sobre su cintura— Pero francamente decime... ¿Cuándo me tenés enfrente, pensás en él?

—No me lo saco de la mente ni un segundo, Enzo. —responde sincera. Sin rodeos.

Enzo asiente, lleva la mirada a otro lado solo un segundo, para después volver a preguntar...

—¿Y cuándo estás con él pensás en mí?

Lo hace. Ambos saben que lo hace, así que no espera una respuesta para volver a preguntar...

—... ¿Qué pensás de Matías ahora, eh?

Lía busca deprisa dejarlo de ver a lo ojos. Poniéndose igual de nerviosa que siempre, ante dichas dudas.

—Basta Enzo. —pide removiéndose sobre sus brazos, disgusta del lugar hacia donde va la conversación-. No vamos a llegar a nada.

—Llegamos hasta ahora, Lía. No me pidas que me retracte, te estoy siendo honesto. Me gustas.

Soltó si más lo que él mismo estaba dándole vueltas, haciendo que la chica suspire cerrando lo ojos, negada a escuchar lo que dice. Indispuesta a tener que sentir responsabilidad con Enzo sobre sus sentimientos, pues sabía bien que ella había permitido que las cosas llegaran hasta ahí.

—Estás... Estamos... —aclara—... confundidos, fue culpa de la cercanía, esto no tiene que ser así...

—Lía.. —pronuncia en un tono aún más suave, intentando ayudarla a aclarar sus ideas—. Pero si vos misma acabas de decir que lo que hay entre nosotros es algo distinto.

Enzo la apega a su cuerpo en un abrazo en cuanto termina de hablar.

Un abrazo cálido, sincero, con toda la intención de tranquilizar a la chica, quien sentía explotar de tantas cosas que pensaba, de tanto que quería decir... Hacer. No cabía duda que de alguna u otra manera, Enzo siempre termina volviéndola loca.

Sacándola de sus cabales, como en ese mismo momento, donde su cerebro flaquea, y sin pensarlo dos veces, lleva ambos brazos al rededor del cuello de Enzo, para besarlo.

.

.

.

.

JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora