32.

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El segundo siguiente después de eyacular para los chicos solo hay dos opciones. 

La primera, es sentir ese rechazo inconsciente por el cuerpo con en el cual terminaron.

La segunda es todo lo contrario; y también la que tomó Matías.

Esa consiste en un impulso inmediato de querer quedarte ahí, de ser capaz de escuchar más allá de tus deseos carnales, y dejarte llevar por esa calidez y paz que el cuerpo busca por naturaleza al terminar.

Fue lo que él eligió, por esa razón es que terminó por quedarse dormirdo sobre el pecho de Lía como un bebé, mientras ella le acariciaba el cabello. Lía se mantuvo unos minutos más mirando al techo de la habitación mientras pensaba, deseando internamente y con todo su corazón, que esa vez, su primera vez, no fuera un mal recuerdo, ni algo que hiciera a Matías alejarse de ella.

Para su sorpresa, al despertar, incluso cuando la euforia de lo sucedido regularmente desvanece, él seguía a su lado, viéndola de la misma forma de siempre.

Cuando los ojos de Lía empezaron a entre abrirse al amanecer, lo primero que pudo divisar fue a Matías, él estaba fumándose un porro sobre el pequeño sofá que daba vista al balcón, y tumbado ahí, parecía contemplar la fresca mañana de ese día.

Fue el sonido de Lía estirando sus músculos lo que hace a él voltear a verla. Se alza apagando su cigarrillo, y se tumba en su lado de la cama, mientras Lía lo recibe con una sonrisa muy dulce, que para Matías, fue el mejor "buenos días" que pudo tener.

Los primeros segundos al despertar son de total timidez y vergüenza para Lía, a penas estaba acostumbrándose a ese revuelo de emociones, y empezar a sentir su cuerpo casi desnudo debajo de las sábanas, mientras era observada. La pusieron roja como un tomate.

Mantienen silencio por un rato, ambos seguían medio adormilados como para empezar a formular una conversación.

Pero a pesar de sentir ese cosquilleo fuerte de nervios en sus estómagos, no eran tan grande como para ponerlos tímidos, o evitarse, al contrario. Matías la acurrucó cerca de su cuerpo, para que así ambos pudieran retomar un poco de confianza, antes de tener que formular una conversación.

Ella alza solo la vista para verlo mientras lo abraza, era muy reconfortante estar entre sus brazos, y poder saber que no solo el polvo de anoche había salido bien, sino que eso los ayudó a poder tocarse con mucha mas confianza de la que ya se tenían. 

El silencio no es incómodo, los mantiene en un ambiente de serenidad, que les da el espacio necesario a cada uno para analizar sus emociones, y meditarlas.

Lía no paraba de pensar, "Matías no tomó sus cosas, ni se fue".

Pues luego de escuchar miles de malas experiencias, la noche anterior, antes de dormir, ella estaba segura de que el chico no estaría al despertar, que probablemente no se volverían a ver, o como mínimo, Matías ya no sería el mismo. Pero no era así. Además de quedarse a su lado, tampoco dejó de sentir algún tipo de deseo o emoción sobre Lía, luego de lo que pasó. Algo que suele ser muy común después de encuentros que ocurren por mera "casualidad".

Él seguía viéndola con los mismos ojos. Literalmente.

Y ese fue el momento donde Lía entendió que lo de ellos dos, tenía posibilidades para más, para mucho más.

—¿Tenés algo que hacer hoy? —cuestiona Matías tosiendo un poco para aclarar su garganta, rompiendo con el silencio.

—Nada, las piernas me están matando. —responde bajito, aún contra el pecho de el chico. 

Matías ríe gustoso, y un poco burlón voltea a verla.

—Y bueno, es que anoche paraste de brincar hasta que no diste para más. —recuerda. Automáticamente recibe un golpecito en el brazo, y ambos carcajean—. Pero es verdad.

JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora