Capítulo 28: Bebés

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Taehyung


—No tengo ni puta idea de cómo lo haces, pero eres increíble —le dije a Jimin, después de cerrar la puerta de mi dormitorio para más privacidad.

Durante la cena, el enano se ganó a mis padres. No le costó el más mínimo esfuerzo.

Era dulce, atento, bromeaba y encantaba a todos con su risa cantarina y su sonrisa cautivadora. ¿Quién mierda podía despreciarlo, si era perfecto de pies a cabeza? Rubio, con su brillosa piel de porcelana, mejillas coloradas y mirada coqueta, una cosita educada y atenta, capaz de engatusar.

No podía creer que incluso mi padre hubiera dejado de lado su desprecio por los homosexuales para pasar a conversar animadamente con él durante toda la velada, preguntándole más cosas sobre las empresas de sus padres que sobre su vida. Mi madre no se quedaba atrás, porque si había alguien que podía discutir sobre moda y tendencias a la par que ella, era mi novio.

Y claro que Jimin se daba cuenta de dónde estaban las oportunidades para tomarlas. Dejó satisfecha la curiosidad de mi padre sobre lo que tenía a su disposición sólo por ser un Park, le prometió a mi madre conseguirle el bolso agotado de una marca costosísima y se sumó puntos extras como yerno al demostrar que no sólo era una cara bonita, sino que escondía una gran inteligencia.

No lo admitiría delante suyo, pero eso era lo que más me cautivaba: que no hubiera nada imposible para él, podía amañarse para conseguir lo que fuera. Si él quería que sus suegros lo amaran, ahí iban mis padres a besarle el culo; si quería estar de novio con dos chicos, los convencía de tener una relación poligámica. ¡Qué hombrecito!

—Supongo que sé leer a las personas —se defendió, lanzándose directo a mi cama, donde rebotó contra el colchón y desacomodó las sábanas recién arregladas por la mucama.

Me fui acercando a él y tragué saliva cuando se fue despojando de su ropa. No sé de dónde cojones sacó esa camisa, el pantalón de vestir y los zapatos elegantes del interior de la pequeñita valija de mano que trajo para tres días. Uno abría esa valija y podía apostar a que habría cualquier cosa que el enano necesitara. Era una especie de agujero que conectaba con su armario, a mí no me iba a engañar.

Su torso sonrosado y desnudo se estiró en la cama. El vino lo tenía adormilado, mimoso como un gatito. Apenas una copa lo dejaba dócil.

—Casi no hablaste durante la cena —se quejó.

Me recosté contra el respaldo de la cama, a un lado, y él no tardó en invadir mis piernas para sentarse encima.

—Prefería dejar que te lucieras, bebé. Ni siquiera necesitabas mi ayuda para defenderte.

Pasé las palmas abiertas sobre sus muslos, sintiendo la suavidad y el grosor de sus cuádriceps. Acaricié más hacia arriba, hasta llegar a ese buen culo que tenía, cubierto por una ínfima tanga masculina de encaje. Lo amasé con fuerza, sonriendo por el puchero que me dedicó.

—¿Crees que les caí bien? —preguntó, con un tono inocente. Se mordió el labio inferior, como si estuviese rememorando en su cabeza las conversaciones durante la comida, cuando en realidad empezó a frotarse con total descaro sobre mi polla.

Se me escapó un jadeo. El maldito empezaba a juguetear haciéndose el niño bueno y ambos sabíamos que no era más que un provocador nato.

—¿Estás bromeando? En cualquier momento me patearán a la mierda y te adoptarán como hijo —sonreí, dejándome llevar por la exquisita sensación que me producía.

La fricción contra la tela de mis vaqueros causaba un roce que fue empalmándome cada vez más. Jimin lo notó e incrementó la velocidad, sumando un movimiento sensual de caderas y húmedos besos a lo largo de mi cuello, haciéndome cosquillas con su respiración.

Before the baby ║ Kookmin/VminWhere stories live. Discover now