Capítulo 7: Primer Día

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La alarma de mi celular no sonó a tiempo y estaba como loca preparando la bañera para tomar un baño antes de irme. Jax quedó en esperarme para que me fuera con él al edificio donde quedaba su oficina principal.

Eran las siete y media de la mañana, yo no había ni desayunado. Me miré en el espejo del baño y mi cabello estaba hecho un desastre, también tenía un poco de baba en mi mejilla.

Solté una larga bocanada de aire porque me hice la importante la noche anterior hablando con Jax, diciéndole que no se preocupara porque haría excelente mi trabajo.

Iba a llegar tarde.

Hasta él iba a llegar tarde por mi culpa.

Tomé el baño más rápido de mi vida, de inmediato me coloqué el uniforme que el hombre me había preparado. Era lo único que había en el armario... Miré las prendas con algo de desconfianza.

Me las coloqué sin dudar más, luego procedí a volver a verme en el espejo para comprobar que no estuviera mostrando mucho. Consistía en una falda de tubo, pero mucho más corta que las que usaba en mi antiguo trabajo, me llegaba por encima de las rodillas. Junto a una blusa blanca de tirantes que se ajustaba a mi torso, contorneando y haciendo que mis pechos se vieran prominentes y redondos.

Por lo menos esa falda tenía un bolsillo donde podía guardar el celular. Los tacones también me quedaban a la perfección. En cuanto terminé de arreglarme, sin una gota de maquillaje porque no me dio tiempo, tampoco me pude peinar, por lo que salí casi corriendo de la habitación.

Bajé las escaleras y en la salida me estaba esperando un Jax con una expresión divertida, victoriosa por sentirse superior a mí. Eran ya las ocho y quince de la mañana.

Esperaba que estuviera molesto.

—¿Llegando tarde el primer día, Oriana? ¿No que eras muy aplicada? —inquirió, alzando una ceja.

Esperé un momento para tomar el aire que me faltaba por haber hecho todo a prisas.

—Fue mi error, ¿vale? No sabía que mi alarma no sonaría —defendí, soltando mi cabello para intentar peinarlo con mis dedos.

—Tengo un peine en el auto, puedes arreglarte un poco esa melena, pareces una leona —comentó, abriendo la gran puerta.

—Gracias, no lo sabía —dije, con sarcasmo.

Él empezó a caminar y lo seguí porque no conocía mucho el lugar. En cuanto atravesamos la puerta, lo primero que vi fueron a los mismos guardias de anoche, me preguntaba si acaso dormían. Llegamos al auto y nos subimos, con los rayos del sol el color negro brillaba con intensidad.

Él no perdió su caballerosidad y me abrió la puerta del copiloto, le agradecí con una sonrisa forzada. Se subió en el asiento de conductor y no tardamos en salir del terreno de su mansión.

Pasamos por una larga carretera sin ningún alma en pena, rodeada de árboles y animales como ardillas, pájaros, venados, etc. Hasta que llegamos a la vía principal en donde transitaban con regularidad. Me había dado el peine que prometió y con velocidad desenredé mi cabello.

—¿Estás preparada para tu primer día? No te torturaré mucho, estarás conmigo en mi oficina —comentó, con la mano en el volante.

—Que considerado eres, pero ya te dije que puedo apañármelas sola —mascullé, mirando al frente.

—No seas tímida, Oriana. Sabes que no seré un villano contigo como lo fue Richard, dime, ¿qué hiciste exactamente para que te despidiera? —cuestionó.

—¿No que sabes todo sobre mí? —inquirí, cruzada de brazos.

—Sí, pero no detalles pequeños.

Salvada por el CEO [COMPLETA] Where stories live. Discover now