Capítulo 20: Sorpresa

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Al final tuve que aceptar la cita que me propuso Jax para poder tener el día libre, aunque dudaba a dónde me llevaría. Por más que le pregunté no me dio respuestas como era típico en él.

Ya el esperado día había llegado, no sería mi primera cita, pero ¿Cuándo fue la última vez que tuve una? ¿A mis dieciocho? No lo recordaba con claridad, solo que había sido la peor porque el chico quedó en que pagaríamos todo a mitad-mitad, y al final se hizo el desentendido diciendo que se le olvidó la cartera.

Para mí fue un fiasco total, a parte de que era un egocéntrico que compartió conmigo unas pocas palabras. En fin, ya me encontraba arreglada, eran las diez de la mañana y la verdad no pude dormir mucho la noche anterior gracias al insomnio que me provocó haber tomado una siesta en el día.

Tampoco tenía sueño.

Mi atuendo consistía en un vestido largo pegado a mi cuerpo, con una abertura del lado derecho de mi pierna, color rojo puro al igual que mis labios y tacones. Mi cabello Teresa se encargó de arreglarlo porque le comenté la cita que teníamos, a saber qué tramaba ese hombre.

Le mujer hizo que mi cabellera pasara de ser lisa a estar ondulada como si de una modelo se tratase. Me veía perfectamente esbelta y sensual. Cualquiera caería ante mí y no dudaba en que Jax lo hiciera mucho más.

Abrieron la puerta de mi habitación, me sobresalté porque el único que nunca tocaba y entraba como si fuera su casa (lo cual sí era pero no tenía un poquito de respeto hacia mi privacidad) era Jax. Su semblante curioso al verme hizo que me topara con sus verdosos ojos.

Su cabello estaba despeinado, no era costumbre verlo casual, tenía puesto un short corto playero con estampado de flores y encima una camisa simple color blanco. En sus pies llevaba sandalias... Lo miré confusa porque su vestimenta no era elegante como la mía.

—¿Qué haces vestida así? —preguntó.

—¿No que una cita? —indagué, de brazos cruzados—. A parte, Teresa me dijo que debía verme especial.

—Oriana, no le conté a dónde te llevaría, supongo que ambas pensaron que sería al restaurante más caro ¿No? —resopló, negando con la cabeza.

—Pues... ¿Qué otro lugar podía ser?

No entendí nada.

Él me miraba como si yo estuviera equivocada en todo y eso en parte me molestaba, me hacía cerrar los puños con fuerza al lado de mis caderas y querer morderme el labio.

—Cámbiate, ponte algo simple y no olvides incluir el traje de baño —Me guiñó un ojo.

Sacó unos lentes negros de su bolsillo para colocárselos.

—¿Iremos a la playa? —cuestioné.

—Es una sorpresa, cariño —respondió y sin esperar respuesta se marchó, no sin antes devolverse y agregar—: Estaré detrás de la puerta esperando que estés lista, más te vale apresurarte porque puedo entrar en cualquier momento.

Bufé.

Me frustraba a veces su forma de actuar conmigo, muy confianzudo. Pero hice caso a lo que me pidió y procedí en quitarme el maquillaje que tanto me costó hacer, luego dejé caer el largo vestido al suelo, quedando en ropa interior, no sin antes haberme desecho de los tacones. Por lo menos me pidió que usara ropa cómoda.

Escogí una franelilla rosada, un short ultra corto playero que me llegaba casi en el inicio de los muslos, y no pude olvidar las sandalias que solía usar a diario en casa. Debajo de esas prendas incluí mi traje de baño favorito, consistía en dos piezas color azul marino un poco opaco, pero me hacía ver sexy.

Salvada por el CEO [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora