Capítulo 28: Deseo

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Dejé que el agua de la bañera me envolviera por completo y preparara mi cuerpo para lo que se avecinaba. En ese momento estaba dudando, tal vez hice mal en invitar a Jax a mi habitación con intenciones ocultas que no le demostré.

Pensé que mi mente sería fuerte en decirle que sí quería casarme con él, que aceptaba la tan ansiosa propuesta que me hizo hace un tiempo, cuando me encontró vagando por las calles de la ciudad.

Fue el hombre que me salvó de morirme bajo un puente, el que me dio una segunda oportunidad de vida, a pesar de que esta había sido arrebatada por Richard... Cuyo nombre todavía me hacía hervir la sangre y que se me forme un nudo en la garganta por la repulsión.

¿En qué momento cambié de opinión? Tal vez al darme cuenta que Jax no buscaba hacerme daño, no era una amenaza como pensaba al principio. Quería ayudarme de verdad, cabe la posibilidad de que me estuviera ocultando algo más sobre el compromiso... Pero a esas alturas ya confiaba lo suficiente en él como para imaginar que estaba jugando conmigo, o me utilizó para un beneficio propio.

Mi mente idolatró a Jax para pensar que no era un tipo egoísta.

Froté la esponja en mi piel, enjabonando cada zona con sutileza para luego echarme agua encima.

Terminé y me levanté dispuesta a vestirme con mi pijama. Una camisa holgada junto a un pantalón corto que me llegaba por arriba de los muslos. No me coloqué brasier, de todas formas planeaba dormirme luego de mi reunión con Jax para darle la noticia que lo haría saltar de alegría.

Me senté en la cama para peinar mi lacio cabello hasta que me sobresalté en cuanto abrieron la puerta casi de un golpe. Contuve la respiración, pero me percaté que se trataba del hombre que estaba esperando.

¿Quién más entraría sin tocar?

—Veo que no aprendes a tocar la puerta, Jax —resoplé, pasando el peine por mi cabello.

—Tal vez no sepa, pero sí que sé tocar otras cosas, Oriana, si me lo permites —dijo, en tono burlón, con ambas manos en la cintura.

Una sonrisa divertida se formó en mis labios. Definitivamente ese hombre era un caso perdido con sus chistes de doble sentido que carecían de lógica.

—Adelante, si quieres que te dé una patada en los testículos por abusar demasiado de mi confianza —mascullé, comprimiendo una sonrisa.

Él se carcajeó, caminando lento hasta sentarse a mi lado en la cama. El hundimiento del colchón hizo que me diera cuenta de lo cerca que estábamos, aun así decidí ignorar su presencia para no perder la calma en ningún momento y hablarle con claridad, sin tartamudeos.

—Eres muy ruda, Oriana. Pero ambos sabemos que no puedes resistirte ante mí —alegó, con aires de grandeza.

Esta vez yo reí muy fuerte.

—Por supuesto, Jax. Es justo como lo dices, me derrito cada vez que me pasas por el lado —dije con sarcasmo, siendo un poco dramática.

Dejé el peine en la mesita de noche para apoyar ambas manos en el colchón y girar mi cabeza para mirarlo.

—Bueno, dejemos las bromas. A lo que vine. ¿No tenías una sorpresa para mí? —inquirió.

—Este... Bueno... —carraspeé—. Quería hablarte sobre mi decisión en cuanto al matrimonio.

Él abrió los ojos como platos, no se esperaba eso. Ladeó su cuerpo en mi dirección para prestarle total atención a mis palabras.

—¿Ya tomaste una decisión? —Tragó en seco.

Salvada por el CEO [COMPLETA] Where stories live. Discover now