Capítulo 42: En Alerta

2.3K 110 1
                                    

Salí del vestidor con la mayor potencia del mundo por lo que había pasado. Me daba coraje no poder tener control en la situación con Richard, era un imbécil por amenazar con hacerle daño a mi padre, mi punto más débil.

Tenía que admitir que había jugado muy bien al dar justo ahí. En cuanto salí, me percaté que mis compañeros no estaban así me adentré en el pasillo por donde habíamos entrado antes. Caminé, sosteniendo mi pecho con firmeza para calmar mi respiración, porque mis latidos aumentaron su ritmo debido a la rabia que sentía.

Me carcomía una sensación molesta por no poder hacer nada, tantas ganas que tenía de comentárselo a Jax, pero sabía que no debía tomarlo a la ligera porque nadie sabía el paradero de Richard.

Llegué a la sala principal en donde estaban mis dos colegas pagando el vestido, no sabía ni cuántos miles de dólares había costado, pero en ese momento mi mente seguía nublada, hasta que la mano de Pablo se sacudió frente a mi y me sacó del trance.

—Hey, ¿estás bien? Parece que viste un muerto —comentó el castaño.

—No es nada, me mareé un poco —mentí.

—¿Mareos? ¿Segura? Porque eso solo puede significar una cosa, Oriana —alegó Zoe con picardía, tomando el paquete con el vestido que le entregó la cajera.

Era una caja grande, lo suficiente para que el vestido no se dañara, bañada en papel de regalo y encima traía un lazo bien amarrado, lo consideré un lindo detalle.

—No me digas que estás embarazada —replicó Pablo, con una mano en la boca lleno de sorpresa—. Todavía no te has casado, Oriana.

—¿Qué? —solté, riendo—. No, nada que ver con eso. Me he estado cuidando —de nuevo mentí, porque la última vez no me cuidé...

Pero estaba segura que no tenía una vida creciendo en mi interior porque no había experimentado ningún síntoma hasta los momentos. Me encogí de hombros, negando con la cabeza y metiendo ambas manos en los bolsillos de mis jeans.

—Dicen que las que suelen negarlo mucho, al final resulta que sí lo están —informó Zoe, de manera intelectual.

—De acuerdo, basta de bromas, chicas, y vayamos a comer en algún restaurante cercano, muero de hambre —intervino Pablo, sobando su estómago—. Esto de escoger el vestido me ha dejado exhausto.

—Pero si no has hecho nada —reprochó Zoe, mirándolo.

—Creo que Pablo se cansó de haber visto el horrendo primer vestido que me probé —bromeé, dándole una palmada en el hombro al hombre.

—¿Ves? Oriana sí me comprende —me tomó de la cintura.

—Bien, vámonos entonces. Déjenme llamar a Jayce para ver si nos puede venir a buscar. Odio ir en taxi, me siento sofocada —expresó la rubia, resoplando lo último.

—¡Perfecto! Jayce es todo un amor, si no estuviera casado contigo ya me hubiera metido con él —dijo Pablo, con diversión en su voz.

Pero Zoe no dudó en darle un leve golpe en el pecho, pasando por su lado y tensando la mandíbula en cuanto escuchó la bromita de Pablo. Me reí por lo bajo ante la escena.

—Será mejor que te comportes si no quieres que le comente sobre este acontecimiento a Elías, Pablo —masculló, amenazante.

—Solo estaba bromeando —bufó el castaño.

Los tres terminamos de salir de la tienda, no sin antes darle las gracias a la chica que nos atendió, la cajera no se lo merecía por la forma en que nos trató al inicio, Pablo apoyó en que no era necesario. Nos sentamos en una banca que estaba justo al frente del lugar mientras Zoe llamaba a su esposo, quien no tardó en responderle.

Salvada por el CEO [COMPLETA] Where stories live. Discover now