Capítulo 60: Preocupación

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Narrado por Jax:

Haber visto al que una vez fue mi mejor socio interrumpiendo el día que tanto estaba esperando, me hizo hervir la sangre y recordar que todas aquellas noches de copas que tuve con él, en donde nos contábamos nuestras experiencias más vergonzosas, en donde confiábamos el uno al otro, se fueron al carajo.

No supe en qué momento Richard cambió por completo. Dejó de ser aquél hombre humilde y sonriente, para volverse el villano en mi vida solo por una mujer. Me costó mucho haberlo expuesto ante la prensa cuando intentó abusar de Oriana, pero fue porque la rabia que me hizo sentir era inmensa.

No iba a perdonarlo.

Al final no resultó ser el buen hombre que creí que era en su momento...

—¡Llévenselo! —le grité a los guardias, quienes ya tenían esposado a Richard.

Él me veía con una sonrisa maliciosa porque logró darme en donde más me dolía. Dejó herida a Oriana, quien reposaba entre mis brazos, desmayada y sin dejar de sangrar. Si no me apuraba en llevarla al hospital, podría perderla para siempre porque al parecer le había dado justo en una arteria.

—¡Creo que ya cumplí mi venganza, Jax! —exclamó el rubio, tratando de zafarse del agarre que le imponían.

—¡Jax, Jax! Ya la ambulancia viene en camino. Lo mejor será que le den primeros auxilios porque si la llevamos en auto, no llegaremos a tiempo —me informó Zoe, con las manos temblorosas.

—¡Yo iré! —soltó Rafael, el padre de Oriana.

Se veía angustiado por su hija, pero no era el único. Su medio hermano no paraba de llorar, sin importar que la conoció hace poco tiempo. Todos estaban preocupados por el bienestar de mi mujer.

—¡Haz presión en la herida! Toma, un pañuelo funcionará mientras llegan los paramédicos —Apareció Jayce, acercándose a mí.

Él hizo presión con el pañuelo en la herida para tratar de evitar que expulsara más sangre. Era el peligro que amenazaba su vida, la pérdida de ese líquido tan importante para el cuerpo humano.

—¡Malditos todos! —gritaba Richard—. ¡Por lo menos conseguí lo que quería!

—Haré que te pudras en la cárcel, malnacido —lo amenazó Zoe, yendo hacia su lugar.

Mi corazón estaba palpitando con fuerza, por más que me intentara hacer el valiente para no perder la cordura al ver el rostro de Oriana entre mis brazos. Sus ojos estaban cerrados y respiraba con lentitud, de forma pesada.

No quería perderla. Se había vuelto una parte importante en mi vida y no iba a permitir que un hombre al que consideré un buen amigo en el pasado... Me haya arrebatado lo que más amaba.

—Hijo, ya la ambulancia llegó. Llévala rápido, por favor —acató mi madre, también temblaba por el miedo.

Tal vez ella y mi padre se demostraron indiferentes en cuanto a mi compromiso. Pero en el fondo no querían perder a la nuera que le iba a dar nietos a futuro, porque había sido elegida por mí y ellos me amaban por ser su único hijo.

—¡Voy! —exclamé, Jayce me ayudó a levantarla.

Zoe también apoyó en quitarle la falda de tul porque molestaba, le di permiso de romperla y que Oriana pudiera quedar más libre, con menos peso sobre su cuerpo. La bala le había dado en la parte del hombro, un poco más abajo, en  medio de la axila y el pecho.

La llevé a la ambulancia, quienes la tomaron y colocaron en una camilla para conectarle las cosas básicas que veían sus latidos y su estado. Estaba algo estable, pero corría peligro hasta que llegáramos al hospital. Uno de los paramédicos hizo presión en la herida con una toalla justo como me comentó Jayce, así detenía la hemorragia.

Salvada por el CEO [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora