Esfero

319 42 208
                                    

Chandosos buenísimas noticias.
Aquí su escritora estrella se despertó con el pie derecho, su crush se dio cuenta de su existencia, no le apareció ni un solo maní en su chocolate, apareció su portátil, aprobó con un maravilloso seis un examen, y tuvo una clase exhaustiva con su maestra de escritura quien le ayudó a escribir el siguiente capítulo:

Crowley, visiblemente molesto, regresó a su casa después de ser tratado como un niño pequeño por su padre y hermanos. Las reprimendas y los golpes recibidos por su irresponsabilidad pesaban en él. Kang, en un arrebato de enojo extremo, cortó todos los lazos y pactos con los Crowley, dejando que la culpa recayera completamente en Anthony.

Al entrar en esa casa ahora vacía, la soledad le recordó lo que le había hecho a su pequeño novio Aziraphel, generándole una nueva ola de frustración y un dolor de cabeza. Había recuperado a Aziraphel recientemente, y ya se encontraba solo de nuevo.

Se dejó caer en la cama, buscando cigarrillos que ya no tenía. Esta vez, no había escapatoria; tendría que enfrentar sus sentimientos y escuchar sus pensamientos. Ni siquiera podía consolarse con la música del Cuarteto de Nos, ya que olvidó pagar su cuenta de Spotify Premium.

Un torbellino de pensamientos asaltó la mente de Crowley, recordando cómo maltrató a Aziraphel en el pasado, su constante orgullo y arrogancia en la relación, la falta de empatía al no preguntarle cómo se sentía, los episodios de celos y el acoso pasado. Todo pesaba sobre él mientras se apretaba más en la cama, anhelando simplemente dormir y olvidar.

Pero incluso en el champú, veía a Aziraphel. La confusión lo invadía. Dudaba de sus sentimientos y se cuestionaba si realmente amaba, por qué cometía estos errores recurrentes y por qué no podía reconocerlos. ¿Qué le pasaba a él y qué le pasaba a Aziraphel al elegir estar con alguien como él?

Aziraphel, sentado en su rincón favorito de su habitación, dejó que sus pensamientos vagaran entre las páginas de los libros que lo rodeaban. La reciente tormenta emocional con Crowley había dejado una marca en su tranquila existencia.

"¿Por qué sigo eligiéndolo a él a pesar de sus errores?" se preguntó mientras observaba las letras borrosas en las páginas frente a él. Los recuerdos de los momentos felices con Crowley competían con las cicatrices de las heridas emocionales.

"Es tan frustrante", pensó, sintiendo el nudo en su estómago. "¿Por qué no puedo resistirme a él?" Recordó las veces que Crowley lo hizo sonreír, los momentos de complicidad que compartieron, pero también revivió las lágrimas y los malentendidos.

Entre susurros de libros antiguos, Aziraphel reflexionó sobre su propia tolerancia. "Quizás veo algo en él que otros no ven. Pero, ¿es amor o es simplemente la esperanza de que pueda cambiar?"

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido distante de la puerta. Un suspiro escapó de sus labios mientras cerraba el libro con suavidad. "Es hora de enfrentar la realidad".

Aziraphel, con el corazón latiendo con ansiedad, se levantó de su rincón en la biblioteca al escuchar el chirrido de la puerta. La esperanza y el temor se mezclaban en su mente mientras se dirigía hacia el sonido. Al abrir la puerta, su rostro pasó de la expectativa a la sorpresa y, finalmente, a la angustia.

Su padre se encontraba del otro lado en un estado lamentable de embriaguez. La mirada desenfocada y los gestos torpes denunciaban la tormenta que se avecinaba.

"¿Qué demonios estás haciendo aquí?" gruñó el padre de Aziraphel, sus palabras impregnadas de un alcohol acre. La tensión llenó la habitación mientras los ojos de Aziraphel se encontraron con la hostilidad en los de su progenitor.

El padre, con desprecio evidente, señaló acusadoramente a Aziraphel. "No voy a tener a un maricón en mi casa. ¡Te vas, y no vuelves!"

El corazón de Aziraphel se hundió ante las palabras crueles y homofóbicas de su padre. La vulnerabilidad de su orientación sexual quedaba al descubierto, y la violencia emocional de su progenitor amenazaba con expulsarlo de su propio hogar.

La realidad se tornó más sombría de lo que Aziraphel había anticipado, enfrentándolo a una situación inesperada y dolorosa.

Aziraphel, atrapado en la espiral de violencia, sintió cómo los golpes de su padre caían implacables sobre él. Cada golpe era una condena a su identidad, a su amor por Crowley, y a la intolerancia de un hombre que debía protegerlo. La madre, desesperada, lloraba impotente, incapaz de detener la furia desatada.

"Déjame en paz con tus mariconadas", rugió Diosdado, su voz llena de desprecio. "No quiero que la gente se entere de que tenemos un hijo gay. Sería una vergüenza para la familia y para mí en la comunidad católica."

Aziraphel, con la cara magullada y el corazón destrozado, fue arrastrado fuera de su casa por su propio padre. "Vete y no vuelvas. No quiero verte nunca más", gritó Diosdado, ignorando los sollozos de la madre que intentaba intervenir.

La madre, luchando contra la opresión de su esposo, intentó ayudar a Aziraphel. "No puedes dejarlo solo, por favor", suplicó, pero fue detenida con brusquedad por Diosdado, quien la amenazó con más violencia si no se apartaba.

Aziraphel, sin dinero, sin un lugar a donde ir y con la noche envolviéndolo, se encontró solo en la oscuridad. La puerta se cerró tras él, dejándolo en la calle, abandonado y vulnerable. La realidad de su situación se hundió en él mientras caminaba, sin rumbo, en busca de refugio en una ciudad que de repente le parecía hostil.

Aziraphel, con los labios ensangrentados y la piel marcada por los golpes, se encaminó hacia la majestuosa mansión de Gabriel, su único bastión en ese momento de desesperación. Cada paso parecía una odisea mientras la tormenta rugía sobre él, reflejando la tormenta interna que azotaba su vida.

El dolor físico de los golpes se combinaba con la agonía emocional de la rechazada búsqueda de refugio. Tomó al menos media hora llegar a la puerta de la mansión, sus pasos entrecortados por el tormento que llevaba consigo.

Al llegar, la esperanza iluminó por un momento sus ojos al recordar a Gabriel como un verdadero amigo. Pero esa luz se desvaneció cuando los criados le informaron que Gabriel había salido con su novia y no regresaría hasta dentro de unos días. La frialdad de la tormenta familiar entre los Archangel se reflejaba en la negativa de los criados a permitirle quedarse.

"Lo siento, pero no podemos recibir invitados en este momento", le dijeron, cerrándole la puerta en la cara.

Aziraphel se quedó solo en la entrada, la lluvia golpeando su rostro herido. Gabriel, su única esperanza, era inalcanzable.

En otro rincón de la ciudad, Crowley se sumía en una espiral de autodestrucción. Lloraba en su cama, algo que no hacía desde hacía años. La falta de las sustancias que solía usar para evadirse le impedía escapar de sus propios pensamientos y demonios internos. Se enfrentaba, sin piedad, a todo lo que lamentaba en su vida. La ausencia de Aziraphel, su única conexión genuina, exacerbaba la sensación de pérdida y soledad.

El llanto de Crowley, mezcla de arrepentimiento y desesperación, resonaba en la oscuridad de su habitación, mientras ambos, Aziraphel y Crowley, se encontraban solos en la tormenta, separados por la distancia y sus propios tormentos internos.

Caprichoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora