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—Hola —dijo Juanjo en un susurro cuando Martin abrió la puerta.

No pudo evitar sonreír al verle con las gafas puestas, una camiseta de tirantes blanca que se le ceñía al cuerpo y unos pantalones de pijama a cuadros rojos. Le sorprendió verle así, aunque con la hora que era normal que el chico fuese en pijama, igual le estaba molestando y se había precipitado al subir. Muchas veces actuaba de forma impulsiva sin darle muchas vueltas a las cosas y en ocasiones salía perjudicado de ello.

—Hola pasa si quieres, no te quedes en la puerta.

Ninguno de los dos podía imaginar qué estaba sintiendo el otro, pero ambos corazones latían con fuerza. Ambos sabían que era una situación extraña, apenas eran conocidos y se estaban viendo a altas horas de la madrugada un domingo como si se tratase de un pequeño secreto entre ambos. Por primera vez desde que se habían conocido Martin trataba de evitar la mirada del maño y sintió como se iba formando una especie de tensión en el ambiente. Estaba nervioso y no entendía nada, quería que este momento se terminase cuanto antes, pero trató de sacar de su mente esos pensamientos que le perturbaban y actuar de la forma más normal posible.

—¿Ibas a dormir ya? No quería molestarte, pero al ver que me habías respondido...—empezó a decir el maño, pero Martin le cortó.

—No te preocupes. Ni si quiera tengo sueño todavía, pero dime, ¿qué querías? — Hablaban en susurros para no molestar a Ruslana que se había ido a dormir nada más llegó al piso y se dirigieron al sofá.

Juanjo se sentó tieso en el borde del mismo, mientras que Martin se recostó en uno de los sillones de al lado poniendo las piernas sobre el reposabrazos del mismo. Miró a Juanjo esperando una respuesta, pero esta no llegó puesto que el chico estaba observando cada rincón de la sala como si de un museo se tratase, cosa que inquietó y divirtió al vasco a partes iguales. Si bien el bloque del edificio era el mismo, el piso de Juanjo no tenía nada que ver con el de Martin. El de este último no estaba reformado, pero aun así tanto él como Ruslana habían conseguido darle un toque personal al apartamento, haciendo que lo que a simple vista podía haber sido un piso horrible se convirtiese en un hogar en toda regla.

Habían puesto al lado del sofá una gran alfombra de varios colores que parecía super confortable y el sofá y los sillones tenían fundas con negras que iban a juego con una pequeña mesa que se situaba entre ambas y que escondían el tapizado de flores original que tenían a juego. También habían comprado ingentes cantidades de plantas que habían ido colocando aquí y allá, especialmente en el pequeño balcón que daba al patio de Juanjo. Por último, habían forrado las paredes con ilustraciones coloridas por toda la habitación y habían colgado un par de adornos de esparto y lámparas de luces bastante vintage que seguro habían comprado en el Rastro.

—¿Juanjo? —dijo Martin al ver que este no respondía.

—Perdona, es que nunca había subido y me ha sorprendido ver el salón.

—¿Te gusta?

—Bueno no es para nada mi estilo. Pero no se por qué no te veo viviendo en un sitio que no sea así—dijo sin evitar que una sonrisa se le escapase de los labios. Pero en ese momento cayó en la cuenta de por qué había subido al piso del vasco y se armó de valor para tragarse su orgullo y hacer una de las cosas que rara vez hacía. Se giró en dirección al chico pero no pudo aguantarle la mirada y jugueteó con sus manos mientras hablaba —Martin mira yo solo quería pedirte perdón por lo del otro día. Estuve muy cómodo y te juro que parece que soy súper abierto con la gente, pero casi nunca me siento tan a gusto con alguien y menos con alguien que acabo de conocer. Y bueno me salió hacerte la broma esa como se la podría haber hecho a Bea o a Álvaro, pero en ningún momento pensé que te iba a sentar mal. Te prometo que no fue con mala intención.

Dale Miénteme - JuantinWhere stories live. Discover now