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—Venga no seas malo enséñamelo.

—Que no Martin joder, qué vergüenza. A que mala hora he dicho nada.

—Si es que no te puedes estar callado—dijo el vasco riéndose del pobre Juanjo que lo miraba avergonzado—pero ahora no me puedes dejar así, necesito verlo.

—Ni de puta coña chaval.

—Sabes que, si no lo vemos ahora, lo haré cuando te vuelvas a casa, ¿no? De esta no sales.

Juanjo miró a Martin aún rojo de vergüenza y trató de buscar cualquier forma de cambiar de tema, pero sabía que Martin no se iba a dar por vencido. Si bien hacia un mes que se conocían, Juanjo ya venía conociéndole y en este momento necesitaba distraerlo del vídeo del maño cantándole una jota a una gallina, por nada del mundo quería que precisamente él viese eso. Así que de repente se le ocurrió una buena forma de mantenerlo distraído y sonrió al saber que iba a funcionar cosa que hizo que Martin le devolviese una mirada desconcertado, pero al vasco no le dio tiempo a hablar porque cuando se quiso dar cuenta tenía a Juanjo encima suyo, quien se había abalanzado sobre él y ahora le estaba besando.

Martin sabía cuál era la intención de ese beso, pero pese a ello no pudo resistirse a devolvérselo. Aún no se había acostumbrado a la maravillosa sensación que le provocaba la cercanía de Juanjo y mucho menos esos labios perfectos y siempre bien hidratados, pues el maño era un poco obseso con el bálsamo labial. Juanjo fue deslizando sus manos por todo el torso de Martin explorando cada centímetro por debajo de la camiseta, sentía que necesitaba más y más cada segundo que pasaba y cuando el vasco le mordió el labio se volvió completamente fuera de sí, se apretó aún más si cabe contra el cuerpo de Martin y ahogó un jadeo aún entre sus labios cuando este llevó las manos a su culo y empezó a manosearlo.

—Sé lo que estás intentando—dijo Martin tras separase un par de centímetros de la cara del mayor.

—¿Qué estoy intentando? —le contestó con un tono retador mientras comenzaba a succionar su cuello suavemente y Martin suspiró y se dejó hacer. —Ya me parecía a mí.

—Eres un cabrón que lo sepas—y aprovechó para rodear con sus piernas la cintura de Juanjo y atraerle más hacia él y el maño volvió a arremeter contra la boca de Martin y empezó de nuevo la batalla campal entre sus lenguas por explorar cada rincón del otro.

Poco a poco la ropa fue desapareciendo y Juanjo se puso nervioso y dudó durante un segundo para empezar a bajar la mano del pecho de Martin hacia su ropa interior y empezar a tocarle, pero el chico notó la inseguridad del otro y por mucho que le estaba volviendo loco ese simple roce, tomó con cuidado su mano y la separó de esa zona.

—Juanjo si no estás seguro podemos parar.

El susodicho abrió mucho los ojos como si lo que le hubiese dicho fuese una locura y volvió a acercarse a su boca.

—Martin no quiero, bueno no puedo parar ahora—y volvió a atacar su boca, pero esta vez el beso se tornó más suave y Juanjo notó la sonrisa del otro entre sus labios y no pudo evitar sonreír también mientras seguían besándose pausadamente. Al separarse se miraron a los ojos queriéndose decir tantas cosas, pero no les hacían falta las palabras —¿Puedo?

Y Martin tomó de nuevo la mano de Juanjo y la guio hasta su entrepierna que la esperaba con impaciencia. El maño empezó a tocarle con cuidado como si tuviese miedo de hacerlo mal y de que no le gustase, pero al ver los constantes jadeos y gemidos de Martin fue cogiendo poco a poco confianza y se dio cuenta de que podía seguir haciendo una de las cosas que más le gustaba, volverle loco. Fue rozando diferentes partes de su miembro aún a través de los bóxers que llevaba, mientras aprovechaba para besarle el cuello. Lo hacía de forma muy sutil aunque de vez en cuando aprovechaba para incrementar la presión cosa que volvía a Martin loco, pero Juanjo quería que el chico le pidiese más.

Dale Miénteme - Juantinحيث تعيش القصص. اكتشف الآن