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Juanjo salió a la terraza a preparar la mesa y sacar suficientes sillas para todos aprovechando que Bea había ido a recoger la cena y Álvaro estaba terminando de maquillarse. En ello estaba cuando escuchó un sonido procedente de arriba y levantó la vista para encontrarse a Martin regando las plantas como en aquel primer encuentro que tuvieron. El pequeño se percató de que le estaban mirando, había visto a Juanjo montándolo todo nada más salir pero trató de hacer como si no estuviese, sin embargo no funcionó.

—Oye, ¿vais a bajar ya o qué?

—Rusli y Kiki están terminando de maquillarse, en cuanto estén bajamos. No creo que les quede mucho.

—Maño pero si tú ya estás arreglado podrías bajar a ayudar a prepararlo todo, que hacemos nosotros de anfitriones, pero no de mayordomos.

Los colores subieron a las mejillas de Martin, no es que no quisiese ayudar ni mucho menos, pero le daba en cierto modo vergüenza volver a tener contacto con el aragonés. Si bien había hecho progresos respecto a sus miedos y pajas mentales seguía teniendo cosas de su pasado aún muy interiorizadas.

—Termino esto y voy, ábreme. —y Juanjo volvió a entrar dentro del piso para hacerlo mientras Martin acababa de regar las plantas.

Juanjo esperó en la puerta nervioso hasta que escuchó el sonido de la puerta de arriba y vio a Martin bajar las escaleras. Fue entonces cuando reparó en lo que llevaba puesto: unos pantalones negros de un tejido que parecía cuero, eran anchos, los llevaba por debajo de la cintura y una camiseta trasparente rojo granate de manga larga que dejaba poco a la imaginación.

Pero qué es esto—pensó Juanjo al verle, aunque se contuvo para no decirlo en voz alta. El chico estaba espectacular y se sintió un poco ridículo al ver su conjunto.

—¡Hola! —dijo Martin alargando la -a final y tratando de ser simpático—Ala, ¿y esto?

—Estoy ridículo, ¿verdad? —contestó Juanjo volviendo a mirarse los brazos descubiertos y el pantalón ancho con cara de avergonzado.

—Qué va, es raro verte con ese estilo. Siempre que nos hemos visto ibas con pitillos y polo, pero te queda bien Juanjo.

Este último trató de esbozar una sonrisa y bajó la cabeza para evitar que el vasco reparase en que se había sonrojado. Le hizo pasar y ambos se pusieron sin mediar más palabras a preparar el resto de cosas para la cena. El silencio estaba agobiando a Juanjo, cosa que nunca le había pasado con el chico, pero no sabía que hacer para romper esa incómoda situación sabiendo que en parte se había generado por sus actos.

Martin abrió un armario para sacar los vasos, pero no calculó que justo en ese momento Juanjo estaba al otro lado agachado rebuscando algo de un cajón y cuando se dio cuenta el mayor pegó un grito al darse contra la punta del armario en la cabeza tras levantarse.

—¡Joder! ¡Me cago en la puta! ¡Qué dolor!

—Dios Juanjo. Lo siento mucho, no te he visto. Perdona.

Juanjo se puso la mano donde se había dado el golpe y se frotaba fuertemente para tratar de aliviar el dolor. Martin se acercó a este y le hizo agachar la cabeza a ver si se había hecho algo grave, pero no parecía nada serio, no salía sangre ni nada por el estilo. Se encontraban a escasos centímetros el uno del otro y cuando repararon de su repentina cercanía el maño se apartó ligeramente mientras observaba la cara de preocupación de Martin.

—No te preocupes, ya está. Ha sido más el susto que otra cosa.

—De verdad que lo siento, no era mi intención.

—Tranquilo bro, ya te he dicho que estoy bien —dijo intentando bromear y quitarle hierro al asunto y parece que esa pequeña broma interna que ambos tenían hizo el pequeño fuese de nuevo consciente de que estaba enfadado con Juanjo y cambió su semblante radicalmente. De nuevo volvió ese silencio incómodo entre los dos que se habían quedado parados observándose mutuamente. Este se convirtió en algo tan insoportable que Juanjo tuvo la necesidad de romperlo. —Oye Martin sé que estás enfadado...

Dale Miénteme - JuantinWhere stories live. Discover now