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Martin llegó a Bilbao por la noche y sus padres fueron a recogerle a la estación junto con sus hermanos. Al verles, todas las rayadas de cabeza que había tenido en Madrid desaparecieron al instante y el joven sintió absoluta felicidad de volver a estar rodeado de los suyos y en casa. Ese mismo día cenaron todos juntos como solían hacer siempre y su hermana María le inundó a preguntas sobre cómo era su vida en Madrid y si bien Martin hablaba casi diariamente con su familia por teléfono sentía que había pasado demasiado tiempo sin verles y necesitaba contarles absolutamente todo con pelos y señales.

De lo primero que les habló fue de sus maravillosas compañeras de piso y amigas sin las cuales en la capital su vida sería mucho más aburrida, les habló de los ramalazos de locura que tenía Chiara y de los conciertos privados de guitarra que les daba a menudo en el salón de su casa y de lo buena que era Ruslana con él, siempre apoyándose en todos los proyectos y trabajos que tenían en la RESAD, así como escuchándole cuando necesitaba desahogarse.

—Bueno pero yo ya conozco a Ruslana y Chiara, lo que quiero saber es el salseo Martin—se quejó su hermana pequeña.

—María tu hermano no lleva aquí ni dos horas y ya le estás molestando con tus preguntas incómodas—le regañó su padre en broma y Martin lo agradeció profundamente, pero este no había terminado de hablar y añadió—pero si has conocido a alguien especial podrías decírnoslo hijo.

—¡Papá!

Las mejillas de Martin empezaron a tornarse rojas sin que el pequeño pudiese evitarlo, y esa fue confirmación suficiente para todos los presentes en la mesa, incluso para su hermano Eric quien soltó una exclamación de sorpresa.

—¿Entonces hay alguien especial, cariño? —le preguntó su madre en tono suave.

—A ver... tampoco es para tanto. Ya os conté que teníamos unos vecinos abajo que eran bastante simpáticos y de nuestra edad y que habíamos hecho un grupito con ellos.

—¡Con el vecino! Te has espabilado en Madrid, eh. No pierdes el tiempo—exclamó María emocionada y su hermano le fulminó con la mirada.

—Se llama Juanjo y bueno solo somos amigos tampoco es para tanto.

—¿Te gusta ese chico hijo? Llevas poco tiempo en Madrid y lo de Hugo...

—Mamá por favor, no hace falta que me lo recuerdes. Juanjo es mucho mejor persona que el imbécil de Hugo y en cuanto a lo de que me gusta... No lo sé, en muy poco tiempo hemos cogido bastante confianza pero no quiero precipitarme, solo sé que me gusta pasar tiempo con él, me hace reír y se preocupa por mí. El otro día se quedó ensayando conmigo hasta las tantas de la madrugada porque estaba muy nervioso por la audición para el musical de Grease.

Sus padres asintieron un poco más calmados, lo último que querían era que su hijo sufriese como había hecho con su último ex y no querían que volviese a tener una relación tóxica.

—Lo más importante de todo, ¡ya estás enseñándome una foto!

—Ay hija, pero qué cotilla que eres. Que vamos a hacer contigo—dijo la madre de Martin mientras se levantaba del sofá y revolvía el pelo de María cariñosamente —Me tengo que ir ya a trabajar que tengo turno de noche, descansad mucho—y se despidió de todos con un beso.

Martin trató de aludir el tema de la foto, pero su hermana no paró de insistir de modo que finalmente sacó el teléfono y buscó en la galería alguna foto que tuviese con Juanjo. Hasta que dio con su favorita, donde aparecía él mismo haciendo cara de intenso mirando a la cámara y Juanjo haciendo morritos.

—Que guapo, ¿no?

Martin asintió, pero no le apetecía seguir hablando del maño dados los acontecimientos de los últimos días. Había llegado a Getxo y no le apetecía seguir pensando o rayándose por que pensase que el chico lo evitaba, así que aprovecharía para estar con su gente, ir a ver el mar y desconectar, pero no le hablaría. No se arrastraría más, cuando Juanjo quisiese algo de él que le llamase o le hablase.

Dale Miénteme - JuantinWhere stories live. Discover now