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Después de salir de la habitación con la mente llena de remordimientos, decidí llamar a Alex para desahogarme. Al escuchar su voz alegre al otro lado de la línea, sentí un nudo en la garganta. Estaba decidida a contarle la verdad, pero cuando llegó el momento, me acobardé. Colgué a medio camino de la llamada, sintiendo una punzada de culpa por mi cobardía.

Decidí darme un respiro y fui a tomar una ducha, pero incluso bajo el agua caliente, mis pensamientos seguían atormentándome. Me repetía una y otra vez que había cometido un error al dejarme llevar por la pasión del momento, al traicionar la confianza de Alex.

Cuando salí del baño, escuché ruidos en la habitación y salí para investigar. Vi a Charles mirando sus trofeos de IndyCar con una expresión pensativa.
—¿Por qué no seguiste si eras buena en ello?—preguntó, rompiendo el silencio tenso que había en la habitación.

—No lo sé...—, murmuré, sintiendo una oleada de emociones abrumadoras.

Charles me miró fijamente, como si pudiera leer mis pensamientos.

—Fue por Catalina, ¿verdad?—preguntó con calma, aunque su tono era acusatorio.

Negué con la cabeza instintivamente, pero su mirada penetrante no me dejaba escapar.

—No mientas... Estaba el día en que ella te llamó para decirte que ella empezaría y que tú tenías que renunciar—dijo con seguridad, como si estuviera recordando aquel momento con claridad.

Sus palabras me golpearon con fuerza, haciéndome enfrentar la verdad que había estado tratando de ignorar.

—Pues sí, Catalina me arruina aún muchas cosas como solía hacerlo—admití con resignación, sintiendo el peso de mi pasado sobre mis hombros.

Me sentí abrumada por la intensidad del momento, las emociones luchaban dentro de mí mientras buscaba las palabras adecuadas para expresar lo que sentía.

—Charles, no estuvo bien... Yo no sé... Eras novio de mi hermana...—comencé, mi voz temblorosa por la angustia que me invadía. —Sé que piensas que soy ella. Lo veo en tu mirada—

Charles se acercó a mí con cautela, su expresión seria pero comprensiva.

—Eres... diferente a ella. Tú y yo sabemos en qué—respondió en un tono suave pero firme.

Suspiré, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros.
—Charles... Tengo novio—confesé, buscando la honestidad en medio de la confusión.

Él pareció reaccionar ante estas palabras, su semblante cambiando ligeramente.

—Termina con él... Annia, yo sé. Yo sé que piensas que estoy loco—dijo con desesperación, sus ojos reflejando una mezcla de dolor y esperanza.

Asentí con tristeza, sabiendo que las palabras que estaba a punto de pronunciar herirían a ambos.

—Charles, yo a Alex lo amo—, dije con sinceridad, sintiendo un nudo en la garganta al pronunciar las palabras.

Él cambió su semblante una vez más, resignándose a la realidad de la situación.

—Está bien, Annia. Olvida que esto pasó. No te volveré a molestar—dijo con voz rígida, antes de dar media vuelta y salir de la habitación.

Me quedé sola, sintiendo una mezcla de alivio y pesar mientras procesaba lo que acababa de suceder. Sabía que las cosas entre Charles y yo nunca volverían a ser las mismas, pero al menos había sido honesta conmigo misma y con él.

UN MES DESPUES

Pasó un mes desde aquel incidente con Charles, y las cosas no podían estar peor. Alex había dejado de responder a mis llamadas y mensajes, sumiéndome en un estado de angustia y desesperación constantes. Me sentía agotada, cansada casi todos los días, luchando por mantener la compostura mientras intentaba llevar mi vida adelante.

A pesar de todo, continuaba con mi rutina, yendo a trabajar junto a Toto, preparándonos para la temporada que estaba por comenzar nuevamente. Sin embargo, cada día era una batalla cuesta arriba, con mi mente y mi corazón consumidos por la incertidumbre y el dolor.

En mi oficina, me encontraba por enésima vez marcando el número de Alex, en un intento desesperado por obtener alguna respuesta. El sonido del tono de llamada resonaba en mis oídos, aumentando mi ansiedad con cada tono que pasaba sin respuesta.

Justo en ese momento, George entró a mi oficina con una bandeja de café y donas en la mano.

—No te he visto desayunar y ya son las 4 pm—dijo con tono amistoso, su mirada preocupada mientras me observaba.

Agradecí su gesto con una sonrisa forzada, pero por dentro me sentía completamente derrumbada. No sabía cómo enfrentar otro día más de esta agonía, y mucho menos cómo explicarle a George lo que estaba sucediendo.

—Gracias, George—, respondí con gratitud mientras tomaba una de las donas.

Él frunció el ceño ligeramente al ver mi expresión apagada y preocupada.

—¿Qué tienes? Te veo apagada y preocupada. ¿Tiene que ver con que Charles parece haber desaparecido?—preguntó con curiosidad.

Mis ojos se abrieron sorprendidos.

—¿Qué? No... Es otra cosa... Pero, ¿cómo que Charles desapareció?—inquirí, desconcertada por la noticia.

George asintió con seriedad.

—Sí, no saben a dónde se fue. Deberías decirle que regrese—sugirió con un tono preocupado.

—No quiere ni verme—, admití con tristeza, recordando el tenso encuentro que habíamos tenido hace un mes.

—Pero por favor, Annia, si puedes. Además, eres gemela de Catalina. Él hará lo que quieras—insistió George.

—No quiero que lo haga solo porque soy gemela de Catalina—respondí con determinación, sintiendo que eso sería injusto tanto para Charles como para mí.

George asintió en comprensión.

—Buen punto, pero siendo sinceros, eres más amable, para nada prepotente y despótica como Catalina—agregó, buscando aliviar un poco la situación con un toque de humor.

Después de nuestra conversación, George tuvo que irse por un compromiso urgente, dejándome sola en mi oficina. Mientras estaba sumida en mis pensamientos, escuché el sonido de mi teléfono que resonaba en el escritorio. Era una llamada de Alex.

Con el corazón acelerado, contesté la llamada, pero lo que escuché me dejó helada.

—¿Dónde estuviste? Te llamé durante días—le dije, tratando de controlar mi voz temblorosa.

—Annia... Terminamos... Deja de llamarme, no me busques—respondió Alex con una frialdad que cortó directamente a través de mí. Antes de que pudiera decir algo más, colgó.

Me quedé atónita, sintiendo como si el mundo se desmoronara a mi alrededor. Todo lo que podía hacer era sostener el teléfono en mi mano temblorosa, sintiendo el peso abrumador de la realidad golpeándome con fuerza.

Decidí irme de la oficina, ya que no tenía más trabajo pendiente. Al llegar a casa, me encontré con mi madre, quien al ver mi expresión preocupada y mis ojos llenos de lágrimas, me abrazó con ternura.

—Cariño... Annia... ¿Qué pasa?—preguntó con voz suave, preocupada por mi estado emocional.

Sin poder contenerme más, me derrumbé en sus brazos, dejando que las lágrimas brotaran libremente. No necesitaba decir nada más; el dolor y la angustia que sentía lo decían todo por mí.

Immortal She - CHARLES LECLERC -+18Where stories live. Discover now