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Han pasado siete meses desde que nos mudamos a esta hermosa casa en Italia. Jules está creciendo rápidamente, y cada día descubro algo nuevo sobre ser madre primeriza. A veces me siento un poco sola aquí, sin conocer a nadie más que a Charles. Pero mantengo una comunicación constante con mi madre y la de Charles, quienes me brindan apoyo y consejos a través de llamadas y videollamadas.

Charles, por su parte, ha estado yendo a terapia regularmente. Se ha dado cuenta de sus errores y de cómo ha actuado de manera imprudente en el pasado. Está decidido a cambiar y a ser un mejor esposo y padre para Jules y para mí. Aunque hemos perdido algo de comunicación con George durante estos meses, Charles tiene la esperanza de poder hablar con él cuando regresemos a la temporada de carreras en unos meses.

Mientras tanto, aprovecho el tiempo para disfrutar de la tranquilidad de esta casa y para conectar con Jules en cada momento. Aunque a veces la soledad se hace sentir, sé que tenemos un futuro prometedor por delante, y eso me llena de esperanza.

A lo largo de estos meses, he tenido que enfrentar duras críticas provenientes del mundo del deporte y los chismes. Me han tachado de oportunista y han sacado a la luz documentos que confirman que soy hija de Michael Schumacher. Estas revelaciones han generado un torbellino de comentarios crueles y juiciosos por parte de la prensa y del público en general.

Ha sido difícil lidiar con estas críticas, especialmente porque mi vida privada se ha convertido en un espectáculo público. A veces me siento abrumada por la negatividad que rodea mi relación con Charles y la crianza de Jules. Sin embargo, trato de mantenerme fuerte y enfocada en lo que realmente importa: mi familia.

En medio de la noche, cuando escuchamos el llanto de Jules, estoy a punto de levantarme, pero antes de que pueda mover un músculo, Charles se adelanta y me dice con ternura

-Yo me encargo esta vez. Sigue durmiendo, cariño-

Yo, con un suspiro de alivio, asiento y me recuesto, aunque el sueño se evapora rápidamente.

Después de unos minutos, decido levantarme y verificar cómo está todo en la habitación de Jules. Encuentro a Charles meciéndolo suavemente en la mecedora. Con cuidado, tomo a Jules de sus brazos y lo coloco con suavidad en su cuna. Luego, despertándolo con suavidad, le digo: 

-Charles, ven a la cama-

Regresamos en silencio, pero una vez en la cama, la tranquilidad nos invita a compartir nuestras preocupaciones.

Charles rompe el silencio: 

-Solo pensar en cómo será llevar a Jules a los circuitos y enfrentarnos a toda la atención de la prensa me abruma, Annia-

-Lo sé, Charles-, le respondo, -ni siquiera estoy lista para lidiar con todo esto. La presión de los medios y ahora esto de Michael...-

Él me interrumpe suavemente, ofreciendo consuelo: 

-Hablaré con la prensa, Annia. No quiero que tengas más preocupaciones encima. Y respecto a lo de Michael, bueno, lo enfrentaremos juntos-

En la mañana, mientras Charles juega con Jules en la mesa del desayuno, el timbre de la puerta nos saca de nuestra tranquilidad. Voy a abrir, esperando encontrar a algún mensajero, pero solo veo una caja abandonada en el umbral.

Con cierta cautela, la abro y un olor repulsivo inunda el aire. En su interior, encuentro una cabeza de puerco, lo que me deja petrificada por un momento. Antes de poder reaccionar, Charles aparece y al ver la escena, me ordena entrar rápidamente.

-¿Quién demonios dejaría algo así?-, exclama Charles, visiblemente molesto. -Voy a llamar a la policía-

Trato de controlar mi respiración agitada mientras asiento en silencio, pero antes de que pueda tomar acción, me doy cuenta de que tengo que enfrentar algo aún más urgente.

-Charles, espera-, le digo, sintiendo el peso de mis palabras. -Tengo algo que contarte sobre Catalina-

La tensión en la habitación era palpable, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. Charles me miraba con incredulidad, sus ojos mostrando una mezcla de sorpresa y furia contenida.

-¿Qué estás diciendo, Annia?-, pregunta, su voz apenas un susurro lleno de un enojo apenas contenido.

Trago saliva antes de responder, sintiendo el peso de mis palabras. 

-Catalina no está muerta- digo con voz firme, aunque el temblor en mi interior era innegable.

La habitación parece congelarse por un momento, y puedo ver cómo la ira se acumula en los ojos de Charles. 

-¿Qué quieres decir con eso?-, pregunta, su voz elevándose en un tono que hiela mi sangre.

-Catalina está viva-, repito, sintiendo cómo cada palabra aumenta la tensión en el ambiente. -Y está muy enojada-

El rostro de Charles se contrae en una expresión de confusión y angustia. Sus puños se aprietan con fuerza y puedo ver cómo lucha por contener sus emociones tumultuosas.

-No puede ser...-, murmura, su voz apenas un susurro cargado de incredulidad. Sus ojos buscan los míos en busca de alguna señal de que esto es solo una broma de mal gusto, pero encuentran solamente la verdad en mi mirada.

La habitación se llena de un silencio incómodo mientras Charles procesa la revelación. Puedo ver el tumulto de pensamientos y emociones en su interior, como una tormenta furiosa que amenaza con desatar su ira en cualquier momento.

De repente, su rostro se retuerce en una mueca de dolor y rabia. 

-¡Maldita sea, Annia!-, exclama, su voz llena de amargura y desesperación. -¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué ocultaste esto?-

Intento acercarme para calmarlo, pero él retrocede como si hubiera sido golpeado. 

-No puedo creer que hayas estado guardando esto de mí- continúa, su voz temblorosa por la emoción reprimida. .-Todo este tiempo... pensé que estaba muerta-

Las lágrimas comienzan a acumularse en mis ojos mientras veo el dolor en el rostro de Charles. 

-Lo siento- murmuro, mi voz apenas un susurro lleno de remordimiento. -No quería lastimarte-

Con el corazón en la mano, le explico a Charles cómo mis padres me obligaron a mantener en secreto la verdad sobre Catalina. Le cuento cómo me presionaron para que guardara silencio, temiendo que la reaparición de Catalina pudiera desestabilizar nuestra vida y poner en peligro la seguridad de nuestra familia.

A medida que hablo, puedo ver cómo la tensión en los hombros de Charles comienza a disminuir lentamente. Sus ojos reflejan comprensión y empatía mientras absorbe mis palabras, su expresión transformándose de ira a compasión.

-Annia...- murmura, su voz llena de pesar. -No puedo imaginar lo difícil que debe haber sido para ti llevar este peso en silencio-

Sus palabras son un bálsamo para mi alma atribulada, y siento un peso enorme levantarse de mis hombros. A pesar del dolor y la confusión, la comprensión y el perdón de Charles son como un faro de esperanza en la oscuridad.

-Lo siento mucho, Annia- continúa Charles, su voz llena de sinceridad. -No tenía ni idea de lo que estabas pasando. Estaba tan atrapado en mi propio mundo de dolor y confusión que no pude ver más allá-

Immortal She - CHARLES LECLERC -+18Where stories live. Discover now