Capítulo VI: El Teatro

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Al llegar el reloj a las 9pm todo afuera estaba desierto, así como el pasillo. Las luces de los edificios estaban apagadas casi por completo. Puse seguro a la puerta de la habitación y me dirigí abrir la ventana. Me acomode la correa de la bolsa que había dejado sobre el alfeizar en mi hombro derecho y la cruce sobre mi pecho para evitar que llegara a caerse durante el camino. Abrí la ventana hacia afuera y me senté sobre al alfeizar dejando que mis piernas colgasen hacia afuera. Tres metros a mi derecha se encontraba un sicomoro, el árbol que había usado ya en varias ocasiones anteriores para escapar y que esta noche volvería a serme útil. Con cuidado fui acercándome hacia el árbol procurando mantener mis pies en la más que diminuta cornisa y aferrando mis manos a los huecos entre ladrillos que llegaba a encontrar en la pared.

Al llegar al árbol casi todo el trabajo estaba logrado. Suspire. Tantee con los pies hasta encontrar una rama lo suficientemente solida para dejar caer mi peso sobre ella, al encontrarla hice lo que ya me era familiar desde pequeña. Sentarme sobre ella y balancearme hasta las ramas más bajas. El trayecto desde mi habitación hasta mi aterrizaje en el suelo no m llevo más de 4 minutos, incluso menos. Una vez estuve en el suelo sabia que lo que a continuación debía lograr no era para nada sencillo. A pesar de tener en mi poder el juego de llaves de mi profesor el teatro seguía siendo como una fortaleza casi impenetrable, custodiada por guardias y dragones; lo que se traduce a mi contexto como los vigilantes y Madame Giry; la encargada del ballet de la Academia Atenas. Una mujer integra, venerable, recta, con carácter fuerte y a quien todo el mundo tenía un profundo respeto. Solías reconocerla por su peinado, una trenza ajustada alrededor de la cabeza, ni un cabello fuera de su lugar, y su monocromático atuendo negro. Aunque también podías advertir su presencia gracias al bastón que llevaba consigo a todos lados, delgado, pero sobre los pisos de mármol emitía un ruido bastante peculiar.

Por lo que el peligro consistía más bien en cuidarse de aquella señora; aunque era alguien bastante agradable, solía ser bastante estricta respecto a los castigos asignados.

Suspire. Cada vez me hallaba más cerca del teatro, a lo lejos pude distinguir las luces cambiantes que la dirección encendía todas las noches para luminar la fachada de la Academia. Mire a ambos lados para asegurarme de que nadie me había descubierto, para ser honesta, aquella había sido la única vez que estaba nerviosa de que alguien pudiera atraparme.

Estando ya detrás del teatro saque el juego de llaves de la bolsa y probé con algunas cuantas antes de encontrar la que encajaba perfectamente con la puerta trasera, gire la llave a la derecha, escuche un pequeño chasquido, la puerta se abrió pero luego algo volvió a empujarla hacia mí. Saque la llave y probé con las demás pero ninguna podía encajar, por lo que volví a mi llave inicial e intente nuevamente abrir la cerradura pero obtuve el mismo resultado.

Maldije casi gritando. Luego me lleve las manos a la boca, aquello había sido bastante estúpido. Seguí intentando un par de veces más, pero la puerta no cedió. Entonces me di cuenta de que si quería entrar al teatro aquella noche debía entrar por la puerta principal. Camine hasta llegar a la puerta de cristal que dirigía al lobby, cerrada con llave obviamente. La empuje un par de veces para ver si había alguna manera de abrirla pero no, probé con las llaves pero ninguna entro.

Golpee mi cabeza contra el marco de madera. ¿Qué podía hacer para entrar? Pase una mano por mi cabello, pero no pude lograrlo, pues tenía un pasador enredado en el cabello, lo saque y lo mire. Arquee una ceja. Abrí el pasador, forzando su forma original y lo introduje con mi mano derecha en la cerradura mientras que con la izquierda tome la perilla. Comencé a mover el pasador y la perilla al mismo tiempo hasta que por gracia de Dios, la puerta se abrió de par en par. Rápidamente me dirigí a las puertas del teatro; conocía a la perfección aquella llave pues había visto a mi profesor usarla en un sinfín de ocasiones. La puerta se abrió casi al instante, y de nuevo aquella fuerza invisible la empujo hacia mí, de algún modo yo lo estaba esperando y no me tomo por sorpresa. Hice acopio de todas mis fuerzas y logre penetrar en mi recinto. Suspire y pude sentir la presencia de alguien junto a mí.

Al sentir aquella presencia corrí sin pensarlo dos veces hacia los camerinos. Entre a grandes zancadas al camerino en el que había escuchado a Christine Daae hablando con la Voz, centre mi vista en el espejo donde el medio rostro había aparecido. Comencé a buscar en el cristal algún mecanismo que pudiera explicar aquel fenómeno. Pero no pude encontrar nada a la primera. Suspire de frustración. Volví a intentarlo pero seguía sin encontrar nada. Para el quinto intento me aleje lentamente del espejo, caminando hacia atrás. Tal vez había algo allí que no había visto estando tan cerca como lo había estado. Mi espalda choco contra la fría pared. Eleve un poco la cabeza y vi algo que no había visto antes. A veces el secreto es mirar de lejos y no de cerca como siempre lo has hecho. Volvi a acercarme al espejo de cuerpo completo, mire mi propio reflejo y me sonreí. Cuando estuve a no más de 10 centímetros alce mis brazos a la esquina superior izquierda del espejo en donde había una pequeña abertura, apenas grande para introducir dos dedos de la mano, cosa que hice.

Dentro pude sentir algo parecido a una palanca que apreté sin pensar en lo que haría. Después del chasquido saque mis dedos del orificio. El espejo comenzó a temblar, me aparte. No paso mucho tiempo cuando el espejo se deslizo hacia un lado dejándome ver un túnel largo y oscuro, poco alumbrado con antorchar en las paredes.

PhantomWhere stories live. Discover now