Capitulo XI: ¿Es el Fantasma?

1K 89 12
                                    

Oscuridad. Temor. Una música invisible. ¿Puedo acaso pedir una velada más tranquila?

Después de que Madame Giry se llevara a su sequito de bailarinas, y Buquet cerrara con llave mi única salida, lo digo, mi confianza y seguridad se esfumo mas rápido que la espuma de un chocolate caliente en invierno. La música resonaba a lo largo y a lo ancho del escenario y más allá. Había escuchado en una ocasión, una melodía parecida, pero había sido dos años atrás mientras caminaba por el lobby, creí que alucinaba, después le di el crédito a quienes estaban en clases de música.

El sonido se hacía cada vez más fuerte, pero no me atreví a desaferrarme de la pierna y cubrirme los oídos, si no quise hacer un ademan tan simple como taparme los oídos, nunca cruzo por mi cabeza el dirigirme a los camerinos a esperar a... ¿realmente estaba allí para esperar encontrarme con un Fantasma? Fue en ese momento donde maldije mi sentido de estupidez.

‹‹Cierra los ojos. Cuenta hasta 10, no mejor. Hasta 1000.››

Cerré los ojos aunque sabía que de nada serviría. Aquello no era un sueño del que pudiera despertar con el sonido de mi despertador, no era una alucinación producto de alguna clase de droga. Era una pesadilla real. Yo me había metido en aquello, y lo único razonable era que yo misma debía salir de allí tan rápido como me fuera posible. No me asustaba que los directivos de la Academia me echaran una bronca por haberme metido furtivamente (y dos veces) al teatro de la institución. Me asustaba quedarme atrapada toda una noche dentro de aquella oscuridad más profunda que un hoyo negro.

Sin saber cómo ni cuándo, me hallaba sentada sobre el piso de madera pulida, con lágrimas surcándome las mejillas. Me maldije a mi misma por hacer seguido mis tontos impulsos. Seguí en aquella posición por lo menos 10 minutos más, durante los cuales la música no dejo de sonar. Eleve un poco el rostro mientras abría los ojos, solo para ver si algún minúsculo rayo de luna lograba penetrar los vitrales y mostrarme una pequeña fracción del teatro que yo adoraba, pero que en esos momentos desconocía por completo. Nada. Los vitrales que horas antes contemplaba por mi ventana se habían desvanecido. Y alguien había corrido las cortinas para impedir que la luna alumbrara. Pero ¿Quién? Madame Giry se había ido sin siquiera molestarse en que arreglaran los fusiles. Entonces, ¿Quién se había tomado la molestia de correr las cortinas de los vitrales?

Poco a poco, la tonada de la melodía cambio. Paso de ser fuerte e imponente a un dulce susurro de confidencialidad, conforme la música se desvanecía algo dentro de mí se movió con un poco de incomodidad. De repente, no sentí más miedo, me sentí como aquella niña que entro por primera vez al teatro y se quedo maravillada ante la imponente estructura que se alzaba frente a ella. Recordé la primera vez que pise el escenario para mi primera clase. Y la primera vez que actué sobre él, los aplausos del público y las rosas y chocolates que vinieron después.

- Bravo, bravo. Lograste entrar. – dijo una voz incorpórea que me hechizo. No me molesto en lo absoluto no poder ver de dónde provenía.

Aun no sé de donde pude sacar las fuerzas que necesitaba para levantarme y soltarme de aquella pierna que no era más que un pedazo de tela aterciopelada color negro. Avance unos pasos y de repente me halle perdida en aquel escenario tan familiar. En algún momento la música había desaparecido por completo.

- Me merezco algo más que un "Bravo", ¿no lo crees? – dije al aire.

- Ya lo creo. – me respondió la Voz

Era la misma voz que pude captar aquel día después del ensayo en los camerinos, la misma que me advirtió que no buscara problemas, y la misma, con toda certeza, con la que imaginaba las dos notas que llegaron misteriosamente a mi mochila. Era dulce pero a la vez autoritaria.

PhantomWhere stories live. Discover now