Capítulo XIV: Peticiones

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- Yo también te extrañé

Sin saber cómo o porqué me lancé hacia él, rodeándole con mis brazos en un extraño abrazo. Él se quedó completamente petrificado ante aquello. Cuando caí en la cuenta de lo que estaba haciendo me separé rápidamente de él.

- Lo lamento. – me disculpé

- No... No vuelvas a hacerlo. – dijo con voz extraña. Asentí con la cabeza.

Hubo un incómodo silencio que pareció durar una eternidad para mí.

- Debes de estarte preguntando que hago aquí y como es que entré. – dije cabizbaja.

- Algo me dice que el Sr. Varone tiene algo... Más bien mucho que ver en esto.

Solté una pequeña risita.

- Así es. – dije mirando hacia el suelo de roca.

- Oye. – pude sentir su mano enguantada bajo mi barbilla, elevó mi rostro. – Me alegra. – miré sus penetrantes ojos oscuros, observé mi reflejo en ellos y como una pequeña sonrisa se formó en mis labios. – Todo se ha sentido... vacío desde aquella noche.

- Aquella noche en que casi me estrangulas. – comenté sin emoción alguna en mi tono de voz.

Él rió.

- En mi defensa, tú tuviste toda la culpa.

Soltó mi barbilla, tomó mi mano y me guió a la Mansión.

Después de aquella visita improvisada a la Mansión del Lago, mis días y noches se consumieron con más facilidad y rapidez.

Erik sabía que no sería para nada fácil librarse de mí, gracias a esto, acepto que mis visitas a los sótanos fueran cada vez más regulares, comenzamos con un pequeño encuentro cada cuatro noches en el escenario del teatro, después fue cada tres noches, aunque por poco tiempo. No había pasado demasiado tiempo cuando nos dimos cuenta de que ambos necesitábamos del otro, por lo que pasamos a tener un acuerdo silencioso de visitas diarias a cualquier hora.

El Ángel de la Música había regresado al camerino de Christine a darle sus acostumbradas lecciones de canto, puedo decir que durante ese breve lapso de tiempo todo fue mejor, para todos.

La fecha de estreno de la obra de teatro casi llegaba y todo el grupo de teatro nos encontrábamos en un estado de alocado frenesí. Pruebas de vestuarios, de maquillaje, ensayos generales y actividades de promoción ocupaban la mayor parte de mi agenda, aún así tenía tiempo suficiente para bajar a los sótanos y charlar un poco con aquel ser a quien todos daban el apodo de "el Fantasma".

- La obra de acerca. – comenté una noche mientras nos hallábamos sentados frente al fuego de la chimenea.

- ¿Esta nerviosa? – preguntó mientras me ponía una manta en la espalda y se sentaba a mi lado.

- Podrías por favor, tutearme. No me gusta que me hables de usted. – dije irritada. – Me haces sentir vieja.

Él rió.

- No respondiste a mi pregunta.

- ¿Qué si estoy nerviosa? – giré a verlo y él asintió. – Me estoy muriendo de los nervios, Erik. –solté un suspiro. – Se que todo saldrá a la perfección, pero... No lo sé, supongo que es algo común siempre tener nervios. ¿No lo crees?

Erik se encogió de hombro mientras observaba las llamas danzarinas de la chimenea, lo blanco de su máscara se tenía de rojo y anaranjado mientras el fuego frente a nosotros nos arropaba con calor.

- ¿Cómo es tu familia? – preguntó repentinamente

- Creí que habíamos dicho que nada de preguntas personales.

Él no pareció inmutarse, continúo observando las llamas. Suspiré.

- Tengo una hermana mayor. – dije. – Mis padres siempre la han visto como "el orgullo familiar" – hice comillas con los dedos. – Es muy buena, eso es verdad, y logra casi todo lo que se propone, pero...

- ¿Pero?

- Nada.

- ¿Sigue viviendo con tus padres?

- Algunas veces. Hace varios años estuvo a punto de casarse pero, gracias a Dios que eso no pasó.

- ¿Qué ocurrió? – preguntó mirándome

- Su prometido la engaño antes de la boda, y su pequeño hermano, Raoul, nos lo dijo.

- ¿De Chagny? – preguntó. Asentí con la cabeza y él soltó un gruñido.

- ¿Todo en orden?

- Los De Chagny no me agradan, en especial ese Raoul, es todo.

- Pero, es un buen chico

- Yo también - dijo con sarcasmo, como era habitual en él. – Y a pesar de ser un alma pura todos en la Academia Atenas me temen.

- Talvez, sólo talvez sea el hecho de que tú sólo te convertiste en un fantasma. – volví a mirar al fuego.

El silencio reinó por varios minutos, sólo podía escuchar el chisporroteo del carbón quemándose. Me arropé más con la manta y pensé por primera vez, en bastante tiempo, en mi familia.

- Pregunta. – dijo después de un rato. – Habíamos quedado en que no haríamos preguntas personales y... acabo de romper el trato. Pregunta lo que quieras.

- No quiero preguntarte nada. – respondí en tono seco y distante.

- ¿Nada en lo absoluto? ¿Ni el porque uso la máscara? ¿O porque diantres me oculto aquí?

- No.

- ¿Estas segura?

Gire a encararlo.

- Te he arrancado la máscara y he visto lo que hay debajo. – le recordé. – No se porque la usas, es verdad. No tengo ni la más mínima idea de porque te escondes aquí abajo, es cierto. No hay ningún dato en concreto sobre ti, Erik, ¿cómo se que me estarías diciendo la verdad?

- ¿Me estas diciendo mentiroso?

- No. Eso sólo que... ¿cómo puedo confiar en tu palabra? Antes de que preguntes porque estoy diciendo que no confío en ti, déjame decirte que no es que no confíe en ti, lo hago, pero...

- Sé a lo que te refieres. – me interrumpió.- Soy sólo una ilusión creada por el cuerpo de bailarinas, no existo. No hay prueba alguna de mi existencia, solo tu. –guardó silencio por varios minutos. – Y tú no eres una prueba muy convincente a decir verdad.

- Gracias. – le dije divertida. Aquello lo hizo sonreír.

Se levantó del suelo, lo observé alejarse hasta donde estaban sus instrumentos, tomó el estuche del violín y regresó a mi encuentro, ocupando su lugar. Abrió el estuche y sacó el hermoso violín negro con su inicial grabada en el y se lo colocó en posición para comenzar a tocar.

- ¿Alguna pieza en especial? –preguntó.

- Sorpréndeme. – respondí.

Comenzó a tocar una melodía relajadora que jamás había escuchado con anterioridad, cerré los ojos y dejé que las notas musicales desprendidas del instrumento me envolvieran en un lugar en el que jamás había estado, donde todo era paz y serenidad. Cuando la música paró; abrí los ojos, lo miré.

- ¿Es tuya? – pregunté

- Aún no esta terminada. – confesó un poco apenado.

- Es hermosa.- sonrió. – Erik... - lo llamé - ¿puedo preguntarte algo?

- Claro que sí. – respondió con una sonrisa en el rostro

En mi interior se libro una batalla por lo que debía o no decir a continuación.

- ¿Puedes quitarte la máscara?


PhantomWhere stories live. Discover now