Capítulo XXVI: El Balcón

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Por alguna razón, siempre he decidido seguir mis impulsos de estupidez. Esa era una de aquellas incontables ocasiones.

Al ver que pronto oscurecería tomé lo necesario y corrí al balcón del tercer piso lo más rápido y sigilosamente que pude, ya que el tercer y cuarto piso del edificio principal estaban prohibidos a los alumnos. Gracias a la hora que era, el lobby y los alrededores ya estaban despejados casi por completo. Al subir, y lograr salir al balcón lo único que podía pensar era en lo que podía o no ocurrir.

Me acerqué hasta la orilla y apoyé mis manos en el borde de la barda. Y dejé la bolsa que llevaba conmigo en el suelo.

- Al parecer decidiste venir. – una voz llegó hasta mis oídos.

- Sólo vine a una cosa... - le dije suspirando.

Por el rabillo del ojo pude ver cómo se acercaba hasta mí y se colocaba a mi lado derecho.

- Creo que es momento para aclarar las cosas. – me dijo. – Debes saber que en serio lamento todo lo que pasó esa noche. Yo no quería hacerte daño, realmente. Eres la última persona en el mundo a quien yo quisiera lastimar. No. Ni siquiera estarías en la lista. A ti no quiero lastimarte...

- Erik. Detente ahí. – lo interrumpí. – No vine a eso.

Solté el aire que inconscientemente había estado reteniendo. Me giré para encarar al Fantasma. Me miraba confundido y podría decir que triste. Tomé la bolsa que había dejado en el suelo y se la tendí al chico.

- ¿Qué es esto? – me preguntó.

- Sólo tómala. – le dije y él lo hizo.

- ¿Debo abrirla?

Me encogí de hombros. Erik dejó de mirarme y abrió la bolsa, frunció el ceño en señal de confusión y sacó de la bolsa el vestido, la capa y el antifaz que me había regalado la noche que Christine bajó por primera vez a la Mansión del Lago.

- ¿Esto qué significa? – soltó la bolsa y la ropa, que se esparció por el suelo.

- Te amo. – le susurré. – Debo alejarme de ti.

- ¿Qué?

- Le has dicho a Christine que el Ángel de la Música a muerto. Creo que debe ser así para todos. Adiós, Erik.

Comencé a caminar para regresar a mi habitación pero, antes de poder salir del balcón sentí su mano alrededor de mi muñeca, me hizo girar para volver a mirarlo.

- No entiendo. – me dijo. – Dices que me amas pero quieres irte.

- Es lo mejor. – aseguré soltando una lágrima. – No quiero...

- Si es por lo de esa noche. Te juro que no volveré a lastimarte, lo juro.

- No es eso.

- ¿Entonces?

- No quiero estar a tu lado porque sólo estoy sufriendo al verte enamorado de Christine. Quisiera que me miraras como la miras a ella, pero sé que eso no es posible. Es mejor que cada uno de nosotros siga con lo que hasta ahora era su vida. Yo me graduaré y tú puedes seguir viviendo en los sótanos y espantando gente en el teatro. Puedes seguir enamorado de Christine y olvidarte de mí.

Erik se quedó callado.

- Estas enojada. – dijo después de algunos segundos.

- Casi me asesinas, creo que es lo más normal.

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