Capitulo 3

2.6K 231 11
                                    

Desperté algo somnoliento y con un dolor de cabeza horrible. La otra tarde cuando regrese de ver a Erin fui a un bar cercano y bebí un par de tragos. Realmente el alcohol funciona cuando se trata de olvidar tus problemas amorosos. Yo nunca fui un chico de recurrir al alcohol con tal de olvidar mis problemas, es mas lograba afrontarlos por muy difíciles que fuesen, pero, simplemente, por alguna extraña razón el haber perdido a Erin me dolía y mucho. Se que nunca tuve que irme pero ya es demasiado tarde para rememorar el pasado más que nada por que no puedo hacer nada para emendar el error que cometi. La resaca me estaba matando. Me alce de la cama y fui a darme una buena ducha fría ya que, visto lo visto, la necesitaba urgentemente. Mientras me secaba el pelo con una toalla me fije en mi reflejo causado por el espejo que tenia ante mi. Tenia unas ojeras impresionantes y mis ojos ya no brillaban tanto como ayer cuando pensé que volvería a ver a Erin.
-La he perdido- me recordaba a mi mismo continuamente
Necesitaba tenerla entre mis brazos. Necesitaba poder decirle cuanto la quiero mientras le susurraba palabras de amor en el oído como en los viejos tiempos. Necesitaba sus manos tirando suavemente de mi cabello cuando nos besábamos. La necesitaba a ella. Mi vida sin ella no tenia sentido alguno. Me vestí y salí al balcón apoye mis codos en la balaustrada y lleve mis manos a mi rostro acariciandome las sienes para intentar tranquilizarme. Suspire ruidosamente y examine atentamente la gran ciudad que se extendía ante mis ojos y, a lo lejos divise el bosque, aquel que había sido mi hogar por tantísimo tiempo. No era el momento de lamentarse, sino de actuar. Y eso mismo iba a hacer empezando por ir a casa de Erin. Cuando llegue me asome por la ventana del salón y vi a su padre sentado en un sillón mientras leía el periódico con una taza de café. Obviamente no podía entrar por la puerta por el simple motivo de que su padre no querría verme ni en pintura después del dolor que le causo mi ida a su hija. Erin. Mire hacia arriba justo donde estaba la ventana de su cuarto abierta. Decidido, entraría por ahí. Subí con bastante agilidad a un árbol que se encontraba por allí cerca y, de ahí, salte a su habitación. No había nadie pero escuche el agua de la ducha por lo que supuse que estaría duchándose. Esperaría pues. Me senté en su cama y contemple su habitación. Había cambiado todo bastante desde que me fui pero hubieron dos cosas que realmente me sorprendieron. Una de ellas era un cuadro con una foto en la que salíamos ella y yo abrazados con una mancha de helado de chocolate en la nariz. Sonreí recordando una de las citas que habíamos tenido justo antes de que me fuera. Al lado de el cuadro había una carta, pero no era una carta qualquiera, era mi carta, aquella que le deje antes de irme explicándole el porque debía marcharme. La otra cosa que me sorprendió fue un trofeo de oro puro que se encontraba en una estantería al lado de unas zapatillas de ballet color rosa pálido. Si eso era lo que estaba pensando significaba que Erin había seguido mi consejo y había retomado las clases. Por lo demás no me sorprendí mucho porque estaba prácticamente igual. En ese momento la puerta del baño de la habitación de Erin se abrió y de esta salio Erin supertranquila cantando una canción que, para mi gusto sonaba mejor con su voz. Todo tenia otro significado cuando se trataba de ella. Entonces recai en que su cuerpo solo se encontraba cubierto por una toalla y, su cabello húmedo caia sobre sus hombros. Al verme abrió sus preciosos ojos verdes tanto que parecía que se le iban a salir. Luego reaccionó y se cubrió con lo primero que encontró a una velocidad realmente sorprendente e inimaginable.
-¿Que haces aquí? ¡En mi cuarto!- susurro para que su padre no nos escuchara.
-Ehm...yo...-carraspee nervioso- quería volver a verte y...esto...me preguntaba si te gustaría ir a dar una vuelta a por unos helados y hablamos, tengo muchas cosas que decirte y supongo que tu también.
-¿Pagas tu los helados?
-Si-afirme
-Perfecto, pero...¿te importaría esperar en la calle? Tengo que vestirme y...
-Oh si claro no te preocupes, no tardes- le guiñe un ojo y después de ver como se sonrojaba un poco salte desde la ventana.
Rápidamente Erin se acerco para saber si me encontraba bien o me había hecho daño.
-¡Madre santa!- exclamó- ¿Estas bien?- pregunto algo preocupada al verme dentro de un matorral y la cabeza llena de hojas.
-Tranquila, todo bien por aquí abajo, es cierto lo de las películas, esto realmente bloqueó el golpe amortiguandolo.
La escuche reír.
-Voy a vestirme y...perdón por hacerte saltar por la ventana aunque no te obligue, podrías haber salido por la puerta como una persona normal...
-Lo habría hecho, pero no creo que a tu padre le hiciese ni pizca de gracia verme- dije sobandome la cabeza
-Cierto, bueno ya bajo
Después de eso cerro su ventana y se fue supongo que a vestirse. Después de un rato la puerta de su casa se abrió y salió Erin con unos shorts verdes oscuros que hacían sus piernas mas largas unos botines color chocolate y una blusa de tonos pasteles ajustada que dejaba poco a la imaginación. Su cabello ahora ya seco se encontraba recogido en una trenza de lado. Sin palabras, simplemente estaba mas que preciosa. Le Sonreí de medio lado mientras la contemplaba atentamente de arriba abajo repetidas veces. Jamas me cansare de mirarla. Cuando llegue a sus mejillas vi que habían adoptado un color carmesí que le quedaba perfecto al tono clarito de su piel.
-Deja de mirarme- protesto situándose a mi lado.
-Deja que te diga que me lo has puesto muy difícil
-Vamos- suspiro entrelazando su brazo con el mio como en los viejos tiempos.
Me estremeci ante su tacto pero pronto recupere la compostura y camine al mismo ritmo que ella. Iba a ser una tarde bastante entretenida.

Diario de un chico visible (2)Where stories live. Discover now