Capítulo 8

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Abrí la puerta con una sonrisa de felicidad plantada en mi moreno rostro. Irradiaba felicidad. Hacía tiempo que no me sentía así, tan lleno, tan vivo. Había sido un día alucinante en la playa, los amigos de Erin eran increíbles y enseguida me habían acogido como a uno más. Como si nos conociéramos de toda la vida.

Era ya bien entrada la noche cuando llegué a mi habitación. Lo primero que hice fue lanzarme a la cama, sin permitir que la sonrisa se me borrara del rostro y, poco después sin darme apenas cuenta me quedé completamente dormido.

Cuando desperté a la mañana siguiente después de darme la típica ducha matutina y despertarme un poco con la radio de fondo alguien llamó a mi puerta. Me sorprendió ya que casi nadie me conocía y era raro que tocaran a esas horas. No era muy temprano, pero tampoco muy tarde. Volvieron a insistir, fuera quien fuese no tenía pensado marcharse. Me apresure entonces a abrir. No esperaba para nada encontrarme allí a Erin.

-¿Erin?- pregunté perplejo, pensando ingenuamente que se trataba de una alucinación y que, en cualquier momento ella desaparecería de allí.

-Buenos días - sonrió- ¿Puedo pasar?

Me aparté imperceptiblemente sintiéndome un bobo por haber tardado tanto en reaccionar. Pero bueno, no era ninguna novedad que desde aquel día en que me topé por primera vez con sus hermosos ojos verdes y ella me preguntó la hora, me había quedado embobado de pies a cabeza. Desgraciadamente ese era el efecto que esta chica causaba en mi. Estaba preciosa, como siempre. Vestía un sencillo mono vaquero con un top rojo debajo. Su pelo estaba recogido en un moño despeinado. Lo que yo decía, preciosa.

-¿Que te trae por aquí?- pregunté cerrando la puerta.

-Si quieres que me vaya me voy eh. ¿Esperabas a alguien?

-No, no- me apresure a responderle- es sólo que no esperaba verte por aquí. No te vayas.

La vi sonreír. No iba a irse desde un principio. Ella venia por algo.

-Me alegra saber eso. Anoche estuve hablando con mi padre.

-¿De qué?

-De ti.

Me puse nervioso de golpe. El último encuentro que había tenido con Ismael no había acabado precisamente bien. Por no decir que había sido catastrófico. Y ahí estaba el porqué Erin había venido a verme.

-Debe opinar que soy un cobarde además de un imbécil y un maleducado.

Escuché su risa.

-¿Que te hace tanta gracia?- dije simulando estar molesto.

-Que no opina para nada eso que piensas. A recapacitado y te ha entendido mas o menos. Quiere darte una segunda oportunidad.

-¿De verdad?

-Si, me ha dicho que te pases por casa cuando puedas y lo habláis mas tranquilos con una taza humeante de café.

***

Horas mas tarde, ese mismo día ahí me encontraba yo, justo enfrente de la casa de Erin. No sabia bien si estaba preparado para este momento y no tenia la menor idea de que pasaría allí dentro con su padre. No quería averiguarlo. Pero debía hacerlo.

La persiana de Erin estaba bajada y enseguida deduci que ella no se encontraba en casa, cosa que no me tranquilizaba mucho. No estaba de ánimos para quedarme a solas con su padre mientras mi mente divagaba a toda velocidad sobre donde rayos podría estar la morena y que podría estar haciendo. Aunque la respuesta era demasiado obvia. Y tenía nombre y apellidos: Evan. Y el qué estarían haciendo seria mejor no pensarlo.

Suspiré. Quedarme ahí fuera contemplando su casa esimismado no solucionaría las cosas. Solo las retrasaría. Y quizá eso no era lo mejor, dadas las circunstancias.

Así pues me apresure con paso firme a llamar a la puerta. Se escuchó un "Voy" y enseguida la puerta se abrió. Ahí se encontraba Ismael, el padre de Erin.

-Buenas tardes- dije tendiéndole mi mano para que me la tomara- Erin me dijo que...

-Sé lo que te dijo. No diga mas, pasa, te estaba esperando.

-Gracias-respondí con un nudo en la garganta.

Por alguna extraña razón ahora estaba muchísimo mas nervioso que la vez anterior. Seguramente porque en el otro reencuentro no era consciente de lo que hacia y estaba cegado de ira, de rabia y de celos. Y ahora que recuerdo ese día... ¿Sabría Evan que besé a su novia? O mejor dicho, ¿Que ella me besó? Supongo que no. Y lo mejor será que nunca se entere. Además lo de aquel dia, por mucho que lo anhele no volverá a suceder. No estoy dispuesto a causarle mas daños a Erin. Vine a verla, no a poner su mundo patas arriba.

Me senté en el sofá a la espera de que Ismael hiciera lo mismo que yo.

-¿Café?- preguntó.

-Porfavor- respondí con una media sonrisa, ganando confianza.

Vi como desaparecía en el interior de la cocina. Me dediqué entonces a contemplar la casa de nuevo. Y el cuadro de Erin, aquel que me hizo recordar a la niña del accidente volvió a parecerme igual de hermoso que aquel día.

Minutos después el dueño de la casa volvió a aparecer con dos tazas de café caliente, dos cucharillas y un azucarero. Colocó la bandeja en la mesa y se sentó junto a mi.

-Lamento lo del otro día. No debí salir corriendo y dejarle con la palabra en la boca. No estuvo bien. Y te pido disculpas.

Lo vi sonreír mientras se llevaba la taza a los labios y daba un pequeño aunque generoso sorbo.

-No te preocupes, joven. Está todo olvidado. Debo reconocer que yo tampoco estuve bien contigo. Pero bueno, entenderás que no me agrado nada la idea de ver a mi hija tan triste por un chico.

-Lo sé y lo siento de veras. Me habría encantado haberme quedado...

Silencio. ¿Y ahora qué?

-Sigues enamorado de ella.

-¿Cómo dices?

-Que todavía amas a Erin. Y ella también te ama a ti.

Diario de un chico visible (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora