05.

26.8K 1.8K 175
                                    

La primera noche que pasé en Cloverwood volví a tener una pesadilla. Me encontraba de nuevo vistiendo mi hermoso vestido de novia y sonriendo como si fuese lo mejor que me iba a pasar en la vida. Aun estando todo poco iluminado, miré alrededor y pude notar que el lugar se me hacía conocido. Una extraña sensación de déjà vu se caló por mis huesos y recorrió cada átomo de mi ser como si se tratase de una enfermedad contagiosa.

Pronto algunas luces tenues se prendieron a mi izquierda dejándome saber que me encontraba en el muelle; no en el anterior que había soñado, sino en el de Cloverwood. Los botes se encontraban a un lado y me limité a caminar por aquellas hermosas planchas de madera mientras miraba el lago. Semejante paisaje era capaz de hacerte entrar en trance incluso de noche, o en un sueño, dado el caso.

Unos momentos después y sin siquiera recordar cómo había llegado hasta allí, me vi sentada en el borde de la cubierta y con los pies sumergidos en el oscuro e inmenso líquido que parecía llamarme con sus olas pausadas y errantes. El clamor fue hasta casi hipnótico pues parecía como si almas en vela estuviesen sufriendo en las profundidades porque aún no me unía a ellas. Aunque se me hizo algo extraño, pude notar mi reflejo en aquella superficie casi opaca y percibí no solo que mi maquillaje estaba corrido, sino que mi cabello marrón y lacio se encontraba despeinado también. Sí... estaba vestida de novia, pero me veía fatal.

Estiré la mano para poder acariciar la superficie y borrar mi reflejo cuando noté que mi piel se apreciaba más pálida de lo normal y que hasta parecía brillar un poco. Me pareció algo anormal, mas sacudiéndome esa idea rara de la mente toqué el agua solo para que algo o alguien desde la profundidad me arrastrara hacia los confines de aquella negrura. Era claro ya que ese clamor del que les hablaba antes no había estado en mi imaginación, sino que era real.

Intenté con desesperación surcándome las venas soltarme de aquel firme agarre, pero esa entidad desconocida que tenía prisionera era no solo fuerte sino también invisible. Al verme atascada dentro del agua y temiendo quedarme sin aire en cuestión de momentos, comencé a sentir que un ataque de pánico crecía a pasos de gigante desde lo más profundo de mis miedos. ¿Qué tenía mi cabeza con las pesadillas conectadas al agua?

Fue aquel reproche mental el cual me hizo entender, por primera vez, que estaba soñando. Intentando ser racional, abrí los ojos y pude notar que por debajo de mí se encontraban unos orbes verdes brillantes, los cuales de seguro le pertenecían a esa extraña y oscura forma que buscaba, a base de persistencia, mantenerme debajo del agua.

Si bien sacudí mi pierna tan fuerte como pude, lo único que en verdad se movió fue mi tobillo... y de una manera muy patética. El miedo otra vez se hacía presente, rodeándome y nublando mi razón, me sentía tan frustrada e impotente que me limité a pegar un gran grito el cual por supuesto nunca se hizo presente. Sin embargo, algo positivo salió de ese acto reflejo pues al abrir mis labios el agua que entraba por mi boca no molestaba, era más, hasta se sentía tan natural como el aire. Allí fue cuando me di cuenta de que no me estaba ahogando de verdad.

Una luz apta de dejar a cualquier ser humano ciego se hizo presente frente a mi intento de secuestrador. Pronto fui capaz de apreciar que a medida que se iba apaciguando, mis ojos se acostumbraban poco a poco y comenzaban a discernir ciertas cosas que me rodeaban. Como mi cabello, el cual por arte de magia se había tornado de un color tan caoba como el mismo fuego.

Aquel ser de ojos verdes quien me había mantenido prisionera hasta aquel momento me soltó y yo no tuve reacción alguna de volver hasta la superficie, pues aquella semioscuridad que todavía se apreciaba me causaba demasiado terror como para siquiera moverme de allí, incluso habiendo sido liberada del agarre. Una vez que me volví a ver sentaba sobre las maderas del muelle, lo cual me llevó mucho tiempo, esfuerzo y coraje; me permití dejar mi espalda caer sobre las tablas y respirar tan hondo como me lo permitieron los pulmones. No sentía que mi cuerpo lo precisara por la experiencia del agua dentro de mi interior sino porque si no comenzaba a respirar para calmarme comenzaría a tener un ataque cardíaco allí mismo.

No pude controlarlo del todo, pero pronto una pesadumbre incapaz de ignorar comenzó a atacarme y mis ojos se cerraron como por voluntad propia, ignorando incluso mis deseos por quedarme despierta y alerta a lo que me rodeaba, no llegara a ser que ese ser de ojos verdes saliese de la profundidad para darme caza una vez más.

A la siguiente mañana cuando me desperté tenía pocos o casi mínimos recuerdos de lo que me había ocurrido durante la pesadilla. No obstante, había una imagen que no podía irse de mi mente por más de que lo intentara con todas mis fuerzas. ¿Por qué? ¿Por qué no podía dejar que esa imagen desapareciera y ya? Me reprochaba a mí misma mientras desayunaba con placidez sentada frente a la ventana pues ese era el mejor lugar para apreciar el lago.

El té que se encontraba dentro de la taza que reposaba plácidamente sobre mis manos estaba casi hervido. Eso me daba suficiente tiempo como para filosofar un poco de la vida y me gustaba tener ese ratito para mí. Aquel era uno de esos días en los que mi alma quería analizarlo todo, pensar todo e imaginarlo todo; pero de una u otra forma, me sentía bloqueada por el fantasma de aquella pesadilla que me perseguía cada vez que mis ojos se abrían.

Acorde pasaban los minutos comencé a sentirme mejor; era como que aquella idea se iba asentando con suavidad en mi ser hasta el punto de hacerse una idea cuasi lógica. Se tomó su tiempo, pero creo que así le sentaba mejor, como un té al cual si lo dejas reposar llega a su sabor más esplendoroso.

Estaba decidido, lo haría, cumpliría aquella metamorfosis de la pesadilla: cambiaría primero que nada el color de mi cabello. El cambio me haría sentir renovada, fresca y fuerte, sentimientos que precisaba con urgencia si quería salir adelante. Sí, no era mi estilo pues yo siempre me había conformado con no modificar los atributos que Dios me había brindado, pero daba igual. La idea me fascinaba.

Tomé las llaves, sintiendo de repente cómo muchas energías atacaban cada partícula de mi ser impidiéndome quedarme quieta. Dejando el té recién terminado sobre la pileta de la cocina me calcé mi saco y salí sonriente, era hora de buscar una peluquería en Cloverwood que pudiera hacer lo que yo deseaba con tanta urgencia.

Sarah Jenkins fue por demás amable al darme las indicaciones para llegar hasta lo de Melanie quien era la peluquera del pueblo. Incluso se notaba tan contagiada por mi iniciativa que se decidió por acompañarme y "mimarse un poco" pues hacía mucho que no hacía algo para ella. Pronto ambas marchamos en mi coche hasta llegar al salón y una mujer con la cara más redondita y afable del mundo nos recibió con una genuina sonrisa; parecía que todos en el pueblo eran amables y estaban felices con cómo sus vidas habían resultado. Hasta ahora las personas que había conocido me habían caído por demás bien, lo cual era raro en mí.

Por supuesto que al rato comenzaron las preguntas, pues al ser la nueva vecina y la única visitante en casi dos años del pueblo, parecía que la voz ya se había corrido y más de uno tenía curiosidad de qué me había llevado hasta allí.

El salón pronto se llenó de voces y risas, con comentarios haciéndose escuchar sobre cómo era la vida en aquel lugar, consejos de qué comprar y dónde. Las clientas de Melanie parecían haberme puesto bajo su ala como paloma protectora de sus pichones. Pronto, una pregunta muy importante se hizo a lugar y me di cuenta de que todavía no lo había analizado en profundidad hasta aquel momento en particular:

—Y cuéntanos, querida, ¿de qué vas a trabajar mientras te quedes aquí?


A la esquina del fin del mundoWhere stories live. Discover now