23.

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—¡¿Cómo es eso de que alguien se pone a jugar a "sé lo que hicieron el verano pasado" contigo y no me llamas?! —Dulce fue la forma de Ethan para decir buenos días la siguiente mañana.

Se veía que a media jornada Melinda había decidido contarle y el ferretero salió corriendo de la tienda para vernos. Sus ojos verdes brillaron con ira y descontento de tal forma que me hicieron sentir como niña de tres años que había roto la reliquia familiar por equivocación. Era más, tal era su enojo por cómo había actuado la noche anterior que su rostro –el cual era de tez pálida y similar al marfil– se encontraba compitiendo con el color de un jitomate a tal punto que si los comparaban, Ethan podría ganar con facilidad.

—Ya, ya, no te enojes tanto, Ethan. Terminarás activando la alarma contra incendios a este ritmo —bromeé intentando liberar la tensión que se había instalado en el ambiente, pero mi interlocutor no me lo iba a hacer tan fácil.

—Déjate de bromas. —Sacó los libros que tenía en la mano y me acorraló en contra del estante lleno de libros que se ubicaba a mis espaldas, estábamos tan cerca que, si se aproximaba un ápice más, mi espalda comenzaría a doler por los tomos incrustados en mi piel.

—Ethan, en serio, no es importante.

—Pensé que éramos amigos —interrumpió mi intento de cambiar el tema—, pero en vez de confiar en mí te decides por llamar a Bale... ¡A Bale!

—Mira, lo siento en serio si te golpeé el ego masculino ese del que todos ustedes se sienten tan orgullosos —le empujé fuerte alejándolo tanto como pude de mí pues ya estaba harta de la escenita que me estaba montando, parecía Max en sus peores días de inseguridad—, pero en casos como el de anoche la gente llama a la policía, no a ferreteros. Discúlpame si te insulté haciendo lo lógico.

Salí disparada del pasillo en el que nos encontrábamos porque una sola palabra más que saliera de su estúpida boca me obligaría a golpearlo y fuerte. ¡Escenas de celos! ¡Porque lo llamé a Austin en vez de a él! Aquello era de no creerse; teníamos dos asesinatos sin aclarar, un intento de suicido, un borracho vuelto de la muerte, un desconocido jugando a psicópata y a un convicto prófugo, ¡¿y yo tenía que lidiar con los celos?! Ese era el colmo de todos mis males. Me había puesto de tan mal humor que gracias a Dios estábamos en un lugar público, si no yo misma le hubiese enseñado a Ethan Noble cuántos pares eran tres botas.

—Lo lamento. —Una mano masculina me aprisionó el brazo para evitar que me diera a la fuga, pero no lo hizo de manera fuerte o imponiéndose, era más como si cada uno de sus movimientos demostrase arrepentimiento en su estado más puro—. Es que desde que Ashley murió nadie me había precisado de la forma en que lo hiciste tú, o al menos hacía tiempo que no me sentía necesitado. Llevaba mucho tiempo sin sentirme útil y fue un golpe duro de tomar que de la nada alguien tomara mi lugar.

—Nadie tomó el lugar de nadie. —Escupí la oración mientras liberaba el brazo y arreglaba mi camisa que se había salido de lugar.

Ethan sonrió tímido, esa era la forma que teníamos de comunicarnos; nuestras palabras y gestos decían una cosa, pero nuestros ojos comunicaban algo diferente. Él pidió disculpas con sus pupilas, yo las acepté apartando la mirada. De nuevo todo estaba bien entre nosotros, pero la suerte no debía ser tentada, a mí esas escenitas no me gustaban en lo más mínimo y se lo había dejado saber con honestidad. Era más, hasta todavía sentía ganas de acariciarle la cara cariñosamente con una silla. Él ahora sabía a la perfección cómo serían mis decisiones desde ese momento en adelante.

—Igual soy más apuesto, más interesante y muchísimo más inteligente. Es todo lo que voy a decir —comentó, su voz rozando la altanería de quien precisa decírselo a sí mismo en voz alta para creerlo.

A la esquina del fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora