32.

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—¡Maldito bastardo! —vociferé hecha una furia al llegar al cuerpo que se encontraba recostado en el piso. La sonrisa de sus labios con la que me recibió solo fue más combustible para el intenso fuego que me arrasaba por dentro.

—Hola, Megs —intentó articular aunque se notaba el esfuerzo sobrenatural de mi interlocutor—. Estás bien, ¿verdad? ¿No llegaron a hacerte daño?

—No, porque llegaste con toda la caballería como me lo prometiste.

—Fuiste muy valiente al conseguir tiempo suficiente como para que llegásemos. No te preocupes por esta herida, uno de los policías está estudiando medicina y me dijo que tuve suerte. La ambulancia está por llegar, ya no llores, Megs.

—¿Me prometes que vas a estar bien? —indagué dubitativa de la verdad de sus palabras, pero no pude escuchar la respuesta pues los paramédicos nos separaron y nos llevaron en ambulancias distintas hacia el hospital.

En el trayecto Lucille se tiró a mi falda y me abrazó desde la cintura como una niña pequeña, acto que me transportó a nuestra infancia una vez más. Mi hermana menor no dejaba de disculparse y echarse la culpa por todo, pues parecía que sentía que ella había desencadenado aquella sucesión de trágicos eventos. El tema era que yo no lo sentía así. Tal vez era verdad que jamás hubiese llegado hasta allí si no fuese por sus caprichos, mas todo eso había sido un mal necesario.

Estaba en mi destino caer en Cloverwood, estaba ya trazado que debería encontrarme con Aaron y con los Jenkins. No comprendía bien por qué, pero estaba segura de que era algo para lo que había nacido. Mi lugar en el mundo no era esa gran ciudad en la que me había criado toda la vida junto a mi familia; mi lugar era aquel espacio pequeño y perdido en el mapa, tan lejano de todo y todos que parecía encontrarse a la esquina del fin del mundo.

Este sitio aguardaba mi llegada, las personas con las que me encariñé me estaban esperando y yo salí al encuentro. Por primera vez en mi vida pude sentir que al fin mi vida tenía sentido alguno. Al fin me sentí útil y al sopesar la importancia de mis actos durante la última semana me di cuenta de que había detenido a un adolescente que en su estado de sociópata habría acabado con muchas vidas más; además también había ayudado a frenar a dos sociópatas que se deleitaban de secuestrar a gente que no podía defenderse por sí misma.

—Sentí algo horrible el otro día a la noche, por eso salí corriendo hasta llegar aquí; sabía que no estabas bien y vine tan pronto como se me hizo posible.

—Eso fue porque esa noche maté a alguien, Lucille —le dejé saber haciéndome la fuerte frente a ella, como si matarlo no me quemase el alma por dentro día y noche—. Fue defensa propia, pero le saqué a alguien su derecho inherente de vivir; no me siento orgullosa, pero esa persona habría matado a mucha más gente de no haberle frenado de alguna forma.

—¿Quién era?

—Un adolescente menor de dieciocho años que nunca desarrolló una conciencia propia.

—¡¿El niño del que me hiciste buscar el registro?! ¡Por Dios, Megan! ¿Él mató a su propia madre?

—Exacto.

—Me siento enferma. ¿Qué va a pasar con nosotras ahora?

—Iremos al hospital, harán exámenes para asegurarse de que estamos bien física y emocionalmente. Después de eso te acompañaré de nuevo a casa.

—¿Cómo que "me acompañarás"? ¿No piensas quedarte allá, con nosotros?

—No, pienso volverme aquí de nuevo. Lucy, no espero que me entiendas, pero créeme que esto ya no se trata de alejarme de ti porque estoy dolida. Esto se trata de haber encontrado mi lugar en el mundo, un objetivo, gente a la que aprecio y con la que quiero seguir compartiendo mis días. ¿Sabes? Estoy trabajando en una biblioteca con muchos adolescentes que quedarán muy sensibles después de esta semana, la gente que murió era muy conocida y estimada aquí. No puedo dejarlos solos.

—Lo comprendo.

Esas palabras fueron lo último que me hubiese esperado de ella. En contra de todas mis predicciones, Lucy había comprendido durante ese tiempo que habíamos estado separadas que para poder tener una relación sana entre nosotras estar lejos era algo bueno. Ella no buscaría encapricharse con todo lo que era mío y yo no saldría herida, al menos hasta que mi interlocutora aprendiese a mesurarse.

Por supuesto que no era cuestión de salir corriendo como yo lo había hecho o de no contestarle el teléfono. De ahora en más las cuentas estarían más o menos saldadas y pondríamos lo mejor de nosotras para remendar lo que se había dañado de tamaña manera. Me pareció que mi blonda compañera de vida había crecido durante el tiempo que nos habíamos visto desprovistas la una de la otra. A fuerza de golpes, lágrimas y rechazos, pero lo había logrado. ¿Sería Max el causante de semejante cambio? ¿Sería que él había estado desde siempre destinado a estar con mi hermana y no conmigo? Tal vez él le era más de ayuda y soporte para ella de lo que podría haber sido para mí. Muchas incógnitas estaban creciendo dentro de mi cerebro como yerba mala difícil de desterrar. Sin embargo, luché para alejarlas de mis emociones pues si había algo que había aprendido durante aquel tiempo era que la suerte era incuestionable e inexorable.

—Deberías quedarte, ¿sabes? Yo iré a hablar con mamá, papá y Max. Les contaré todo lo que ha pasado y bueno, nuestros papás querrán venir a verte para asegurarse de que estás bien.

—Pero...

—No puedes dejar al sheriff solo; arriesgó su vida por salvarte, Megan. La determinación que portaban sus ojos hace un rato fue muy clara, lo hacía todo por ti. No puedes ser tan desagradecida como para dejarlo solo.

—¿Crees que podrás viajar solo por tanto tiempo? ¿No crees que sería mejor pedirle a Max que venga a verte?

—Megs, sé lo que estás intentando hacer, pero jamás podría estar con él. No así, no después de cómo nos equivocamos y de cómo te dañamos.

—Has lo que te dé la gana solo no me uses de excusa, hermana. Si no lo vas a intentar que sea porque eres una cobarde, no porque yo te lo estoy impidiendo de alguna manera.

—Entendido. —La sonrisa que dibujó en su rostro me dejó saber que esa noche todas las cosas que debía analizar le robarían el sueño. Pobre ingenua, poco sabía que la sedarían si era necesario para que descansara después de semejante shock, luego tendría tiempo de sobra para hacer su catarsis.


A la esquina del fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora