09.

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No sé en qué momento pasó, pero para cuando volví a abrir mis ojos y volví a prestar atención, Ethan Noble había vuelto a aparecer en escena. Se encontraba vestido con las mismas ropas de trabajo con las que lo había visto al mediodía: zapatos marrones de vestir, pantalón caqui y una camisa azul que tenía bordado en un costado el nombre de la ferretería "Noble Provee". ¿Sería que la ferretería era un negocio familiar el cual él había heredado?

Despegué mi mirada del rubio recién llegado para enfocarme en la puerta abierta que se encontraba a tan solo cuatro metros de mí. ¿En qué momento se había desatado soberana tormenta sobre Cloverwood? ¿Aaron se encontraría bien? Tal vez ya en cuidados intensivos lo estaban trasladando a otra ala del hospital para monitorearlo mientras que su abuelo, envejecido unos diez años más por la noticia, entraba a su habitación para ver al pobre chico postrado en una gélida cama de sábanas blancas.

¿Serían incómodas aquellas camillas? En la tele cuando las mostraban, ya fuese en películas o series, siempre denotaban cierta incomodidad. ¿Cómo alguien podía dormir en lugares así? ¿No era suficiente con estar en malas condiciones como para que además les forzasen a dormir incómodos?

Lo admito, las pocas neuronas que me quedaban despiertas dentro del cerebro me dejaron ver que estaba delirando y que lo único que estaba haciendo era conectar ideas raras una tras la otra tan solo porque compartían algo mínimo en común.

Noté con descuido cómo una mano se posaba sobre mi hombro y me exigía callada que levantase el trasero del sofá en el que estaba. Pronto el rostro de Melinda se hizo presente y su voz dictaminó que iríamos al bar a tomar una copa antes de marcharnos a nuestros hogares, que todos precisábamos sacudirnos aquella sensación de shock en la que nos encontrábamos... aunque creo que se estaba refiriendo solo a mí.

Dejé que mis interlocutores decidieran los pasos a seguir por lo que quedaba de noche y me encontré pronto sentada en una butaca delante de un bar con un vaso de whiskey haciéndome frente. Nunca había tomado aquel añejo brebaje que tantas veces se designaba como poderoso si no se sabe beber y me empiné el vaso sin siquiera frenar para respirar. Un inmenso escozor se propagó al instante por mi garganta hasta llegar a mi esternón y las lágrimas que el dolor provocó en mis ojos desataron aquella reacción en cadena que tanto había estado evitando. Me lancé a llorar con desesperación como una condenada a la vez que unos brazos fuertes me abrigaban y me brindaban un poco de apoyo, justo lo que necesitaba en ese momento.

—Pensamos que no ibas a reaccionar, Megan. —La voz de Ethan se dejó sonar mientras su mano derecha sacaba algunos mechones de mi cara—. Nos tenías preocupados.

—Lo-lo lamento —tartamudeé bajando la mirada pues me sentía culpable. Se notaban tan intranquilos por mi culpa que el cargo de conciencia sumó otra incomodidad más al ya previo bajo estado de ánimo en el que me encontraba.

—Acabas de pasar por algo horrible, no tienes por qué disculparte por no poder salir del shock. —La voz firme de Melinda me sorprendió—. Lo bueno es que esta tragedia no ha pasado a mayores y le has salvado la vida a un chico de tan solo dieciséis años que tiene mucho por vivir aún.

—Debemos hacer algo, esto no puede seguir así. ¿Qué vamos a hacer con todos los chicos que confiaban en Todd Miller y que ahora se encuentran desprotegidos y vulnerables? —Si bien aún no podía pensar con claridad esa preocupación se mecía con tanta fuerza sobre mi cabeza que me daba pavor pensar en las posibles consecuencias.

—Podríamos hacer reuniones semanales con los chicos que visitan la biblioteca — aventuró Noble con indecisión, se notaba que en su mente aún se estaba formando la idea—. Darles unas dos horas semanales en reunión para que se descarguen de sus sentimientos, como una forma de catarsis. Están a cargo de una biblioteca: ¡podrían hacer un taller literario! Podrían incluso poner como condición que en esas dos horas ellos deban escribir respecto a un tópico semanal y aquel que quiera lo comparta, no sé.

—Al decir verdad esa es una idea muy buena, los chicos viven yendo a publicar cosas en sus blogs o perfiles de Facebook, podríamos usar actividades que asemejen aquel proceso y buscar temas que a ellos les interesen. No todos van a participar, muchos menos van a compartir lo que escribieron en voz alta, pero será un tiempo para estar todos juntos. Pueden chalar entre ellos, trabajar en equipos, pedir críticas constructivas —aventuré sintiéndome un poco mejor gracias al entusiasmo de Ethan.

—Vale la pena intentarlo, es mejor que quedarse sin hacer nada mientras estos chicos gritan por ayuda de la forma en que Aaron Flick lo hizo. — Por más de que Melinda asintió a su manera se notaba que estaba cien por ciento a bordo.

—Es más, mi primo es el editor en jefe del periódico así que podemos motivar a los chicos diciéndoles que sus opiniones son importantes y que, como tales, merecen un espacio en nuestra sociedad. Si le cuento lo que le ha pasado a este chico, mi primo va a estar más que dispuesto a brindarles un espacio de expresión juvenil.

—¡Eso sería increíble, Ethan! —Dejé escapar la sorpresa y motivación que estaba experimentando a través de mi voz. Aquella idea que había propuesto se había hecho dueña de mí. Como si fuese una semilla plantada debajo de mis pies que iba creciendo rápida y silenciosamente, se había atado a mí, me había dejado inmovilizada y sin otra opción más que prestarle atención.

—¿En qué estás pensando, Megan? Tienes cara de que has pensado en algo más. —Melinda preguntó hasta casi con miedo al ver el brillo en mis ojos.

—Oh sí, por supuesto que sí. —Le sonreí con franqueza y me permití unos segundos para que las palabras se posicionaran en mi cerebelo de tal forma que lo que fuera a decir tuviera sentido—. ¿Qué tal si promocionamos durante unos cuántos días la propuesta en el periódico? Algo así como: "Precisamos que la juventud se haga escuchar, si crees que tienes algo que decir y quieres usar esta oportunidad para hacerte entender, ven a la biblioteca tal día a tal hora y prepárate para comenzar a hacer historia".

—¡Eso es increíble! —exclamó Melinda, esta vez incapaz de seguir disfrazando su interés con la capa de fría indiferencia que tanto la caracterizaba—. Ethan, eres tan importante en este proyecto como nosotras ¿qué te parece si mañana al mediodía nos juntamos en alguna casa para poder comenzar a planear todo?

—Tendré el permiso de mi primo para primera hora mañana, lo contactaré cerca de las siete y llamaré a la biblioteca para hacerles saber que estamos en marcha. ¿Quieren juntarse en mi casa?

—¿Qué les parece la mía? Creo que es la que está más confinada y tendremos espacio para deliberar tranquilos, vivo sola. —Me encogí de hombros al darme cuenta de que ellos ya sabían todo eso.

—Perfecto, nos juntamos en tu casa a primera hora del mediodía, Megan. Ahora salgamos de aquí, mañana vamos a tener un largo día y hay mucho que debemos hacer —sentenció Melinda dejando dinero en la barra para luego tomarme de la mano y arrastrarme hacia fuera del local.

—¿Cómo demonios llegué hasta aquí y dónde está mi auto? —pregunté de repente dándome cuenta de todos los detalles que se me habían pasado de largo durante mi momento de trance.

—Yo las traje aquí en mi camioneta —explicó con paciencia Ethan—, las llevaré de vuelta a la biblioteca y desde allá podrán irse a casa.

—Perfecto, ¿te acerco, Melinda?

—Tengo mi auto, querida, y tú no estás en condiciones de manejar. Deja que yo te llevo por hoy y mañana buscas tu auto.


A la esquina del fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora