26.

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—¿Ustedes se conocen? —indagué sin poder evitarlo, ese detalle me había tomado por sorpresa.

—Ethan y yo fuimos mejores amigos durante muchos años, crecimos juntos; es más, él es el padrino de Aaron. —La sonrisa socarrona que James tenía debido a la ironía del asunto se me hizo chocante.

—¡¿Qué?! —El grito se disparó de mis pulmones como una bala de su pistola, de forma rápida e intrépida.

—Recuerda, Megan, que este es un pueblo pequeño después de todo. —Ethan contestó mi pregunta, pero luego volvió a concentrarse en James Flick—. ¿Cómo va a terminar esto, viejo amigo? Sabes que te tengo mucho aprecio aún, no me obligues a hacer nada de lo que nos arrepentiríamos los dos.

—Sabes tan bien como yo cómo es que esto va a terminar. —James volvió su mirada a Aaron el cual seguía apuntando su pistola de manera dudosa.

—Vamos, no seas irracional. Sabes que nada bueno puede resultar matando a Aaron. Casey no volverá ni tú podrás echar el tiempo atrás. Ya no hay nada para hacer, nada que puedas lograr para que cambie tu destino. La vida es así, hermano, estamos condenados a vivir sin los amores de nuestras vidas; es tiempo que bajemos nuestros brazos y lo aceptemos.

—¿Es que no ves que intenta matarme? —El reproche del adolescente nos recordó que el último descendiente de aquella rama de los Flicks estaba aún presente.

—Cálmate, Aaron. —La voz del ferretero sonó firme, como una advertencia también al hijo. El pobre no solo tenía que lidiar con la testarudez del padre sino también con el temperamento del hijo.

—¡No, no voy a calmarme! ¡Quiere matarme y tú no estás haciendo nada!

—Ya...

El ruido de un disparo cercano a mi cuerpo me obligó a cerrar los ojos como acto reflejo, mi cuerpo se contrajo debido al temor y para cuando los volví a abrir, el cuerpo de Ethan yacía sobre el suelo.

—¡No! —fue lo único que pude vociferar, el grito se hizo presente con un tinte desgarrador, pues toda mi anatomía había sucumbido al llanto y a la tristeza de ver sus hermosos verdes luchando por seguir viviendo.

El pesado cuerpo de Ethan se encontraba a tan solo a metro y medio de distancia y no dudé siquiera un segundo en arrastrarme hasta llegar a él, ya me valía madre todo lo que estaba pasando alrededor. Mi raciocinio y mi corazón sólo tenían fuerzas para concentrarse en él. No hubo palabras que pudiese articular, ni sonrisas que regalarle para tranquilizarlo. Solo un llanto intenso y empedernido que amenazaba por ahogarme. Me arrastré hasta llegar a él para abrazarlo, mas cada segundo que pasaba le robaba más y más vida. La bala había dado justo en una pierna y esta se estaba desangrando a borbotones. No era médico ni nada, pero era fácil ver que le habían golpeado justo una arteria.

Unos minutos, que por alguna extraña razón se sintieron como milésimas de segundos, pasaron y como si fuese el único propósito por el que se la había creado, la muerte se hizo presente para llevárselo. Su cuerpo que ya no mantenía vida alguna dentro de la carcasa que había quedado, sus manos crispadas sobre el arma que debería haber sido su protección y su rostro mirando algo invisible en la distancia lo hacían ver como una persona que había albergado tanto potencial en su ser, pero que nunca llegó a explotarlo. Ahora Ethan y Ashley estaban juntos en el cielo.

Sin que me diese cuenta mis frías manos se empaparon en el escarlata líquido vital que borbotaba desde su herida y pude notar que la munición no había tenido piedad en arrancarle la vida. Las perlas cristalinas que corrían por mis mejillas comenzaron a nublar mi campo de visión haciéndome sentir desprotegida, por eso agarré el arma despegando ambas manos de mi amigo del objeto inanimado —aunque el esfuerzo por poco me desgarró el arma— y apunté al fugitivo sin siquiera dudarlo.

La rabia, el odio y la impotencia habían ofuscado cualquier rastro de razón en mi alma y estaba lista para matar a sangre fría por venganza, todo mi ser sentía que solo eso lograría apaciguar al menos un poco la fiera que se había desencadenado en mi oscuro interior.

Pero para cuando alcé la vista, James Flick seguía apuntando sin dudar a su hijo, dándonos la espalda. Desde aquel ángulo dado, él jamás podría haber herido a Ethan de esa manera. Fue allí fue cuando las fichas del rompecabezas cayeron en su lugar. ¿Qué fue lo que me abrió los ojos? Aaron.

Aaron estaba tumbado en el piso cómodo mientras se aferraba a su arma. Aaron con aquella media sonrisa socarrona dibujándose en sus labios. Aaron y sus ojos cafés teñidos por un brillo que jamás le había visto antes. Aaron con un no sé qué que me decía que él había sido el culpable y no por un mero error debido a sus nervios. ¿Por qué ya no creía en la inseguridad, en el temor y en el estado indefenso en que se podría haber encontrado el chico? Porque sus ojos al fin se habían convertido en ventanas transparentes a su alma y me dejaban apreciar toda la maldad que había dentro de ese ser.

El remordimiento parecía no formar parte de él, la conciencia simulaba nunca haber siquiera existido en aquel tipo y mi estómago se contrajo provocándome ganas de vomitar. Sequé mis lágrimas con la manga de mi campera roja y me negué a mostrarle debilidad. Ahora sí comprendía por qué algo en mi cabeza venía haciendo ruido desde hacía rato, por qué Austin decía que algo se me estaba pasando de largo. En el reporte policial nunca me había cerrado el momento del día en que James Flick en teoría había matado a Casey, tampoco la manera en que le había dejado sin vida.

—¿Por qué? —escupí mis palabras con desprecio y la carcajada de Aaron promovió mi vómito repentino.

¡Demonios! No solo me había ensuciado entera —ni contar con el piso de la cocina — sino que también había bajado mi guardia con el revólver, ya no podría volver a apuntarle sin que él me disparase primero. Desvié la mirada hacia lo que antes había sido Ethan y por lo menos quedé tranquila que él seguía limpio; jamás me hubiese perdonado haber ultrajado su memoria de aquella forma tan desagradable.

—¿Por qué? —me reparó Aaron como si al hablar conmigo tuviera que bajar su coeficiente intelectual; como si para hacerme entender sus razones debería expresarse como un adulto se expresa con un niño—. Porque detesto a los cobardes, a los que dudan, a los que no tienen las agallas de hacer lo que es necesario. Le di a mi padrino la oportunidad de demostrar su amor hacia mí protegiéndome de mi padre, pero el idiota quería triunfar sin herir a nadie. ¡Qué iluso! En esta vida no se puede hacer nada sin herir a nadie y, de ser honesto, yo no quiero hacerlo.

—Se ve que esta es la primera vez que eres honesto conmigo, Aaron. —Intenté que mi voz no se quebrara, que no mostrara debilidad. El problema era que el chico parecía más audaz, inteligente e intrépido que todos nosotros juntos. ¡Qué horrible debía ser, tanto potencial desperdiciado en una persona tan cruel!

¿Cuánta maldad podría llegar a producir? ¿Cuántas veces se había salido con la suya sin castigo alguno? ¿Cuántas habrán sido las víctimas de sus juegos psicológicos? ¿Cuántos de nosotros habremos sido sus títeres? Aquellos tóxicos pensamientos me llevaron a recuerdos que debería haber bloqueado y por primera vez en mi vida no me sentí mal por haberle deseado el mal a alguien. ¡Maldición! ¡Debería haber dejado que se ahorcara! Aunque lo más seguro era que esa escena había sido otro de sus tantos engaños. 


A la esquina del fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora