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"Tengo un agujero en mi alma que cada vez se hace más profundo."






Hayato terminó de escribir en la pizarra, dando las últimas explicaciones sobre el tema recién visto, para finalmente volverse y dar la cara a sus alumnos. E inmediatamente, al levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de Suguru, sin embargo, Hayato inmediatamente apartó la mirada.

El hombre castaño se acercó al escritorio, comenzando a guardar sus cosas al mismo tiempo que daba por finalizada la clase. Tan pronto como todas sus cosas estuvieron guardadas en su maletín, salió rápidamente del aula, casi como si estuviese huyendo. Y así lo era, realmente estaba huyendo. Podía escuchar a cierto alfa pelinegro llamándole a sus espaldas, pero Hayato simplemente continuó caminando, ignorando por completo a Suguru.

Al llegar a su oficina, el omega entró rápidamente, y trató de cerrar la puerta detrás de el, sin embargo, unas manos se lo impidieron. Pudo ver los ojos suplicantes de su alumno, y Hayato simplemente pudo soltar un suspiro, finalmente dejándolo entrar.

"No me sigas ignorando, por favor, Hayato. Hablemos." Suguru se acercó al pequeño hombre frente a el, tomando entre sus grandes manos las de Hayato, las cuales eran increíblemente más pequeñas. Todo en Hayato era pequeño y delicado, que incluso, cuando lo tenía entre sus brazos, desnudo y gimiendo con esa pequeña y pecaminosa boca, Suguru temía romperlo, quebrarlo. Su cuerpo sintiéndose tan delicado debajo de su toque. Sin embargo, a Suguru le encantaba follarlo con fuerza, le encanta hacer de Hayato un total desastre. Simplemente Hayato le encantaba.

"Lo siento, Suguru..." El profesor le miró, y por unos segundos dejó que Suguru sostuviera sus manos, pero finalmente logró apartarlas. "Debemos terminar todo esto aquí. No puedo seguir haciendo esto."

Suguru pudo notar la firmeza con la que Hayato hablaba, e inmediatamente se sintió temeroso de perderlo, llenándose de ansiedad. No quería perderlo. No quería alejarse de Hayato. El solo hecho de pensar en alejarse de su Omega, le dolía.

"Ha sido mi error, Hayato. Yo lo corregiré. Tú no tienes la culpa de nada, así que por favor..." El alfa sostuvo entre sus manos las mejillas de Hayato, para después abrazar al hombre que había comenzando a llorar, y pudo sentirlo temblar entre sus brazos. "Yo hablaré con Yuuji, lo prometo. Le diré todo, y terminaré mi relación con él."

Suguru acariciaba los bonitos cabellos del hermoso hombre entre sus brazos, y Hayato solamente soltó algunos hipidos antes de apartarse del abrazo de su alumno.

"No es tan fácil, Suguru, soy su madre... Soy su madre, y el solo pensar que voy a lastimar a mi niño de aquella forma tan horrorosa..." Hayato cubrió su rostro con sus pequeñas manos, y soltó un sollozo desgarrador. Sabía que no merecía nada, pero, no era un pecado enamorarse, ¿verdad? Hayato negó, se limpió las lágrimas y volvió a fijar su mirada en su alumno. "No Suguru, es mejor que te vayas y dejes de buscarme. Yo... Yo no voy a perder a mi hijo."

Hayato se dió la media vuelta y se acercó a su escritorio, pensando que Suguru finalmente se rendiría y se iría. Sin embargo, Hayato escuchó los pasos de su alumno acercándose. Pronto Suguru lo abrazó por la espalda, comenzando a dejar pequeños besos por el delicado y sensible cuello del mayor, y Hayato estuvo a nada de sucumbir ante el placer y sus sentimientos.

"¡Basta, Suguru!" El omega gritó, golpeando con una de sus manos su escritorio y tomando por sorpresa a su alumno, quien se alejó de un salto. Sin embargo, Hayato olvidó un pequeño detalle. Se olvidó de tirar aquella prueba de embarazo, que se encontraba en su escritorio, sobre su respectivo empaque.

La sorpresa en el rostro de Suguru fue evidente al observar el resultado en aquella prueba. Positivo. Los ojos de Suguru Geto se llenaron de lágrimas, y solamente pudo caer de rodillas frente a su omega.

"Por favor... No me alejes, Hayato. Por favor." Las lágrimas rodaron por las mejillas del alfa, quien se aferraba con fuerza al cuerpo de aquel pequeño omega. "No puedes alejarme de tí, Hayato, no después de saber esto... No después de enterarme de que seré padre, por favor." El pelinegro pegó su rostro a los muslos del hombre castaño, mirándole con aquellos ojos acuosos y suplicantes. "Te amo, Hayato. Te amo como nunca he amado a nadie."

El omega solo observó a aquel alfa arrodillarse y perder todo el orgullo ante el. Su corazón bombeaba con fuerza, que incluso su pecho dolía, al igual que no podía parar las lágrimas que escapaban de sus ojos. De pronto, todo lo demás desapareció de la mente de Hayato, ya nada le importó, y solamente tiró de aquel alfa arrodillado. Suguru se puso de pie inmediatamente ante aquella silenciosa orden que los bonitos ojos de Hayato le daban, y no pudo evitar sonreír al sentir como el omega se abalanzaba sobre el, rodeándo con sus brazos el cuello del menor, y finalmente uniendo sus bocas en un beso desesperado. Mostrando toda la necesidad y anhelo que sentían el uno por el otro.

"Te amo, Suguru. Te amo." El pequeño omega que se encontraba entre sus brazos, gimió aquellas palabras entre besos, saboreando las lágrimas que aún no dejaban de escapar de sus ojos.

*** *** ***

Yuuji se encontraba parado en medio del pasillo de los cereales, en el supermercado. El pelirosa bostezo y se talló unos de sus ojos. Cualquier persona que lo mirase podría notar fácilmente su aspecto cansado, notar aquellas ojeras enormes bajo sus ojos. Llevaba semanas sin poder dormir correctamente. Su mente era una maraña de malos pensamientos. Le era difícil concentrase en clase, que incluso llegó al punto de fallar en su presentación de aquel proyecto con el que trabajó junto a Maki y Nobara, y solamente pudo salvar la materia debido a la ayuda de sus dos compañeras.

Itadori nunca se había sentido tan cansado antes, tan perdido, tan inseguro. Las ganas de llorar no disminuían, e incluso con el paso de los días solamente aumentaban más y más. Evitaba salir de casa lo más que podía, alejándose de todos.

Con el paso de los días, Yuuji también dejó de esperar por Suguru. Dejó de esperar por aquellos mensajes que nunca llegarían. En un principio fue difícil, lloraba todo el tiempo, el hueco que sentía en su alma se hacía cada vez más y más grande. Pero un día, de la nada, dejó de darle importancia, al igual que a todo lo demás.

Yuuji tomó una caja de cereal, y se dispuso a ir directo a pagar. Aquello sería suficiente para comer en una semana. Sin embargo, antes de que pudiese empezar a caminar, alguien le sostuvo del brazo, haciéndole girar el rostro para ver de quien se trataba.

"¡Itadori! ¡Sabía que eras tú!" Itadori observó a aquella mujer de mediana edad, quien le hablaba como si lo conociera. Yuuji trató de hacer memoria para recordar de quien se trataba, pero nadie venía a su mente. "Por Dios, cariño, te ves realmente cansado. ¿La mudanza ha sido muy pesada?" ¿Qué? Itadori solo ladeó el rostro, mirando a la mujer con confusión, sin embargo, ella solamente siguió hablando. "Espero que Suguru te esté apoyando. Sé que debe ser difícil para ambos dejar el hogar donde lo tenían todo, e iniciar desde cero juntos." La mujer le mostró una sonrisa amable, y acarició el brazo del menor, y Yuuji finalmente pudo recordar de quien se trataba. La madre de Suguru.

Cuando su cerebro pudo unir todos los puntos, Yuuji finalmente pudo comprender toda la información que aquella mujer había soltado. Suguru se había mudado, y ahora vivía en algún apartamento. Con alguien. Con otra persona que definitivamente no era el. Yuuji pudo sentir como su corazón parecía hundirse en un abismo aún más grande, sin embargo, y aunque sentía unas enormes ganas de echarse a llorar, simplemente colocó una sonrisa amable en su rostro, dispuesto a seguir hablando con aquella mujer, y poder obtener más información. Era ahora o nunca. Debía aceptar la realidad, que ahora estaba más clara que nunca.

𝐸𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎𝑠 𝑦 𝑓𝑎𝑙𝑠𝑒𝑑𝑎𝑑𝑒𝑠. | 𝑮𝒐𝒀𝒖𝒖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora