𝐗𝐈𝐈

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"Lo que no te mata, te hace desear estar muerto."




El silencio dentro de aquella habitación era sepulcral, e Itadori ni siquiera podía pensar correctamente. Alzó una de sus manos y limpió con violencia las lágrimas que ya habían comenzado a caer fuera de sus ojos. No quería llorar, no ahí, no frente a esas dos personas. Escuchó unos pasos, y al alzar la mirada rápidamente, pudo ver a su papá, Hayato, alzando la mano, sin embargo, no se le acercó. El hombre mantuvo su mano alzada en el aire, dudando sobre sí debería tocar al menor o no. Y Yuuji solamente pudo negar suavemente con la cabeza, como una clara advertencia para al hombre, y se dió media vuelta, dispuesto a finalmente salir de aquel lugar. Quería salir de ahí antes de que todas sus emociones estallaran e hiciera algo de lo que pudiese arrepentirse después.

Pero definitivamente, la vida no estaba de su lado. Pudo sentir una fuerte mano sosteniendo su hombro derecho, y pronto pudo escuchar el llanto de Hayato rompiendo el silencio en la habitación. Y en lugar de llorar, Yuuji solamente pudo soltar una risa temblorosa, dolorosa, sin saber realmente como reaccionar.

"¿Por qué?" Yuuji cuestionó, su voz saliendo apenas como un susurro.

"Yuuji, hijo... Perdónam..." La voz de Hayato salió temblorosa por el llanto, sin embargo, fue rápidamente interrumpido por el menor.

"¿Por qué me hicieron esto? ¿Por qué, papá?" Yuuji volvió a cuestionar, su voz saliendo con furia desde su pecho, sin poder contenerlo más. No sabía que era lo que le dolía más, si la traición de Suguru, o la traición de su propia madre. Las lágrimas rápidamente comenzaron a deslizarse por sus mejillas. "¿Por qué, papá? ¡Soy tu hijo!"

El menor gritó con ira, mientras miraba las siluetas de ambos hombres de pie frente a el, su vista algo borrosa por las lágrimas. Hayato tembló en su lugar al escuchar las palabras del menor, y su corazón se encogió. Se acercó hasta Yuuji y rozó con sus delicadas manos las suaves mejillas del menor. Para su sorpresa, Yuuji no se alejó, simplemente cerró sus ojos ante su contacto.

"¿Sabes por qué vine aquí, mamá? ¿Sabes por qué vine a buscarte?" Yuuji volvió a hablar, con un tono de voz tranquilo, luego de haber pasado algunos segundos en silencio. "Creí que hablar contigo me haría sentir mejor... Pensé que, por una vez en tu vida, podrías cumplir con tu rol de madre."

Yuuji abrió sus ojos, y sostuvo con firmeza la mano ajena que lo acariciaba, apretando con fuerza la muñeca de Hayato. Y el hombre omega solamente pudo encogerse en su lugar, sintiéndose tan diminuto ante la furiosa mirada que su propio hijo le entregaba. Una mirada que demostraba lo enojado que estaba, pero sobre todo, demostraba el dolor y decepción que sentía.

"Hayato no tiene la culpa de nada, Itadori, escúchame, ha sido todo mi culpa..." Itadori pudo escuchar la voz de Suguru, quien se había mantenido en silencio y espectante todo este tiempo.

"¿No tiene la culpa?" Yuuji ni siquiera se molestó en dirigir su mirada a Suguru. El menor solamente soltó el agarre que tenía contra la muñeca de su padre, y se alejó. "No lo sé, no lo sé... Solo sé que, sin importar el tiempo que pase, las personas nunca cambian, ¿no es eso cierto, papá? Porque... Aún después de todo este tiempo sigues siendo una zorra."

El pelirosa pudo observar como el rostro de su padre se deformaba al escucharle decir aquello, y lo próximo que sintió fue un fuerte golpe en la mejilla. Hayato le había dado una fuerte cachetada, con tal agilidad que ni siquiera le dió tiempo de esquivarlo. Incluso podía sentir su piel ardiendo después del golpe.

"¡No me hables de esa manera, Itadori! ¡Soy tu madre!" El omega gritó con furia, acercándose hasta su hijo, y alzó la mano con la intención de golpearlo otra vez, sin embargo, fue detenido por Suguru, quien lo abrazó por la cintura.

Ver esa unión entre ambos solamente hizo que su corazón se hundiera más. Pudo ver a su madre calmarse entre los brazos de Suguru, demostrando la cercanía y confianza que sentían el uno por el otro. Pudo observar como Suguru susurraba algo al oido de Hayato, mientras le demostraba apoyo, acariciando con suavidad sus hombros.

Y Yuuji no pudo soportarlo más, y dándose media vuelta, finalmente pudo salir de ahí. Corrió por los largos pasillos, mientras sentía como las lágrimas caían sin cesar por sus mejillas. Su corazón palpitaba con fuerza, su pecho dolía en demasía.

Salió del edificio, y siguió corriendo, cuando, por culpa de sus torpes pies, terminó tropezando y cayendo al suelo. Yuuji ni siquiera tuvo la voluntad para ponerse de pie y seguir caminando. Ya no le encontraba sentido a nada. Toda su vida era una completa mierda ahora. Se acurrucó ahí mismo, sobre el suelo, abrazándose a si mismo, mientras sollozaba. Quería desparecer, simplemente quería que todo se detuviera. Que el dolor se detuviera. Quería terminar con todo.

Con sus pocas fuerzas, el menor se puso de pie, caminando mientras cojeaba levemente debido a la caída. Caminó directamente hacia la calle, una avenida medianamente concurrida por donde los autos solían pasar a altas velocidades, aún más cuando ya era tan tarde por la noche. El menor caminó, con la mirada perdida, bajando de la acera y cuando estuvo a punto de lanzarse contra un auto, alguien le jalo del brazo con tal fuerza, que incluso, la otra persona y el, cayeron al piso, llevándose un fuerte golpe. Itadori cayó encima de aquella persona, su cabeza golpeándose contra el pecho ajeno.

Cuando el menor alzó la mirada, para poder ver de quien se trataba y poder ofrecer disculpas, lo primero que llenó su campo de visión fueron unas hermosas y largas pestañas tan blancas, adornando aquel hermoso rostro tan familiar. Pudo notar el ceño fruncido en la cara de Satoru, quejándose en silencio por el golpe de la caída.

Debía de ser una maldita broma. ¿Por qué seguía encontrándose con Satoru cuándo todo parecía ir mal en su vida?

El menor se puso de pie, y luego extendió su pequeña mano al hombre en el suelo, ofreciéndole ayuda. El hombre le miró con aquellos ojos tan hermosos, y sonrió levemente antes de finalmente tomar su pequeña mano y ponerse de pie. Itadori apartó la vista, evitando a toda costa la mirada que Satoru le daba. Por supuesto que el hombre iba a estar curioso después de haberlo visto casi lanzándose al primer auto que pasara por la carretera. Sin embargo, el hombre se mantuvo en silencio y no hizo ninguna pregunta, y Yuuji agradeció internamente por eso. Por el momento, no quería hablar sobre todo lo que había ocurrido, y Satoru parecía haber entendido perfectamente lo que el más pequeño pensaba.

Una de las grandes manos del albino se posó suavemente contra la cabeza del más bajito, acariciando con suavidad los rosados cabellos del menor, y Yuuji solamente se tensó en su lugar. Aquella diminuta muestra de cariño fue suficiente para que el menor perdiera todo el control sobre sus sentimientos, y el llanto brotara desde su pecho, y cuando menos se dió cuenta, ya se encontraba refugiado dentro de los fuertes brazos de aquel alfa dominante, llorando contra su pecho. Y Yuuji no lo sabía, pero, el corazón de Satoru siempre dolía cuando lo miraba llorar, encogiéndose en su pecho.

Desde el primer momento en que vió a Itadori, el alfa en su interior se sintió ansioso. El aroma que Yuuji desprendía era tan leve, tan suave, casi imperceptible, pero no para el. Yuuji olía delicioso, y dentro de su cuerpo, su alfa parecía enloquecer cada vez que el delicioso aroma de Yuuji picaba en su nariz. Por ello, fue una completa sorpresa para Satoru, el escuchar de los propios labios de Yuuji, que su rasgo era beta. Eso no podía ser verdad. Claramente había feromonas emanando del cuerpo de Yuuji, el lo sabía, el podía oler el suave aroma a duraznos que el menor desprendía.

Justo como ahora, al tenerlo entre sus brazos el dulce aroma del menor llenó por completo su nariz, y simplemente luchó contra las ganas de querer comerlo.

Era obvio que algo había sucedido. El pequeño cuerpo entre sus brazos temblaba con ligereza, mientras sollozaba. Su aroma también era ligeramente agrio, demostrando el cúmulo de emociones negativas que estaban invadiendo su cuerpo. Satoru simplemente pudo quedarse ahí, sirviendo como un apoyo para Yuuji. Y esperaría, esperaría hasta que el menor estuviese listo para hablar sobre todas las cosas que lo afligían.

𝐸𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎𝑠 𝑦 𝑓𝑎𝑙𝑠𝑒𝑑𝑎𝑑𝑒𝑠. | 𝑮𝒐𝒀𝒖𝒖Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz