𝐗𝐈

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"Ni siquiera te compadeciste de mí cuando me viste llorar."





Al llegar a casa, lo único que pudo hacer fue echarse en el sofá. Itadori escondió su rostro contra el cojín que abrazaba contra su regazo, sintiendo las lágrimas escapando de sus ojos. Había estado hablando con la madre de Suguru por un rato, fingiendo que era el la persona que se había ido a vivir junto a Suguru. La mujer mencionó que Suguru llevaba ya dos semanas viviendo por su cuenta. Itadori solo pudo sonreír, y pretender que todo estaba bien, aunque por dentro sentía morirse.

Suguru estaba con alguien más. Ya estaba con alguien más, en una relación que parecía ser aún más seria que la relación que ambos solían tener. E Itadori lo odió. Odió el hecho de que Suguru jamás hubiese sido honesto con el. Y ahora era más que obvio, aunque Suguru jamás se haya acercado a el para hablar y terminar su relación oficialmente, era obvio que Yuuji ya no significaba nada para Suguru.

Yuuji se quedó en silencio, recostado sobre el sofá, y mirando hacia algún punto fijo en el techo. Decidió que no lo buscaría. No le reclamaría nada. Simplemente lo olvidaría y seguiría adelante. Itadori confiaba en que el tiempo lo curaría todo. Secando sus lágrimas, una persona llegó a su cabeza. Hayato. Itadori sintió unas enormes ganas de refugiarse entre los cálidos brazos de su madre. Itadori sonrió con melancolía. Suponía que era en momentos así en los que más pensabas en la persona que mejor podría comprenderte.

Itadori se puso de pie, y dirigió sus pasos hacia la puerta principal de su apartamento, decidido en ir en busca de su madre. Tal vez, solo tal vez, llorar en los brazos de su papá le haría sentir un poco menos dañado.

Solo habían pasado treinta minutos para cuando finalmente el taxi se estacionó delante de aquel viejo y rústico edificio. Itadori se bajó del auto, dando un agradecimiento al hombre que conducía, luego dió media vuelta y comenzó a caminar hacia la entrada del edificio. Era ya bastante tarde, pero Yuuji conocía a su madre, por lo que, era casi seguro de que su padre omega aún podría encontrarse trabajando. Cuando el hombre, que se encargaba de la seguridad del edificio, salió y le cuestionó hacia donde iba, Yuuji solo tuvo que mencionar que su madre era el reconocido profesor de contaduría, Nakamura Hayato, para que lo dejaran entrar sin problemas. Yuuji pensó que su madre realmente era un hombre respetado en su lugar de trabajo.

Yuuji caminó por los largos pasillos, subiendo por escaleras solitarias también. El edificio estaba tan solo y silencioso que incluso llegaba a dar miedo. Itadori había venido solamente una vez en el pasado, y visitó la oficina de su padre en aquella ocasión, y aunque aquello fue hace ya algún tiempo atrás, Itadori pudo recordar a la perfección el camino que lo llevaba hacia aquel lugar.

Itadori se detuvo frente a una puerta color caoba, su mano apretando el pomo con indecisión. Yuuji no entendía porqué, de la nada, un sentimiento de nerviosismo lo llenó, como si algo dentro de el hubiese encendido un montón de alarmas, sin embargo, ignoró todo eso y abrió la puerta. Dentro, todas las luces estaban apagadas, sin embargo, el maletín de su madre estaba ahí, encima de aquel escritorio bien ordenado.

Itadori entró, cerrando la puerta con cuidado, y pronto se encaminó hasta aquella elegante silla detrás del escritorio del mayor. El menor tomó asiento, y se encogió dentro de aquella silla, abrazando sus rodillas contra su pecho. Pensó que probablemente su madre se encontraba en el baño, por lo que decidió esperar. Yuuji comenzó a juguetear con un bolígrafo azul que se encontraba encima de unos papeles, cuando de pronto un sonido extraño lo sacó de sus pensamientos. Itadori alzó la cabeza y recorrió con su mirada aquella amplia oficina. De nuevo, más sonidos rompieron el silencio, sonidos que Yuuji pudo reconocer como gemidos.

Yuuji se quedó en shock por un pequeño momento, para posteriormente soltar una burlona risa silenciosa y negar. Su madre parecía estar pasando un buen momento, así que lo mejor era salir de ahí antes de todo aquello se volviera más incómodo. Yuuji se puso de pie, tratando de no hacer el más mínimo ruido, y dirigió sus pasos hasta la puerta principal, dispuesto a salir de ahí.

"Maldición... Estás tan apretado, Hayato." La mano de Yuuji se quedó a medio camino de tomar el pomo de aquella puerta al escuchar esa voz. Esa maldita voz. Conocía aquella voz.

Yuuji giró su rostro rápidamente hacia aquel lugar de donde provenían aquellos sonidos. El baño. Con cada paso que Yuuji daba, acercándose cada vez más y más a aquella puerta blanca, aquellos gemidos y jadeos se hacían más fuertes y sonoros en sus oídos, llenando su cabeza. Debía estar equivocado, ¿verdad? No podía ser eso, ¿cierto?

Pero aquella voz, que soltaba fuertes gemidos y palabras obscenas, era tan dolorosamente reconocible para el menor. Debía ser solamente un error. Solamente alguien con un tono de voz similar. Para cuando menos se dió cuenta, la pequeña mano de Yuuji ya se encontraba sosteniendo la manija de aquella puerta. ¿Estaba seguro de querer hacer esto? ¡No! ¡No lo estaba!

Su corazón bombeaba con fuerza, que lo único que podía escuchar eran aquellos gemidos asquerosos mezclados con los latidos de su corazón. El sonido llenó tanto su cabeza que incluso le era imposible escuchar sus propios pensamientos. Yuuji apretó su mano libre en un puño, como si quisiera tomar algo de valor, y seguidamente tiró de la manija, abriendo la puerta con un tirón algo brusco.

Lo primero que llenó su visión al abrir la puerta, fue la imagen de su madre saltando sobre el regazo de Suguru, quien lo mordía con fuerza del cuello mientras gemían y jadeaban de placer. Ambos desnudos.

Yuuji solamente pudo darse la media vuelta con torpeza, incluso golpeándose el hombro con el marco de la puerta. No podía pensar en nada, toda su mente se había quedado en blanco, al igual que todo los sonidos a su alrededor habían desaparecido. Por lo que no pudo escuchar los movimientos apresurados de las dos personas que había dejado atrás, quienes trataban de cambiarse rápidamente, sin tener mucho exito en realidad.

El camino hacia la puerta le pareció eterno, pero por suerte ahora su mano estaba a escasos centímetros de tocar aquella puerta. Necesitaba salir de ahí inmediatamente, porque se estaba sofocando. Sin embargo, antes de que su mano pudiese siquiera tocar el pomo de la puerta, unas suaves manos lo sostuvieron del brazo. Aquel simple toque fue suficiente para sacarlo de su entumecimiento, girándose con brusquedad y apartando aquella mano con un fuerte golpe.

"¡No me toques!" Yuuji gritó con todas sus fuerzas, alzando la mirada y encontrándose con la mirada temerosa de su madre. Pudo obtener una visión limpia de como aquellas dos personas, que aún ni siquiera parecían haber recuperado la respiración, con sus cuerpos sudorosos y ropas desarregladas, le dedicaban una mirada llena de pena, antes de que su vista comenzara a nublarse por culpa de las lágrimas.

𝐸𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎𝑠 𝑦 𝑓𝑎𝑙𝑠𝑒𝑑𝑎𝑑𝑒𝑠. | 𝑮𝒐𝒀𝒖𝒖Where stories live. Discover now