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* * *


Tenía un maldito moretón en su rostro.

Era de color verde debido a que seguramente ya llevaba tiempo con el, un moretón en medio de su pómulo. Eso era lo que trataba de esconderle, Hugo lo supo en cuanto lo vio. Cuando una persona esconde un moretón, quiere decir que está ahí por algo malo. A menos que fuera alguna clase de loca modelo, pero ella no era de ese modo.

Ahora quería asesinar al que la había ultrajado de esa manera. Nadie tocaba a su Flor, nunca.

La tomó del brazo y la arrastró por todo el pasillo hasta que llegaron a su refugio. Ella estaba enmudecida, con los labios tan juntos que no se diferenciaban.

Había sido ese bastardo, estaba seguro, ¡maldita sea! Iba a arrancarle los brazos.

Le ayudó a sentarse en su escritorio, ella no dijo nada. El castaño revolvió entre sus cosas, recordaba que una vez había dejado un ungüento para el dolor en alguna parte, tenía que encontrarlo, esperaba que no estuviera caducado. Solo quería que se sintiera mejor. Tal vez lucía como un idiota, quizá ella ya había puesto medicina en el hematoma.

Lo encontró al fondo del cajón, tomó el tarro y se aproximó a la joven que permanecía tensa sobre la mesa de madera. Le dio una mirada y retiró el cabello que le estorbaba. Agarró con su dedo un poco de pomada y la untó sobre su piel tersa con demasiado cuidado, tan despacio como podía.

Se sentía bien acariciarla, pero apartó esos pensamientos porque ella se miraba desolada, y lo que menos necesitaba era tener a un admirador secreto caliente.

—¿Por qué te hizo esto? —pregunto, intentando aparentar calma.

Ella evitó mirarlo, clavó las pupilas en el suelo y respiró profundo. Se veía tan pequeña que quería cobijarla para ocultarla de las cosas malas.

—No quería que el mundo supiera de su doble vida, quiere que guarde silencio. —Quería destrozar todo hasta encontrarlo, sin embargo, no quería que ella se asustara. No era el momento para desatar su enojo.

—¿Cómo estás? —preguntó. Terminó de aplicar la crema y cerró el recipiente, pero no se apartó de ella.

—Tan bien como puedo estarlo —susurró, alzando los ojos hasta clavarlos en los de él. Hugo se atrevió a tomar su mano, temiendo que Flor la apartara, pero no lo hizo.

—¿Sigues con él? —cuestionó, deseando que la respuesta fuera negativa.

—No.

Suspiró, complacido, aliviado, feliz.

Pero eso no significaba nada, ella lo seguía amando y él seguiría siendo el anónimo cobarde que le mandaba cartitas y no era lo suficientemente cuerdo como para besarla y hacer que olvidara a ese imbécil.

Tenía miedo de no ser lo que ella buscaba, no obstante, también tenía pánico de que alguien lo lastimara como Eugenia lo lastimó alguna vez.

Se dijo que debía apartarse para poder pensar, pero había algo que lo mantenía estancado en el sitio. No sabía si estaba perdiendo el conocimiento o si tenerla cerca anestesiaba sus sentidos. Quizá las dos cosas.

Las mejillas de Flor se inundaron de un profundo color rosa bajo su escrutinio, él sonrió de lado, fascinado por su reacción. Intentó esconder la mancha con su cabello, pero Hugo no se lo permitió.

—Por favor —susurró—, no quiero que me veas así. Luzco horrible.

¿En qué mundo vivía? Ella no podría lucir horrible ni con millones de manchas multicolores en el rostro.

—Tienes razón, luces horrible —dijo a lo que ella arrugó el entrecejo—. Porque no sonríes

Las comisuras de la muchacha temblaron, ya no pudo apartar la vista de ese punto tan tentador. Esas dos jugosas cerezas rojas que ansiaba probar.

—Vamos, sabes que quieres sonreír —animó, concentrado en los suaves movimientos, sin darse cuenta de que los dos se acercaban más y más.

Nada bueno saldría de eso... ¿o sí?

—Sonríe, mi Flor —murmuró, quedito. Un susurro bastaba para que el sonido le llegara, la cercanía comenzaba a asfixiarlos, solo unos cuantos centímetros y la distancia terminaría.

Esta vez no iba a enviarle correos y cartas, no iba a esperar frente al computador sus respuestas ni a imaginarla. En esta ocasión iba a ir con todo por ella, la iba a conquistar, le iba a demostrar quién era. Mierda, la iba a besar.

Se colocó entre sus piernas y apoyó sus manos en la madera, solo un aliento los separaba.

Hizo eso, cerró los espacios entre ambos.

Estampó su boca en la suya y ya nada fue igual.


-*-

Jajajaja estoy tan divertida por cortarlo ahí >:D

Nos leemos en el siguiente, no tardaré, promesa.

BESOS :*

Para mi Flor © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora