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* * *


Ella no sabía lo que estaba pasando, no después de ver cómo Eugenia lo tomaba del brazo y le hacía la propuesta oficial. Entonces, la confusión la embargó, Hugo le había dicho en aquel parque que ellos estaban juntos. ¿Por qué la mujer se lo proponía si ya lo estaban intentando?

Se encontraba sentada frente al computador, pero con la mente volando en el espacio. Lo miró de soslayo, y sonrió cuando lo encontró concentrado en su trabajo.

Sus neuronas no paraban de hacer sinapsis, intentando descifrar por qué parecía que su jardinero le había mentido. Luego estaba esa mirada suya cada vez que estaban cerca y el beso... ¡Ese beso! Lo conocía y tenía claro que no era la clase de chico que jugaba con las personas, confiaba en él. ¿En qué estaba pensando cuando dudó?

Una sombra se plantó ante ella, alzó los ojos y observó a su jefa, quien con aire malhumorado, dejó caer sobre la mesa un sobre amarillo y salió sin musitar sílaba alguna. Ni siquiera entendía por qué le caía tan mal, jamás conversaron más allá del trato empresarial, no era como si Flor hubiera hecho algo para ganar la repulsión.

Se limitó a extender el brazo para tomar el artilugio manila, deshizo el nudo hecho por un cordón rojo y sacó el único documento encerrado. Dio un recorrido por toda la hoja llena de letras solo para enterarse de una cosa: la solicitud para cambiar de planta había sido denegada. Lo que quería decir que se quedaba en la empresa, y quiso agradecerles a todos los santos.

Algo estaba surgiendo en su interior, podría apostar a que Hugo no estaba con Eugenia. Solo que no entendía por qué había dicho una cosa así.

Arrugó el papel hasta que se convirtió en una pelota imperfecta, y lo arrojó a la canastilla de la basura. El resto del tiempo lo invirtió en terminar los deberes que todavía no acababa.

A eso de las ocho de la noche, la gente ya empezaba a escasear en la construcción, así que apagó el computador y se puso de pie. Tomó sus cosas, no era más que un bolso, y sus piernas se dirigieron hasta ese escritorio.

Hugo levantó la cabeza y le sonrió de lado, se quedó sin aire. Sí, no era tan valiente si él se comportaba de esa manera.

—¿Me podrías llevar a casa? —Se miró sorprendido al principio, pero reaccionó con rapidez.

—Solo si no vas a temerle a mi linda motocicleta —susurró, una sonrisa recorrió los labios de la joven. ¡Él estaba coqueteando con ella! Eso era alucinante, tal vez el tímido jardinero quería actuar diferente.

—No voy a temerle porque irás conmigo. —Se atrevió a decir, vislumbró los ojos brillosos de Hugo, quien se levantó y apagó su máquina.

—Touché.

Salieron juntos hacia el estacionamiento, ella recibió el casco y se lo colocó. Acto seguido, se montó detrás de él y se abrazó a su cintura, apoyó su nariz en esa espalda cubierta por una camisa celeste. Respiró lento, solo para recordar lo bien que olía.

Las calles de la ciudad de México no estaban tan abarrotadas, solo el típico tráfico a esa hora del día. Afortunadamente no había ninguna manifestación o huelga, algo que era típico de la región y era casi un milagro que no estuviera pasando en aquel momento.

No tardaron demasiado en detenerse a las afueras del domicilio. Descendió de la motocicleta y se quedó parada sin saber qué hacer, no quería irse, no quería que se fuera.

—¿Quieres pasar? —preguntó, temerosa por su rechazo. Hugo lo pensó porque debía ir a acostar a Marcela, pero terminó afirmando con un asentimiento corto. Nada ocurriría si se quedaba un rato.

Una vez adentro, le ofreció algo para beber, solo había agua y jugo en ese refrigerador que ni siquiera era suyo. Aceptó un vaso de agua, así que se dedicó a servir la sustancia en un vaso de cristal, teniendo cuidado de no hacer un desastre debido a su nerviosismo. Supo que se había sentado en una de las sillas del diminuto comedor cuando esta chirrió. Tomó asiento a un lado y se observaron mientras le daban tragos al líquido fresco y cristalino.

—Y bien... —emitió, nerviosa por tenerlo tan cerca y sin nadie más a la vista. Lo cual era más que ridículo dado que trabajaban en el mismo sitio.

—¿Cómo sigues? —preguntó a lo que tensó el entrecejo—. Por lo de tus padres.

—No quiero pensar en eso. —Suspiró—. No sé qué creer, es difícil perdonarlos. He estado dándole vueltas a lo que dijiste, quizá debería dejar que hablen y después tomar una decisión, ¿tú qué crees?

—Creo que es una buena idea, si quieres puedo acompañarte cuando lo hagas. —Ella levantó los ojos y lo contempló durante unos cuantos segundos, afirmó con un sonido nasal, un tanto cohibida. Hugo se puso de pie, ella hizo lo mismo—. Necesito irme, Marcela no cenará ni dormirá hasta que vaya a casa, tengo una hija sobreprotectora.

Despacio, caminaron hacia la puerta, donde se detuvieron y se enfrentaron. Flor lo rodeó y Hugo la recibió.

—Me mentiste —susurró, refugiada en esos brazos que calmaban su alma—. No estás saliendo con ella, ¿verdad?

—No, no lo hago. Dijiste que estabas feliz con ese bastardo y no quería que te sintieras mal, fue lo único que se me ocurrió.

—Ya ni siquiera salía con Brandon. —Dejó escapar una risita cuando el gimió con frustración.

—Soy un estúpido. —La vislumbró negando con la cabeza. Sus ojos cayeron sobre esos labios otra vez. ¿Es que era una droga? No lo sabía, pero no podía evitarlo—. Quiero besarte.

—Quiero que me beses —respondió, mil mariposas emprendieron un baile en el interior de su estómago, sobre todo cuando él ladeó la cabeza y acaricio su nariz con la suya.

Mandó todo al carajo para cerrar los espacios existentes entre ambos, se perdió en esos labios que le dictaban promesas, no le importaba si se cumplían o no, siempre y cuando él se quedara a su lado.

—No quiero dejarte —murmuró, separándose solamente lo necesario.

—Marcela te espera —dijo con una sonrisita y deshizo el abrazo para no suplicarle que se quedara, o peor, pegarse a él como una lapa—. Nos vemos mañana.



Hugo no tuvo más opción que marcharse, solo eran unas cuantas calles las que tenía que recorrer para llegar a su hogar. Estacionó su transporte asegurándolo con una cadena para que no se lo robaran. Una patrulla se encontraba en la casa de a lado, su espalda se envaró.

Estaba por acercarse para ver qué ocurría cuando la vecina se le aproximó con el rostro contorsionado, se asustó. ¿Había pasado algo malo?

La señora comenzó a hablar, poniéndolo más furioso con cada oración. No le gustaba lo que estaba escuchando. Quería golpear la pared, deseaba que todo fuera una pesadilla.

¿Dónde mierdas estaba Eugenia?

¿Dónde mierdas estaba su hija?


-*-

No se asusten? D:

Lamento haber tardado, pasa que estoy terminando Begonia y me enfrasqué. No falta mucho para que PMF acabe, gracias por la paciencia y por ser tan lindos.

Les envío un beso :*



Para mi Flor © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora