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* * *


Había llevado a Marcela a casa como cada mediodía, le dijo a su vecina que le echara un ojo mientras él regresaba al trabajo. Era ya una costumbre.

Llegó al comedor de la empresa justo a tiempo para tomar su comida, pero Hugo se puso de pie a penas la vio salir de la cafetería como si fuera a vomitar en cualquier momento. Su carita era pálida y se tambaleaba. Algo le estaba pasando y él no se iba a quedar mirando como la última vez.

Se mantuvo quieto, contemplando cómo Flor peleaba con un hombre y una mujer. Pudo reconocerlos, al menos darse una idea de sus identidades, solo por el parecido de la señora con la chica de cabello oscuro. Eran prácticamente idénticas.

Ella comenzó a gritar, todo el mundo estaba prestando atención a la escena. Iba a dar un paso para tranquilizarla, pero fue retenido por una pálida y huesuda mano.

Quiso maldecir cuando presenció a Eugenia de pie a tan solo unos cuantos centímetros. No la había visto desde aquella ocasión, y no quería verla ahora.

—¿Qué haces aquí? —preguntó un tanto malhumorado, sabía que estaba siendo descortés, que ella no había hecho nada malo todavía; pero no soportaba saber que estaba ahí interrumpiendo sus planes.

—Necesito hablar contigo, ¿crees que se pueda? Es urgente —murmuró la mujer con los ojos cristalinos.

Al no encontrar mejor opción, le hizo una seña para que lo siguiera, no iba a hablar de cosas tan personales en medio de todo el gentío. Se dirigió al cubículo, no sin antes darle una última mirada a Flor, comprobando que estuviera bien.

Una vez adentro, se recargó en el filo del escritorio de su compañera y se le quedó mirando con interrogación, esperando a que explicara su presencia.

—Te juro que mis intenciones son buenas, estoy arrepentida, aprendí la lección, Hugo. —Su espalda se envaró, otra vez con la misma canción, él no podía creerle después de todo lo que había pasado. No luego de que quisiera abortar a Marcela y abandonarla a su suerte—. Incluso fui a terapia para merecerla, lo único que quiero es conocerla e intentar ser su madre. No quiero quitártela ni nada como eso porque no la merezco...

Eugenia comenzó a llorar y él no supo que hacer. La miraba y casi podía jurar que estaba siendo honesta por primera vez desde que la conoció. Era difícil creerlo debido al historial, pero las lágrimas le resultaron tan sinceras que por un instante titubeó.

Su barrera regresó en cuanto se percató de la cercanía de su ex novia, quien colocó una mano en su antebrazo y tragó saliva, estaba nerviosa, podía sentirlo. No comprendía a qué venía tanto misterio.

—No sé, tal vez podamos intentarlo de nuevo, ser una familia. —Un jadeo hizo que levantara la vista con molestia. ¿Cómo se le ocurría proponerle algo así? Ni loco volvía con ella.

Su mente quedó en blanco cuando vio a una Flor inundada en llanto con la cara asustada. No lo miraba a él, miraba a Eugenia, quiso saber qué ocurría por su cabeza.

Iba a separarse de la peliblanca, pero Flor salió disparada y él quedó confundido por un momento. Enfocó a la otra en la habitación con las facciones fruncidas.

—No hace falta, ya lo vi todo —dijo ella después de soltar un suspiro profundo—. Olvida la última propuesta, es una lástima que no haya podido ver cuánto valías en su momento. Por favor dame la oportunidad de no perder más tiempo con mi hija, es lo único bueno que hice en la vida, lo único que me motiva a recuperarme.

Dicho eso, salió sin mirar atrás. Eran tantas las cosas en su cabeza, se preguntaba si estaba siendo egoísta y se preguntaba a qué había ido Flor. ¿A buscarlo? Un cosquilleo se plantó en su estómago al pensar en eso, al menos había pensado en él fuera como fuera.

Salió de ahí con el conocimiento de que debía terminar un diseño, pero ¡bah! Podía esperar, la chica de sus sueños la estaba pasando mal en alguna parte.

Se acerco a la mujer de la oficina contigua, quien se caracterizaba por su amor al chisme, para preguntarle a dónde había ido Flor. Era la típica trabajadora que se sabía los rumores de todo el mundo, ella le dijo dónde se encontraba sin la necesidad de pedirlo dos veces.

Era una regla universal conocida por todos desde el jardín de infantes, pero le valió en el momento en el que supo que estaba en el baño y parecía que la tierra se la había tragado. Se mantuvo en el exterior con la esperanza de que saldría, pero los minutos pasaban y Flor no salía.

Respiró profundo antes de entrar al baño de mujeres, donde una secretaria anciana del piso dos lo miró con mala cara como si fuera él un depravado. La susodicha salió echando humo por las orejas y lanzando resoplidos. Paseó la mirada por el lugar, pero no encontró a la persona que buscaba, así que se giró para salir. Sin embargo, un suspiro lo detuvo en seco, agudizó el oído y se percató del llanto casi silencioso que salía de la puertita de uno de los retretes.

El corazón se le estrujo, iba a abrazarla hasta que dejara de llorar.

—Tienes un minuto para salir de ahí y dejar de esconderte o voy a tirar la puerta sin importar si estás adentro —dijo y esperó.

Un rechinido rebotó por todo el lugar, la joven salió con la cabeza gacha y mordiendo su labio inferior. Hugo no volvió a abrir la boca, se aproximó a su estructura y la rodeó con los brazos.

Ella apoyó la cabeza en su hombro y lo abrazó por la cintura. Los sollozos quedaron atrapados en su camisa, al igual que las gotitas de agua salada que cada vez eran menos.

—Todos cometemos equivocaciones, cada vez que miro a Marcela, me da terror no ser un buen padre. Me da miedo fallarle, no ser lo que espera y necesita. Quizá la decepcione alguna vez, pero eso no hará que mi amor por ella disminuya. Sé lo que te dije sobre no querer conocerlos, pero estoy seguro de que te amaban, solo que no son perfectos y se equivocaron. Todos merecemos una segunda oportunidad, ¿no crees?

—Van a tener un hijo —susurró con la voz temblorosa.

—Vas a tener un hermano, ¿qué es mejor que sanar las heridas así? Empezando desde cero, conociéndose de nuevo.

Flor se echó hacia atrás para vislumbrar el rostro de Hugo, quien le regaló una sonrisa y tomó un mechón de su cabello entre los dedos.

—Marcela es tan afortunada por tenerte —emitió, logrando que el suelo de su mundo vibrara con violencia. Esta mujer podía trastornarlo en cuestión de segundos con una inocente frase.

Ella estancó la vista en sus labios y él pensó que se derretiría. Las respiraciones se hicieron más lentas y más pesadas, quería besarla de nuevo, parecía que la otra deseaba lo mismo. No obstante, Flor se apartó de un saltito.

—Debemos ir a la oficina. —Emprendió una caminata al exterior, acomodándose la ropa. Hugo la siguió con una sonrisa, no le importó que la gente hiciera expresiones de asombro al verlo salir del baño de mujeres, lo único que pasaba por su cabeza era que estaban cada vez más cerca.

Este juego donde ella se resistía era lo más emocionante que le había pasado en años, estaba encantado.

Se sintió vivo, ella lograba que esos instintos renacieran como millones de partículas uniéndose y creando electricidad.


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Lamento la demora, espero disfruten este pequeño capítulo :B

Quién quiere más? *-*/

Para mi Flor © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora