7. El león y la oveja

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Ryan me miraba con escepticismo, lo que hizo que me sintiera más aterrorizada. Si él no me creía mucho menos lo haría la policía. Mi hermano estaba corriendo peligro y yo no estaba haciendo nada para detenerlo.

―Nadie intenta matar a JJ, al menos no en la cirugía. Si quisieran matarlo, solo hubieran desconectado uno de sus cables y listo.

Su falta de tacto al hablar de mi hermano me estremeció. Empecé a deambular por el cuarto de maquinarias donde había entrado con Ryan para contarle sobre Margaret. El calor era asfixiante según pasaban los segundos; sentía como las gotas de sudor corrían por mi espalda.

―Mi psicóloga es un Detroit, he estado dos semanas en manos de esa mujer y ni cuenta me di. Cualquier doctor puede ser uno de ellos.

Ryan me sacudió por los hombros e inclinó su cabeza para quedar frente a frente a mí.

―Si ella es Detroit, está de tu lado y evitará que te lastimen.

―Pero mi hermano...

Ryan me miraba como si fuera una niña pequeña.

―Sigue siendo Detroit, tu padre nunca quiso hacerle daño y JJ intentó salvarlo hasta el último segundo―su voz se volvió suave mientras mis ojos empezaban a arder―¿Dónde crees que estaba la lealtad de tu hermano? ¿Crees que le harían daño a lo que tu padre amó?

Negué con la cabeza.

―Hablemos con ella, quizás tiene las piezas que te hacen falta para el gran rompecabezas que es tu familia.

Asentí. Intenté abrir la puerta pero esta no se abrió, tragué fuerte y miré a Ryan.

―Creo que estamos atrapados.

Se movió hasta la puerta y con un fuerte tirón la abrió. Salí del cuarto sin darle tiempo a uno de sus comentarios burlones. Subimos a la oficina de Margaret. Aunque nunca lo iba a admitir en voz alta, estar cerca de Ryan me hacía sentir menos temerosa.

―¿Por qué te negaste a hablar con la esposa del juez? ―Preguntó.

Ryan pudo haber dicho la madre de Sam, pero él no soportaba la sola mención de su nombre. No hacía falta que dijera con palabras su odio hacia Sam, era más que evidente.

―En estos momentos no tengo nada que hablar con esa familia―dije cortante.

Rebeca vino a hablar conmigo, pero cuando vi su rostro sin su habitual sonrisa y con una mirada cautelosa, supe que a nada bueno venía.

No me apetecía entrar en ese terreno tan espinoso para mí, Ryan entendió el mensaje y no hizo más preguntas, el tema quedó por cerrado entre nosotros.

Ryan tocó la puerta del consultorio de Margaret, casi enseguida ella nos abrió.

―Las noticias vuelan rápido―dijo mientras entrábamos―, por la cara que traen, seguro van a bombardearme con preguntas.

―No perdamos el tiempo―Ryan se sentó en el sofá. Su mirada era calculadora y estaba clavada sobre Margaret―¿Qué prueba que eres del clan?

Ella bajó el cuello de su blusa y se acercó a Ryan, el miró su tatuaje pero su expresión no decía nada.

―¿Una simple luna? ―bufó―cualquiera puede hacerse ese tatuaje, ni siquiera tiene el código.

―Me creerás cualquier cosa que te diga, no tienes idea sobre los Detroit y no eres quién para darte detalles―Margaret me miró―, pero estoy a merced de Julieta.

La locura de JulietaWhere stories live. Discover now