12. Sueña, Julieta

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Me miré al espejo por tercera vez y aun seguía sin gustarme lo que se reflejaba en él. Esa no parecía ser yo. Llevaba puesto un conjunto de falda azul oscuro que Dolly me había enviado, también me obligó a llevar el cabello lacio y bien peinado hacia atrás. Nada de maquillaje llamativo, de todas maneras parecía un siglo desde la última vez que me maquillé. Mis pies iban calzados con unos zapatos cerrados blancos, me daban la impresión de ser una secretaria.

Ryan entró a mi habitación. El llevaba puesta una camisa blanca y un pantalón negro, su cabello bien peinado, él parecía un empresario y yo su secretaria. Me extendió una corbata.

―Hace tiempo que no lo hago―me dijo.

Tomé la corbata y la llevé a su cuello. Mientras trataba de recordar como hacer un nudo, no pude evitar llenar mis pulmones con el olor de su colonia, era fuerte al igual que su personalidad. Miré por unos segundos su rostro, él miraba hacia el techo, vi una pequeña cicatriz ya blanca en su mentón.

―No está perfecto, pero algo es algo―dije cuando terminé.

Él se miró en el espejo. ―Está bien.

Me giré hacia el espejo y volví a mirarme, no me sentía cómoda. Detrás de mi estaba Ryan, con la mirada en la parte baja de mi espalda.

―¿Me estás mirando el trasero? ―levanté las cejas.

Él levantó la vista y nuestros ojos se encontraron en el espejo.

―Sí―dijo de inmediato―, me gusta como te ves en falda.

Mi estómago me dio un tirón, obviamente resultado de los nervios por el juicio. Escuchamos toques en la puerta y aproveché para salir de la habitación. Abrí la puerta sin preguntar y me encontré con una Milady que no se veía muy contenta.

―Buenos días―me dijo. Me quité de en medio para que pasara. ―¿Alex aún duerme?

―Sí―contesté.

Ryan me había comentado que su suegra no estaba muy agusto con la decisión de traerme a vivir con él. Ryan salió de la habitación y en su rostro apareció una enorme sonrisa.

―¡Pero qué guapo estás! ―exclamo Milady.

―Ya lo sé―Ryan le guiñó―, nosotros ya nos vamos.

Milady suspiró, él se acercó a ella y le dio un beso en la frente. Ryan tomó mi bolso del sofá y lo puso en mi mano.

―Que Dios te bendiga niña, y que todo salga bien―dijo Milady.

―Gracias―le contesté antes de salir.

El auto de Bennett, que ya conocía bien, estaba estacionado frente a la casa. Agarré el brazo de Ryan y miré su reloj, eran las ocho en punto, justo la hora acordada. Su chofer nos abrió la puerta, entré al auto y Ryan después de mí.

―Hola Bennett―el hombre ni siquiera me miró―, tu puntualidad me da escalofríos. Me da la impresión que no tienes nada interesante por hacer en tu casa.

―Aunque la mona se vista de seda, mona se queda―dijo ajustando su corbata, que ya estaba perfecta.

―¿Me estás llamado mona?

―Señor Wesley, me alegraría escuchar que repasó la declaración de la señorita que no mantiene la boca cerrada.

―No fue necesario―le contestó Ryan―, ella sabe lo que debe hacer.

―Es usted muy confiado―dijo con su voz fría y aburrida―, es una lástima, usted me daba la impresión de ser un hombre que no se dejaba llevar por el afecto de las mujeres.

La locura de JulietaWhere stories live. Discover now