15. Reuniones y amenazas

13.1K 848 582
                                    

Julieta

Después de recibir el mensaje de Henderson, Ryan y yo estábamos con la cabeza en las nubes tratando de ver más allá de la "piedad" del gran juez. Mientras él conducía, yo le contaba con detalles cada uno de los encuentros que había tenido con el juez en el pasado, todos parecían inofensivos y con el único objetivo de proteger a su hijo de mí. Pero cuando le conté a Ryan que Lucy le informó sobre mi familia, las cosas empezaron a cambiar.

Ambos estábamos de acuerdo que esto era algo más allá de proteger a su hijo. Sus amenazas hacia mí, y su intento de encerrarme para luego liberarme, era un juego que no entendía.

Ryan aferraba sus manos con fuerza al volante, se mantenía serio, sin decir una palabra, con la mandíbula apretada y en sus ojos se mantenía la sospecha, como un felino planeando capturar a su presa. Su cabeza rapada lo hacía lucir más intimidante de lo que ya se veía antes.

―¿A dónde vamos? ―pregunté.

Después de un silencio sepulcral, contestó. ―Tenemos muchas cosas por hacer.

Parecía estar conteniendo su ira, su voz me produjo escalofríos, este era el Ryan que una vez me puso a temblar de miedo.

―¿Me tenías miedo?―preguntó sin mirarme, aunque estábamos parados en un semáforo.

Suspiré. Ya empezaba a acostumbrarme a abrir la boca sin poderla controlar.

―Era lo que querías ¿No? ―giré la cabeza hacia mi ventana―Pasé mucho tiempo pensando que eras tú el que me quería matar.

―Ya te lo expliqué, solo te estaba utilizando.

Sus últimas palabras me produjeron un picor en el pecho, utilizarme era lo que mejor sabían hacer la mayoría. Me crucé de brazos, dispuesta a no hablar más del asunto.

―No tenía opción―siguió―, pasé meses rompiéndome la cabeza para saber qué le pasó a Helena en realidad, cuando descubrí todo no podía detenerme hasta encontrar a sus asesinos.

―Claro, seduciendo a la idiota hasta que cayó en tu trampa para luego lastimarla física y emocionalmente. Eres una bestia.

Ryan permaneció en silencio y siguió conduciendo, ni siquiera me importaba donde me llevara, su presencia tarde o temprano terminaba haciéndome sentir agotada. Estar a su lado era una constante guerra de emociones, sabía cómo componerme, pero también como destruirme en segundos.

Aparcó frente a una casa que nunca había visto antes, que yo recordara, bajó del auto sin decirme una palabra. Cuando vi que se aproximaba a la entrada de la casa y no tenía planes de decirme si salir o no, tomé una profunda respiración y maldije en silencio. Tocó el timbre y de inmediato salió una chica morena, parecía de unos veinte y tantos de años.

¿Qué demonios hace Ryan ahora?

Entonces vi a Margaret salir junto a ella, saludó a Ryan con un abrazo y su sonrisa enigmática de siempre. Dirigió la vista hacia el auto y me vio, me llamó con su mano, Ryan seguía mirando a la morena.

Me quité el cinturón de seguridad y salí, miré mis pantalones de chándal, tenía una muy mala pinta pero caminé como si eso me importara en lo más mínimo.

―Que bueno verte muñeca―saludó Margaret.

―¡Oh Dios! ―exclamó la morena con asombro, su acento decía que no era de este país―Todas las chicas Detroit se parecen, mucho.

Miré a Margaret confundida, queriendo saber quién era y ella, y por qué sabía del clan. La morena se me acercó y de inmediato di un paso hacia atrás, ella solo sonrió.

La locura de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora