28. Cuenta regresiva

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Julieta

Ryan y yo sabíamos que nos esperaba una tormenta llamada Margaret, desde aquel momento en el que Ryan y yo nos abrazamos hasta observar el amanecer desde las nubes, valía la pena enfrentar el enojo de ella.

El único momento cargado de emociones fue al dejar a Alex en la isla, el niño lloró al ver la realidad, que se separaría de su padre. Ryan no demostró ningún sentimiento, como era natural en él, pero cuando estuvimos solos en la avioneta pude notar su tristeza.

Íbamos en su auto camino al hospital, cuando pensé que nunca se hubiese alejado de Alex si no fuera por mi familia.

―JJ y yo te debemos mucho―le dije―, has tenido que alejarte de tu hijo...

―No lo hagas Braden―se detuvo a esperar que cambiara el semáforo―, ustedes no tienen la culpa, estoy involucrado desde el día que murió Helena.

Asentí. ―¿La extrañas?

La pregunta lo tomó desprevenido, vi la duda reflejada en su rostro, sabía que en su mente luchaba por la respuesta.

Finalmente sin mirarme contestó. ―Sí, no voy a olvidarla Braden pero superé.

Sabía a qué se refería.―Si te amó hubiese querido que seas feliz.

―Lo sé.

Al llegar al hospital, buscamos de inmediato a Margaret. Debíamos ponernos al corriente de lo que sucedía y saber qué nos tocaba hacer. En el ascensor me detuve a mirar discretamente a Ryan, ninguno de los dos hablaba mucho, ni siquiera de la barrera que habíamos atravesado desde el instante que mis labios confesaron necesitarlo. Nos abrazamos por un buen tiempo, y se sentía bien, como si hubiese encontrado una pieza faltante. Pero después de eso todo seguía igual, aunque de Ryan no esperaba castillos y flores, su forma de demostrar lo que sentía era protegiendo a los que amaba.

Me crucé de brazos. Me encontraba en ese momento incómodo donde no sabía qué éramos, estábamos en el limbo. Era inevitable preocuparse por lo próximo que pasaría. Siempre pensé que para Ryan yo era una clase de premio, que una vez que me rindiera a él perdería el interés.

Las puertas del ascensor se abrieron, di un paso para salir pero Ryan sujetó mi brazo suavemente. Me miró como si me entendiera y me puse rígida al pensar que tal vez había pensado en voz alta.

―Tú eres mi chica y así será para siempre.

Entonces salió primero que yo. Maldije por lo bajo por mi incapacidad de controlar mi lengua y mis pensamientos mientras caminaba tras él.

Margaret estaba en su oficina, y como imaginamos no estaba contenta. Nos quedamos de pie mientras ella nos observaba, el tiempo que transcurrió sin hablar parecía eterno.

―¿Interrumpí sus vacaciones? ―preguntó con sarcasmo.

―De hecho sí―contesté de la misma forma―, mi bronceado quedó a mitad.

―No creo que sea el momento Braden―me silenció Ryan.―¿Qué hiciste con Henderson?

Margaret se levantó de su sillón y caminó hasta la puerta para ponerle seguridad.

―Llevamos la ventaja. La corte sabe que Perro torturó a Julieta, y con la declaración de Samuel podemos inculpar a Henderson como autor de todos esos crímenes.

―Pero él es la ley―le recordó Ryan―, no podemos contar con la justicia. Estamos relacionados a los Detroit. Mafiosos, ¿Qué parte de la justicia estará de nuestro lado?

La locura de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora