24. Verdades sabor a vino

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~Sam~

Mi corazón latía con fuerza, mi respiración estaba agitada y apenas podía mantenerme de pie junto al auto. En ese instante volvía a ser aquel chico que sentía que se desvanecía cuando veía a la chica de su sueño. Un chico que no imaginaba que la oscuridad estaba tan cerca de él.

Aquí estaba yo, otra vez, con la esperanza de que un viejo amor se podía recuperar. Pretendiendo que podía recuperar el tiempo perdido.

Miré hacia el departamento de Zack, quizás Braden se había arrepentido, quizás sus sentimientos por mí se habían desvanecidos. Levanté la vista al cielo estrellado tratando de evitar que mis pensamientos me consumieran.

—Una noche hermosa.

Su voz hizo que me estremeciera, aun seguía afectándome como la primera vez que la conocí. La miré queriendo capturar cada parte de ella en esa mirada. Mis brazos temblaban por abrazarla. Y así lo hice. Corté la distancia entre nosotros, y la rodeé con mis brazos, ella estaba estática y no me importó si ella quería o no abrazarme, porque yo daba todo por tenerla en mis brazos otra vez.

—No tan hermosa como tú—le susurré.

Braden se soltó de mis brazos y me miró con recelo. Pero enseguida su gesto fue remplazado por la preocupación.

—No te había visto desde...—se calló abruptamente.

—Lo importante es que estamos juntos en este momento—abrí la puerta del auto—, entra.

Permanecimos en silencio hasta que puse en marcha el auto, no era un silencio cómodo, así que sentía la imperiosa necesidad de llenarlo con alguna palabra.

—Sabes, esta noche solo deberíamos ser tu y yo—la mire de soslayo—, Sam y Braden. La chica sarcástica y el chico nerd, ¿Qué te parece?

—Está bien, pero nada de ser ridículamente cursi—en sus labios se asomó una diminuta sonrisa.

—Eso será difícil, teniendo en cuenta a dónde iremos.

—¿A dónde me llevas?—preguntó curiosa.

Solo sonreí, con la esperanza de que esta noche ella supiera que mi corazón seguía perteneciendo a ella.

—¿El muelle? —preguntó cuando me detuve.

Bajé del auto y lo rodeé para abrir su puerta. Extendí mi mano para tomar la de ella. El solo roce de nuestra piel se sintió como una chispa que se empezaba a encender. No pude evitar quedar hipnotizado por su cercanía.

—¿Y bien?

Con mi mano cubriendo la de ella, caminamos por la orilla del muelle. El sonido de las olas rompiendo en la orilla sepultaba el silencio, mientras la suave brisa marina nos envolvía.

—Aquí es—señalé el barco frente a nosotros.

Sus cejas se enarcaron por la sorpresa, y me miró con el ceño fruncido.

—No andaré por el mar así como así.

—No iremos a ningún lado, el barco seguirá en el muelle—empecé a caminar hacia el barco—solo me gustaría una noche tranquila junto a ti.

Asintió y siguió mis pasos, tomé su mano otra vez para cruzar al barco.

—¿De quién es este barco?—preguntó curiosa.

—De mi familia—traté de medir su expresión al mencionarlo.

Abrí la compuerta y la invité a pasar adentro. Amé su expresión de asombro al ver el interior, un lugar lujoso al que ella no estaba acostumbrada. El suelo estaba cubierto por una alfombra aterciopelada, sillones rojos y una luz tenue, daba un ambiente íntimo.

La locura de JulietaWhere stories live. Discover now